Decepción, venganza, rencor, todos esos sentimientos traen un gran amigo detrás para que les haga compañía. El dolor. El dolor es, sin duda, el más experimentado de los sentimientos, el más sentido. Si bien mucha gente cree que es el amor, no nos engañemos, sentimos más dolor que amor. El amor y el dolor van ligados, como el alcohol y la resaca, pero estos son mucho peores. En el amor todo es de color rosa, todo es perfecto, eres feliz y crees que esa felicidad nunca va a terminar. Y un día, sin que ni siquiera te des cuenta, el amor decide irse y dejarte solo. Pero para que no te sientas tan solo trae a su mejor amigo, el dolor, que por mucho que insistas en que se vaya es fiel, y no se va. Nunca.
{1}.
Sentía algo que podía calificarse como más que dolor. Había estado corriendo durante toda la noche y ahora lo único que sentía era su corazón latir y latir con más y más fuerza cada segundo, como si quisiera salirse del pecho, como si no perteneciera a ese lugar. Y no lo hacía. Ese corazón latente para ése entonces ya estaba muy lejos de allí, en el lugar donde estuviera la mitad que le faltaba. Aún no podía entender por que la vida le quitaba siempre todo lo bueno que le daba. Ella era una de las únicas cosas que valían la pena en su vida, pero como siempre, tenía que desaparecer, escaparse de sus manos mientras él, impotente, sentía como se le iba un trozo de alma con ese adiós.
-¿Dónde has estado?. -Preguntó su hermano en el momento en el que el chico entraba por la puerta de entrada.
-He ido a dar una vuelta.
-Tienes trabajo que hacer, no sé en que tonterías has estado metido estos últimos días, pero será mejor que recuperes todo lo que tienes que hacer, no podemos permitirnos ir retrasados por tu culpa Edward.
-Sí, lo siento. –Dijo el chico sin levantar la vista del suelo.
-Hermano, ¿pasa algo?.
-Como tú has dicho, solo son tonterías. –Pero ni él creyó esas palabras.-Voy a trabajar. –Y sin ni siquiera levantar la cabeza, pasó de largo y se dirigió al despacho al que a partir de ese momento tendría que llamar trabajo.
No se había levantado de la cama, no tenía fuerzas, y la verdad es que tampoco quería. Había sido una tonta ideando sus estúpidos planes para librarse de la vida que llevaba, lo único que había conseguido era herirse, y herir a alguien más en el camino. ¿Por qué tuvo que acudir a Edward?. ¿Por qué tenía que ser él el que se encontró ese día?. ¿ Por qué tuvo que enamorarse de él?. Podría haberlo hecho todo mucho más fácil, podría haber escapado una de esas noches, o mejor, podría haberse entregado a cualquiera para que la mataran. Sonaba sádico, pero ella pensaba que ésa hubiera sido la solución. Durmió para no pensar, para no recordar. Durmió todo el día, para soñar.
{2}.
-Señorita, tiene que comer algo, su padre y su futuro marido. –La chica se estremeció ante esas palabras. –Están preocupados por usted, creen que esta enferma, les preocupa seriamente su salud.
-Agradezco seriamente tu preocupación hacia mi persona, Margaret, pero no tengo hambre, y por más que insistas, o insista mi padre, no voy a comer si no tengo hambre
-Pero lleva un día y medio sin comer, algo de hambre debe de tener.
-¿Tan difícil de entender es que no tengo hambre?. -Acabó chillando la chica.
-Lo siento. -Dijo una Margaret incómoda. -Le dejaré la comida aquí por si acaso, siento haberla molestado. -Y dicho ésto salió por la puerta.
Perfecto. Había herido a otra persona, si bien no era que en esos momentos le importara mucho, Margaret había sido lo más parecido a una madre que ella había tenido. Y ahora le había chillado como una niña rica y mimada, bueno, ese no era el concepto adecuado, pero le había chillado como una tonta solo porque ella se preocupaba por ella. Damas y caballeros, os presento la máquina de herir Swan. ¿Cuántas van a pedir?.
Su hermano tenía razón, tenía demasiado trabajo acumulado. Por una parte eso era malo, realizar todo ese trabajo en tan solo una semana, límite que le había impuesto su hermano por la anterior semana de trabajo perdida en "tonterías" iba a ser un castigo mortal, pero por otra parte era bueno, su trabajo era tanto que ni siquiera podía concentrarse en otra cosa. Bueno, si podía, pero intentaba no hacerlo, con poco éxito. El rostro de Bella se le aparecía cada vez que cerraba los ojos, su cara, su pelo, la lluvia, todo. Todo era desesperadamente igual que ella, todo era ella. Quería verla, necesitaba verla. Pero debía trabajar e, igualmente, ella no hubiera querido verle.
Sufrimos simplemente por arte; Por naturaleza, por impacientes. Sufrimos por ceguera, por la guerra, por la muerte; por impotencia ante los actos repetitivos de la gente.Sufrimos por torpes, incapaces e hirientes; Por no aprender de los errores del pasado y el presente. Ante el paso de los años sufrir nos hace más fuertes, si logramos sobrevivir la asfixia a la que nos somete.
{3}.
Hacía sol. Pero eso ya no importaba. Ni el cielo, ni las calles, ni incluso la misma Roma tenían el mismo color de antes. Era sorprendente como había cambiado todo, como una persona puede cambiar tantas cosas en nuestro mundo, o más bien dicho, como puede pasar a ser nuestro mundo.
Había dormido por primera vez desde hacía ya tres días. Sus ojos ya no aguantaban más, y aunque él luchaba con tal de que sus parpados se mantuvieran subidos, acabó sucumbiendo a aquello de lo que había estado huyendo. No quería dormir, se negaba a hacerlo. Porque sabía que la vería, que volvería a sentir el tacto de su piel y de sus labios, que volvería a él ese dulce aroma que ella emanaba, que ella volvería a él de la más dolorosa de las formas. En sueños. En un cuerpo que él nunca podría tocar y mucho menos sentir. Y mientras el día brillaba con todo su esplendor un pobre chico suspiraba un nombre mientras su cabeza reposaba en finos papeles escritos.
-Bella… .