Wreich, un viejo y desolado pueblo.
Un lugar aparentemente olvidado, pero, que a pesar de su escalofriante apariencia, albergaba una de las fuerzas más poderosas del mundo mágico.
Un pueblo que se ha convertido en el destino del director Albus Dumbledore, al cual varios magos y conocidos suyos nunca podrían visualizar por calles tan oscuras. Sin embargo ahí se encontraba, por el sendero abandonado, con el viento soplando en contra de su trayectoria, moviendo su abultada barba.
Al momento en el que finalmente logro encontrar su objetivo tomó de su bolsillo unos cuantos caramelos de limón y rápidamente se encamino a la pequeña casa que se encontraba a un par de metros de distancia, toco la puerta y espero. Mientras el tiempo pasaba se dedicó a observar con detalle los alrededores - parece un lugar tranquilo - pensó el director, aunque aquellos pensamientos de serenidad se vieron opacados por el chillido de una puerta al abrirse, dirigió su mirada al frente y se topo con una joven, de piel blanca como la porcelana, pelo castaños y ojos un tanto peculiares.
—¿Qué se le ofrece? –pregunta la joven con evidente molestia hacia el director.
—Realmente quiero muchas cosas... Y usted me ayudará a cumplirlas –respondió con un aura de misterio que de cierta forma intrigo a la muchacha.
Con cierta duda, que evidentemente fue superada por su curiosidad la chica lo dejó pasar, aunque aun manteniéndose alerta ante cualquier movimiento.
La casa podía resultar demasiado engañosa, después de todo por fuera aparentaba ser pequeña y vieja, pero rápidamente Albus Dumbledore se dió cuenta de que sólo era eso, una apariencia.
Las paredes se encontraban cubiertas de una reluciente pintura de color gris, las ventanas estaban cubiertas por lo que parecían ser espejos con diseños opacos sobre ellos, el piso era en su totalidad una comoda alfombra de color negro, todo en armonía con los muebles de roble cuyo delicado matiz de tonos blancos daban una sensación de un frío abrasador.
—¿Porqué cree que puedo o quiero ayudarlo? –pregunta de espaldas, mirando directamente la chimenea que parecía nunca haber sido usada.
—Yo se que me ayudara. Se que es consiente de sus... capacidades, y de igual forma se que son formidables –respondió el hombre con calma y una expresión neutra, todo mientras saboreaba sus amados caramelos.
—Cre-creo que se equivocó de persona, yo sólo soy una chica mug... Muy común –la forma tan nerviosa con la que hablaba y aquel pequeño pero significativo error fue lo que confirmó las sospechas les barbudo Albus.
—Se lo difícil que ha sido su vida –la chica lo miro incrédula– pero estoy seguro que podré contar con su ayuda. Verá en mi mundo, nuestro mundo –se corrige– sucedieron cosas terribles, incontables muertes a ordenes de un sólo mago. Sin embargo hace ya cinco años un pequeño niño le obligó a irse.
—Sí ya lo ha derrotado ese niño ¿para que me necesita a mi? Después de todo, incluso han pasado años desde el suceso.
—Pero estoy convencido de que aquel mago volvera a surgir, incluso tal vez con mayor fuerza. Quiero que me ayude a proteger a Harry Potter.
—Entonces, ¿seré un especie de niñera? Porque no hay mucho más que pueda hacer.
—No exactamente, creo que su poder ayudará al pequeño a encontrar su camino hasta poder cumplir su destino y vencer a Lord Voldemort.
—Debería saber que por más "formidables" que crea que son mis habilidades quedará decepcionado, déjeme explicarlo –tomó asiento en una silla metálica, a simple vista incómoda y aún más fría que el ambiente general de la casa– Usted está en lo correcto, poseo mucho poder pero con límites. Puedo crear tormentas, puedo crear objetos e incluso curar huesos con el más ligero movimiento, pero no puedo matar, tampoco traer a alguien de la muerte. Es tanto el poder que poseo que puedo viajar a lugares lejanos, incluso tiempos pero sólo eso pues si intentó quedarme o de alguna manera alterarlo seré yo quien pague el precio, que créame no es bajo. De forma más simple puedo hacer todo y nada por igual, cosas un tanto inútiles en una batalla a muerte.
—Lo se, pero estoy convencido de que será más que suficiente. Por favor Margaret, si aceptas al fin serías parte del mundo al que perteneces.
—Bien, acepto –dijo sin expresión alguna– pero sigo sin entender como lo ayudaré.
—Quiero que estudies junto con el en mi colegio; El colegio Hogwarts de magia y hechicería, adoptando una nueva identidad como mi nieta.
—Pero usted dijo... –trato de recordarle el impedimento de edad.
—Se lo que dije, así como se lo que acabas de ver, legeremancia ¿no es así? Me sorprende la naturalidad con que la manejas. Por tal motivo ya sabes como espero que logre ayudarme y te ruego que aceptes mis condiciones.
—¿Porqué usted impone condiciones si es quien busca mi ayuda? –pregunta un tanto molesta.
—Porque señorita, aquí el director soy yo. Y usted será tanto mi alumna como mi nieta.
Editado: 06.11.2019