-Me encanta el sol-
-¿Por qué?. sólo es el sol. -Preguntó él girando su cara para verla.
Estaban sentados en unas escaleras de una pequeña plaza. Ella estaba medio tumbada, para que el sol le diera por todos los lados. Había decidido llevarla allí porque, si la llevaba a cualquier otro lugar, lo más probable es que alguien les viera y por alguna razón, no quería que eso pasara.
-¿No vas a responderme?.
-No.
-Tengo curiosidad… , ¿cómo pudiste salir sin que te siguieran?- Questionó Edward.
-Somníferos. -Contestó simplemente.
-Una explicación de algo más que una palabra, ¿por favor?.
-Creí que eras lo suficientemente listo como para entenderlo, ahora veo que no. -Dijo ella mirándole con una sonrisa a lo que él respondió con una mirada impaciente. -Simplemente le puse somníferos a mi padre en el café. Ya sabes, en cuanto su cabeza ha tocado la mesa toda la guardia ha corrido hacia él para asegurarse que se encontraba bien, al ver que no despertaba, han tenido que llevárselo al hospital, y a mi padre nadie le deja solo, así que ha sido una buena oportunidad para escapar-
-Interesante, es un buen truco.
-Sí bueno, después de toda una noche de divagaciones, algo se me tendría que ocurrir, ¿no?-
Él simplemente asintió. Hacía por lo menos una hora que se encontraban ahí y realmente no habían hecho nada, ella tomaba el sol y él simplemente la miraba.
Podemos mirar a todos lados, podemos mirar a alguien o a algo, pero solo vemos realmente aquello que nos importa, o nos intriga.
-¿Por qué quieres hacer esto?.
-Creí que te lo había dejado bastante claro ayer… , no quiero seguir con esta vida, y mi padre está empeñado en que lo haga… . - Dijo ella cansada de tener que repetirlo.
-No me refiero a éso. -La interrumpió él. -Quería decir, de todos los sitios a donde podríamos haber ido, ¿por qué has escogido Roma?, vives aquí desde siempre, ¿por qué querrías ver algo que ya has visto?.
-A veces creo que no me escuchas cuando hablo. Nunca he visto Roma. -Dijo bajando la cara.
-¿Nunca?- -Dijo él sorprendido.
-No.
-Entonces debo suponer que ésta es tu primera vez… . - Dijo él levantándose con una sonrisa torcida en la cara.
-Pues sí.
-¿Y qué hacemos aquí sentados? Roma nos espera!. -Y le tomó la mano, levantándola del suelo.
Debido a ese movimiento brusco ella se tropezó con un escalón, pero antes de que pudiera caer, la mano que le agarraba estaba firmemente tirando de ella, acercándola a algo cálido, un cuerpo, Edward. Se separaron rápidamente y ella musitó un casi inaudible gracias mientras un rubor escarlata subía a sus pálidas mejillas. Él lo decidió, le encantaba cuando se sonrojaba.
-Y, ¿adónde quiere usted llevarme señorito Cullen?. -Cortó ella el silencio.
-Oh no, por favor, llámame Edward, odio mi nombre… . -Dijo imitándola.
-¡Eh!. -Se quejó Bella mientas le daba un golpe juguetón en el brazo. -Tú no tienes porque odiar tu nombre, es bonito, pero el mío es simplemente… .
-Precioso. -Ella simplemente rodó los ojos ante ese comentario.
-Llévame, a donde sea.
-De acuerdo.
-Esta vez no se subieron a la moto, Edward iba a llevarla a un sitio bastante cercano a donde se encontraban, era una pequeña colina que se encontraba a las afueras de Roma, a unos dos minutos a pie. Lo más bonito de todo era que, desde allí, podía observarse toda la ocupada ciudad desde un punto de vista precioso, tenía la impresión de que a Bella le encantaría.
Iban tomados de la mano. Como él ya sabía, Roma era una ciudad demasiado bulliciosa, incluso en las afueras, y algo le hacía querer asegurarse de que Bella no se separara de él, de que estuviera bien. Seguramente sería por el miedo de perder a su objetivo y que otro se alzara con la victoria.
O seguramente se trataba solo en el hecho de que Edward no quería soltar su mano. Si bien el tacto es uno de nuestros menos utilizados sentidos, un roce, una caricia o simplemente tener la mano tomada con alguien, puede despertar muchos más sentimientos que una imagen, un olor, un sonido o un sabor.
-Es precioso. -Decía ella mientras se sentaba en la hierba. Sabía que eso ensuciaría su vestido, y que no habría modo de quitar esas manchas después, pero no le importaba. Las vistas desde allí eran fantásticas, la dorada Roma bajo sus pies, con toda esa gente que ahora quedaba reducida a simples puntos.
-Sí, lo sé, vengo aquí siempre que necesito pensar o relajarme. -Contestó él mientras se sentaba a su lado.
Pasaron un rato contemplando la gran ciudad hasta que ella habló.
-¿Sabes por qué me gusta el sol?.
-¿Eh?. -Él se sorprendió con esa pregunta.
-Me hace sentir libre. Nunca, en todos los años que llevo viviendo, he salido a que me de el sol. He estado encerrada en casa, sin saber que hacer, ni poder hablar con nadie. No he tenido vida. El hecho de saber que el sol me alumbra, me hace sentir libre. Sé que estarás pensando por qué te estoy contando todo esto, y la verdad es que ni siquiera yo lo sé, ¿sabes?, miro hacia atrás y lo único que veo es que no he vivido nada, es triste decirlo pero, hoy está siendo el mejor día de mi vida y lo estoy pasando con la persona que va a matarme. -En los labios de la chica se asomó una sonrisa triste. -Y aun así, no puedo dejar de sentirme feliz por ser, por primera vez, capaz de hacer algo yo misma. Sé que mi padre no me ve así, pero si pudiera por lo menos mostrarle quien soy.
-Él no sabía que contestar, pensaba que la vida de Bella había sido de color de rosa. Todo el mundo hablaba de ella como la gran mimada de Charlie Swan, la niña que tenía todo lo que quería y que siempre era feliz, pero no era así, y él acababa de oírlo.
-Muchas veces, deseo no ser quien soy, deseo haber nacido en cualquier otro sitio con cualquier otra familia, no ser parte de lo que soy. -Siguió diciendo ella. -Estoy harta de ser el punto débil de alguien. ¡Porque, dios!, ¡solo soy éso!, ¿acaso alguien me ha tomado en cuenta por quien soy?. ¿Alguien habla de mí como Bella Swan a secas?, ¿sin mencionar a mi padre ni a toda esta mierda de la mafia.?. -Hizo una pausa. -Escucha, perdona que te lo esté contando todo a tí, no es mi intención agobiarte ni hacerte pensar que soy una víctima del cruel destino que me ha tocado vivir, pero eres la primera persona con la que siento que puedo hablar de ésto y, no sé, puede que me equivoque, pero necesitaba decírselo a alguien.