Si bien es un hecho que la feminización de la profesión docente en las escuelas públicas de CABA se puede comprobar estadísticamente, no se ha investigado concienzudamente cuáles son las causas sociohistóricas que llevan a esta situación. En este proyecto se compara la especificidad de la función docente en el momento del surgimiento del sistema educativo nacional y de la consolidación de la sociedad y del Estado moderno con la situación educativa actual. Se hace un recorrido histórico, para buscar semejanzas y diferencias en el ámbito educativo:
A mediados del siglo XIX, el proyecto progresista que llevaría a transformar a la Nación Argentina en un territorio habitado por una heterogeneidad de individuos, provenientes de diferentes naciones y culturas, suponía lograr una integración cultural y moral de todos los habitantes. Este objetivo se implementó para conformar un sistema educativo acorde a las circunstancias.
La implementación de un sistema que garantizara la educación y que logre la homogeneidad de los habitantes, se convirtió en una política de Estado. La formación sistemática de maestros y maestras se concretó con la formación de las escuelas normales. Estas instituciones fueron las encargadas de formar especialistas que pudieran transformar la heterogeneidad cultural y social. Asegurándose así, un proceso unificador de vínculos culturales. El cuerpo de maestros y maestras así formados sería homogéneo e intercambiable.
Si se comparan las prácticas educativas previas a la intervención del Estado que fomentaba la educación masiva, es posible destacar su informalidad y su espontaneidad. Este tipo de educación se desarrollaba principalmente dentro de los hogares y estaba en manos de las madres. Ellas cumplían una función no remunerada de cuidadoras y educadoras y este era un contrato social implícito en la época. Las diferencias sociales entre las clases adineradas y las conformadas por trabajadores ponían en evidencia el privilegio de unos pocos niños varones que podían estudiar para acceder luego a estudios superiores.
Por otro lado, cuando la educación de la ciudadanía quedó en manos del Estado, se formalizó la enseñanza para lograr transformar la heterogeneidad social y cultural. Se construyó así, un modelo de Nación, a través de la implementación de una educación formal, gratuita y obligatoria. A partir de ese momento, pudieron estudiar los niños y las niñas y se formaban tanto maestras como maestros en las escuelas normales. Se privilegió la educación de maestras con la creación de escuelas normales para señoritas, ya que se consideraba que las mujeres estaban mejor dotadas que los hombres para realizar una tarea eminentemente educadora.
También, se consideraba a la mujer más adecuada para transmitir sentimientos como el amor por la patria y para poder preservar tradiciones culturales. Si bien, se la consideraba más apta emocionalmente, es cierto, que en la Conferencia de graduados de la Escuela Normal de la Capital se destacaban las cualidades femeninas relacionadas con la seguridad emocional, pero, al mismo tiempo, se menospreciaban sus capacidades intelectuales frente a las de los hombres. Pese a ello, se consideraba a las mujeres mejores educadoras.
Cabe destacar, que la mujer inicialmente era la principal encargada de la educación de los niños en el ámbito familiar, mientras que la maestra asumía esta tarea en el ámbito escolar, porque socialmente se la consideraba más apta para el contacto con los niños.
Una sustancial diferencia entre la sociedad actual y la de finales del siglo XIX y principios del siglo XX es que las mujeres se incorporaron a las fuerzas de trabajo. Tanto las madres como los padres son los que trabajan fuera del hogar, pero es un hecho que las madres suelen ser las que acompañan la educación de sus hijos. La pandemia del 2020, dejó en evidencia que, en la mayoría de los hogares de CABA, son las madres las que se conectan junto con sus hijos para ayudarlos en sus tareas escolares y los acompañan en sus clases virtuales.
La brecha de género colocó desde un principio a la mujer en la base de una pirámide salarial jerárquica, ya que muchos hombres que estudiaban en las escuelas normales dejarían la profesión docente, para continuar sus estudios superiores o buscar mejores empleos. Por lo cual, aquellos que permanecían en sus puestos de maestros eran promovidos a posiciones jerárquicas con mejores salarios y mayor prestigio social. Nuevamente, se puede comparar la disparidad laboral entre hombres y mujeres que mantenía la naturalización de la idea de que el hombre era superior a la mujer.
En la actualidad, el mundo del trabajo muestra un panorama de desigualdad de género. Para un mismo puesto de trabajo, los profesionales hombres suelen ganar hasta un 30% más que sus colegas femeninas y la riqueza productiva está mayoritariamente en manos masculinas.
El Estatuto del Docente logró equiparar la diferencia de género, con lo cual se lograron ascensos por méritos y los salarios de las mujeres se equipararon a los de los hombres al ocupar un mismo puesto en educación. Se puede inferir, que el piso salarial docente es el mismo para hombres y mujeres, pero se mantuvo bajo por ser la docencia un trabajo predominantemente ejercido por mujeres.
Por otro lado, la brecha de género convierte a la profesión docente en menos atractiva para los hombres, ya que otras profesiones les ofrecen mayores salarios y no ocurre lo mismo con las mujeres. Esto puede explicar por qué la mujer para un mismo puesto consigue un salario menor que el del hombre.