Maestras: feminización, desvalorización y bajos salarios

Estado actual del tema

La problemática de la feminización del trabajo docente ha sido analizada por diferentes autores entre los que se destacan Graciela Morgade, Adriana Alliaud y Viviana Rivero, entre otros. Resulta relevante para entender la situación actual de la docencia de la escuela primaria en CABA, entendida como un trabajo principalmente realizado por mujeres, remontarnos a la fundación de las primeras escuelas normales de nuestro país.

    Viviana Rivero hace un recorrido histórico y destaca que la educación inicialmente se encontraba en manos de hombres de la Iglesia Católica. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX, el proyecto de la nueva Nación desarrolló mecanismos para modernizar y extender la educación a todos los habitantes, ya fueran nativos o inmigrantes.

    Domingo Faustino Sarmiento fue encomendado a definir cuál sería el mejor sistema de educación. Luego de viajar por el mundo para conocer las políticas educativas de Europa y de los Estados Unidos, regresó con la idea de poner en marcha las escuelas normales de formación de maestros, ideadas en Francia, pero con mayor aplicación en los Estados Unidos.

    En un principio, la educación laica era mal vista por los sectores conservadores y desde la Iglesia Católica se exhortaba a no enviar a los niños a escuelas que no pertenecieran a la Iglesia. Pese a esta oposición, entre 1869 y 1898 llegaron al país 65 docentes, entre los cuales solo cuatro eran varones. A partir de ese momento, la educación podía estar en manos femeninas y los hombres de la Iglesia tenían competencia con varones y mujeres con vocación docente.

    La disputa entre sectores católicos conservadores y laicos continuó hasta que en 1884 el enviado papal fue expulsado por el presidente Julio Argentino Roca, por oponerse a los colegios normales de formación docente. En el mismo año, la Ley de Educación 1.420 se sancionó después de dos años de discusiones en el Congreso Pedagógico. En ella, se prohibían los castigos corporales y se establecía el carácter obligatorio, laico y gratuito de la educación.

    Según Graciela Morgade, las escuelas normales se tornaron muy importantes para preparar a los maestros que iban a enseñar a los nuevos ciudadanos. En 1870 se creó en Paraná la primera escuela normal que convocaba tanto a varones como a mujeres, pero a pesar de las intenciones de formar maestros varones que se dedicaran a la enseñanza, muchos de ellos utilizaban a la escuela normal como un puente para acceder a carreras superiores y solo ejercían como docentes durante algunos pocos años, hasta conseguir un trabajo de mayor prestigio social y mejor remuneración. 

En 1884, se focalizaron las políticas hacia la creación de escuelas normales exclusivas para señoritas. Para que las niñas de escasos recursos pudieran acceder a estos estudios, se les otorgaban becas. Las jóvenes, de esta manera, conseguían ascenso social, ya que era considerado prestigioso ser una mujer docente. Además, la Nación, al invertir en educar a las futuras educadoras, muchas de las cuales permanecerían en sus cargos docentes durante años, lograba su objetivo de tener un amplio plantel docente estable capaz de formar futuros ciudadanos que contribuirían con el progreso nacional. 

Por otro lado, la escuela nacional seguía orientada a educar a varones de mayores recursos que continuarían sus estudios en la universidad. Mientras que se consideraba a la escuela normal de menor prestigio social y cultural que la nacional. Sin embargo, los inmigrantes y las clases trabajadoras veían a la escuela normal como una posibilidad superadora para sus hijos e hijas.

Según Graciela Morgade, la docencia nació femenina en la Argentina. La escuela normal era una verdadera escuela de hábitos del ser y del hacer docente. No solo se enseñaba Aritmética, Literatura y Ortografía, además allí se aprendía sobre modales, cómo vestirse y pautas de orden y trabajo. 

Durante sus estudios, la maestra se construía en un clima de exigencia, esfuerzo, cuerpo y forma. Ella debía ser un ejemplo de moral, orden, limpieza y trabajo. Se convertía en un ejemplo a seguir, y no solo tenía que ser un ejemplo de conducta, sino que tenía también que parecerlo. En la escuela, la maestra sería la encargada de generar un ámbito de socialización, donde los estudiantes serían introducidos en una estructura normativa que ellos naturalizarían. Les impondría ciertos conocimientos, saberes prácticos y aspectos culturales, inculcándoles así, un modo de razonamiento y de proceder considerado institucionalmente adecuado. Naturalmente establecería límites ideológicos que marcaría la forma de los estudiantes de interactuar con los otros. 

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, era mal visto que una mujer se trasladara a otros pueblos a estudiar o a trabajar lejos de sus familias, a menos que fuera maestra. Si una mujer era maestra podía ejercer su cargo en otra ciudad y mantenerse a sí misma. Sin embargo, los salarios eran bajos y era difícil conseguir un nombramiento. 

Los hombres que se dedicaban a ser maestros eran incentivados para no abandonar la profesión con el rápido ascenso a puestos jerárquicos. Mientras que las mujeres maestras ocupaban la base de una pirámide laboral. Esto continuó hasta 1958 cuando se sancionó el Estatuto del Docente.

Por otro lado, las escuelas normales de señoritas profundizaban en sus alumnas los rasgos femeninos. Se consideraba que las mujeres eran mejores educadoras, porque la sociedad relacionaba su trabajo de educadoras y de cuidadoras de niños al del rol materno. Esta visión de la “madre educadora” se ha naturalizado en la sociedad y continúa arraigada en nuestra cultura.  

El orden social de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se fundaba en un orden natural basado en vínculos que establecían jerarquías de poder. Pueden mencionarse los aportes del Dr. Peter McLaren, uno de los fundadores de la Pedagogía Crítica, quien explica que en la actualidad, hay un predominio de una cultura sobre otras ante el avance de ideologías neoconservadoras. El autor toma el concepto de blanquitud, que dice que un sector de la sociedad tiene más derechos, más privilegios o más acceso a servicios que otro sector social, y que esta es una forma de dominación oculta.




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