Mafias Peruanas

Capítulo 15: "La frecuencia prohibida"

La lluvia golpeaba el techo de calamina del viejo almacén del puerto. El mar, embravecido, chocaba contra los muelles como si también quisiera borrar cualquier rastro de los que se ocultaban allí. Ramos, Dorian y Lucía se habían refugiado en ese lugar desde la fuga por el túnel.

No podían usar teléfonos, ni tarjetas, ni asomar la cabeza en las calles vigiladas. El Coronel Valdés había puesto precio a sus vidas, y hasta los pescadores sabían que hablar de ellos era peligroso.

—Así no podemos seguir —dijo Lucía, secando su cabello con un trapo—. Necesitamos que alguien allá afuera cuente nuestra versión antes que Valdés la entierre bajo mentiras.

Ramos no contestó. Seguía mirando un pequeño aparato de radio, viejo y oxidado, que había encontrado en una caja junto a redes rotas. El dial estaba marcado con un punto rojo en la frecuencia 92.3 FM.

Esa noche, mientras la lluvia arreciaba, encendieron el aparato.
Entre interferencias y estática, una voz grave, casi susurrada, rompió el silencio:

> “Aquí Radio Sombra. Aquí no hay censura, ni cadenas, ni ministerios. Aquí hablamos lo que el poder teme. Esta noche… tenemos pruebas del dinero sucio que circula desde el Congreso hasta las calles de Lima…”

Dorian abrió los ojos.
—¿Escuchaste eso? —preguntó—. Ese tipo sabe lo que está pasando.

Lucía frunció el ceño.
—O es una trampa.

Pero Ramos sonrió por primera vez en días.
—No… Es nuestra oportunidad.

Horas después, un contacto de confianza les consiguió una dirección: un viejo edificio en Barrios Altos, donde funcionaba la emisora pirata. Para llegar, debían cruzar tres retenes militares y evadir cámaras en avenidas principales.

En la madrugada, vestidos como obreros del puerto, se infiltraron por callejones y patios traseros. El edificio estaba oscuro, pero una luz débil parpadeaba en el último piso.

Cuando tocaron la puerta metálica, una voz detrás preguntó:
—¿Vienen con la verdad… o con las balas?

—Con ambas —respondió Ramos.

La puerta se abrió.

Dentro, el estudio era un caos: cables colgando, micrófonos viejos, una consola cubierta de polvo. Frente a ellos, un hombre delgado, con barba descuidada y mirada alerta, los observaba.
—Me dicen Faro. Ustedes son los fantasmas de Valdés, ¿verdad?

Lucía se adelantó.
—Venimos a destapar lo que él esconde.

Faro encendió una grabadora y asintió.
—Entonces prepárense… porque una vez que digamos sus nombres al aire, no habrá vuelta atrás.

El reloj del estudio marcaba las 02:17 a.m. Faro puso la señal en vivo. Una luz roja sobre el micrófono comenzó a titilar. Ramos, Lucía y Dorian se acomodaron frente a los micrófonos, mientras en la consola una onda verde subía y bajaba con cada respiración.

Faro habló primero, con esa voz grave que imponía silencio:

—Radio Sombra al aire. Esta noche, los fantasmas tienen nombre y rostro. Están conmigo quienes el coronel Valdés quiere hacer desaparecer. Ellos vienen a contarles la verdad sobre las mafias que mueven a este país como títeres…

Ramos tomó aire, y comenzó.
Su voz no temblaba:
—Valdés no es un héroe. Es la pieza clave de una red que involucra a congresistas, empresarios y oficiales corruptos. Lo sé porque lo vi. Lo viví. Y tengo las pruebas.

Lucía colocó sobre la mesa una carpeta abultada. Faro la abrió y encontró copias de contratos inflados, transferencias bancarias y fotografías de reuniones clandestinas.

—Esto… —susurró Faro— …es dinamita.

Mientras tanto, en el Comando Central, Valdés escuchaba la transmisión desde una radio militar. Un teniente entró corriendo:

—Señor, localizamos la señal. Proviene de Barrios Altos, edificio antiguo en Jirón Ancash.
Valdés se levantó de golpe.
—Muévanse. Quiero a esos tres… vivos si es posible. Pero quiero la grabadora intacta.

De vuelta en el estudio, Faro daba paso a llamadas anónimas. La línea se saturaba. Una mujer llorando dijo:
—Mi hermano desapareció después de denunciar al congresista Romero… ustedes son la primera voz que me escucha.

Un hombre con tono quebrado contó:
—Trabajo en aduanas… las órdenes vienen de arriba… nunca supe cómo hablar sin morir.

Ramos escuchaba cada palabra y sentía que la ciudad empezaba a despertar.

Pero en ese instante, Dorian vio algo por la ventana.
—Luces… camionetas negras… ¡Vienen hacia aquí!

Faro no dudó.
—Tomen las cintas. Usen la salida trasera. Yo seguiré hablando.

Lucía quiso protestar, pero Faro ya hablaba de nuevo al micrófono:
—Si me cortan, si no me escuchan mañana… sepan que hoy dije la verdad. Y que los fantasmas… siguen vivos.

En la calle, las sirenas se mezclaban con el rugido de los motores. Ramos y su equipo corrían por un pasadizo húmedo, mientras arriba se escuchaban golpes contra la puerta del estudio.

Cuando el primer grupo de soldados irrumpió, Faro levantó las manos… pero alcanzó a pulsar un botón que lanzó la transmisión en bucle por las siguientes horas, asegurando que la voz de la denuncia no se apagara tan fácil.

La humedad de los muros antiguos se pegaba a la piel. Ramos, Lucía y Dorian corrían agachados, esquivando charcos y bolsas de basura apiladas. El pasadizo desembocaba en una callejuela angosta, apenas iluminada por un farol parpadeante.

—¡Por acá! —gritó Lucía, señalando un arco de piedra que daba a otro callejón más estrecho.

El rugido de motores y el chirrido de frenos resonaron detrás. Se escucharon órdenes secas:

—¡Divídanse! ¡Quiero un cordón en cada salida! —era la voz de Valdés, amplificada por la radio de un soldado.

Dorian giró y vio la silueta de tres uniformados entrando al pasadizo. Sin pensarlo, levantó un pedazo de tubería oxidada y golpeó el piso con fuerza, haciendo eco. Los pasos se aceleraron.

—¡Vamos, vamos! —apremió Ramos.

Un disparo rompió el silencio, impactando contra la pared a escasos centímetros de la cabeza de Lucía. Los tres se lanzaron hacia la oscuridad, corriendo hasta toparse con un portón de madera maciza. Ramos golpeó.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.