Muy en el fondo de su corazón tenía escondido el don del engaño y la mentira, heredado de su padre, desde luego. Jamás lo había llevado a la práctica, porque hacerlo le costaría lo bonito que había podido conseguir sin su ayuda, le costaría el cariño de su madre, el respeto de Elián y la confianza de Alex, además el no practicarlo la había llevado a fallar incluso en las mentiras blancas.
Sabía que en algún momento, por simple y sencillo acto de autopreservación tendría que usarlo, con todas las armas de su reprimido y mendaz arsenal. Aunque fuera una tonta mentira como aquella, no podía ignorar que el legado de su padre la seguía, el amor la acorralaba aunque ella cerrara con llave mil veces su corazón y la yerba mala del pasado no se quedaba atrás.