Mafia King

capitulo 3

futura señora King

La noche cayó lentamente sobre la ciudad, pero las luces del edificio seguían brillando como un monumento al lujo y al poder. El evento había terminado oficialmente, los invitados se retiraban con copas vacías y rumores nuevos que alimentar. nuestros padres aún conversaban con figuras clave detrás de puertas cerradas.

Y ellas, por primera vez en toda la velada, estaban solas.

La sala privada en la planta superior tenía ventanales que daban al skyline iluminado. La habitación era sobria pero opulenta: sofás de terciopelo, paredes de mármol claro, una mesa baja con botellas de cristal tallado, y una lámpara antigua colgando del centro, como una luna de cristal.

Catalina se quitó los tacones con un suspiro y se dejó caer en el sofá.

—Juro que si alguien me llama "la futura Rosier" otra vez, vomito encima de sus zapatos —gruñó, masajeándose los pies.

—Sería histórico —rió Alexia, aún con las mejillas ligeramente sonrojadas. Se sentó a su lado y le robó una copa medio llena—¿Puedes creer que dijeron mi nombre como si fuera... una coronación?

—Lo fue —murmuró yo, apoyada contra el marco de la ventana. No me había movido desde que entre. Miraba la ciudad como si pudiera descomponerlo pieza por pieza, como si ya pensara en cómo controlar cada rincón de ella—Para todos los presentes... ya somos reinas. Solo falta que nos den la corona.

Catalina me miró desde el sofá, notando ese brillo de ambición en su hermana. Uno que conocía demasiado bien.

—¿Tú querías esto, Roxy? —preguntó en voz baja—¿De verdad?

yo desvió la vista de la ventana. Camine hacia ellas con pasos suaves y me siento en el borde del sofá, sorbiéndome un poco de vino tinto. mi ropa brillaba bajo la luz, mi peinado seguía intacto. Pero había algo tenso en mis ojos. Algo que no había mostrado frente al mundo.

—No lo sé —confesé al fin—No sé si lo quería... pero lo esperaba. Lo soñé. Desde que éramos niñas, sabíamos que esto llegaría. El apellido, el linaje, la herencia. Nunca fuimos libres. Solo... entrenadas para esto.

Un silencio cayó entre las tres, pesado pero honesto.

—Nikolai... —susurró Alexia, bajando la mirada—Así se llama. Es extraño. Pensé que me aterraría más. Pero cuando sus padres me sonrieron... fue como si algo se acomodará dentro de mí.

Catalina alzó una ceja, burlona.

—¿Ya estás enamorada, Lexi?

—¡No! —rió ella, tapándose la cara—Solo dije que no fue tan horrible.

—Yo sí estoy aterrada —dijo Catalina en un suspiro más grave—Los Rosier... son fríos. Como estatuas. Cuando uno de ellos me miró, sentí que me congelaba por dentro. No sé si podré vivir con eso... si podré dormir tranquila junto a ese hombre.

tome un trago largo. Luego alzó la copa hacia mis hermanas.

—No dormiremos tranquilas, Cata. Ninguna de nosotras. Pero no estamos solas. Y si el mundo se atreve a tocarnos... tendrá que responderle a las tres.

Las miró con una sonrisa calma pero letal.

Alexia asintió. Catalina sonrió apenas, aunque sus ojos mostraban la verdad: miedo, sí. Pero también fuerza.

—Juntas —dijo Alexia—.

—Siempre —afirmó Catalina—.

—Hasta el final —cerré yo—.

Las copas tintinearon en la penumbra.

Y así, lejos de las multitudes y las luces, nacía un pacto silencioso entre tres hermanas destinadas a gobernar el crimen, cada una en un trono distinto... pero unidas por la misma sangre, el mismo nombre, y el mismo fuego.

Catalina fue la primera en romper el silencio.

—¿Se acuerdan...? —dijo mientras se acomodaba a mi lado—Cuando fuimos al viñedo del sur, yo tenía once, tú trece, y Alexia apenas nueve...

La sonrisa se me escapó sin permiso. Era pequeña, pero real.

—Cuando lexi se cayó en el barril de uvas —le respondí, mirando hacia la ciudad iluminada bajo nosotros—Parecías un racimo ambulante durante dos días.

Alexia se cruzó de brazos con falsa molestia, pero la vi sonreír.

—¿Y qué querían que hiciera? Nadie me ayudaba. Mamá dijo que no llorara, que llorar era de débiles. Ustedes fueron las únicas que me sacaron de ahí.

—Porque siempre hemos sido así —dije en voz baja—Solo nos teníamos a nosotras.

El silencio volvió, pero esta vez era cálido, no incómodo. Catalina, con esa mezcla de acidez y ternura que la define, se estiró para tocar el cabello de Alexia con gesto distraído.

—¿Alguna vez han pensado... cómo habría sido nacer en otra familia?

—Todo el tiempo —dijo Alexia, bajando la mirada—Si no fuéramos piezas de ajedrez. Si no estuviéramos prometidas como monedas raras. Si solo fuéramos... hermanas normales.

—"Normales" —repetí con una pequeña carcajada seca—No nacimos para lo normal. Pero tampoco para estar solas en esto.

Catalina me miró de reojo. Sus ojos, oscuros y brillantes, eran más transparentes de lo que a ella le gustaba admitir.

—Tú siempre fuiste la fuerte —me dijo—La que sabía qué decir cuando mamá tenía esos días en que todo temblaba. La que calmó a Alexia cuando soñaba con fuego. La que me detuvo cuando quise saltar del balcón porque pensé que me iban a separar de ustedes, cuando fuera al internado.

Sentí el nudo en la garganta antes de que pudiera detenerlo. Lo disimulé, como siempre, con un pequeño suspiro.

—No era fortaleza. Era miedo. Si yo me caía... ¿quién las protegía?

Alexia, sin decir nada más, se arrodilló frente a nosotras. Puso sus manos sobre nuestras rodillas, como si con eso pudiera sellar algo.

—Ya no tienes que cargar con todo —me dijo—Ya no estamos solas. Esto lo hacemos juntas. Nosotras contra el mundo, ¿sí?

No respondí enseguida. La miré. A ella, a Catalina, y me vi reflejada en ambas. Mis hermanas, Mis aliadas. Mis únicas debilidades.

Las abracé. A las dos. Y por un segundo que ojalá hubiera durado una eternidad, no fuimos las futuras reinas de tres imperios criminales. No fuimos King, Rosier, ni Garden. Solo fuimos Roxy, Cata y lexi. Tres niñas que nunca dejaron de amarse, aunque el mundo intentara romperlas.




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