Capítulo 10: Un miedo, un troll y un misterio. Primera parte.
Maggie se encontraba aún inconsciente en la enfermería, a su lado estaban la mayoría de los profesores mientras que los demás se encargaban del alumnado.
La mente de los presentes sólo estaba ocupada por dos cosas: preocupación y cuestionamientos.
— ¿Que pasó? – pregunto una somnolienta y confundida niña.
— ¿No recuerdas lo que te paso Maggie? – pregunta intrigado su abuelo.
— Realmente no, yo sólo caminaba junto al lago y... no, nada más.
— Eso debemos investigarlo – asegura su tía Minerva.
— ¿Durante...? ¿Durante cuanto tiempo me fui?
— Basta con decirte que mañana es el banquete de Halloween.
— ¡Dios mío! – en ese momento ella ya no pudo más, las lágrimas salían sin ningun control, su rostro a volvió frío y pálido algo que alternó a varios de los presentes, aunque no a todos.
— Calma Maggie – le dijo su abuelo mientras le daba leves golpes en la espalada – respira y no te alteres o cosas malas podrían pasar.
— Supongo que si... – respondió con resignación.
•°•°•°•
Durante la tarde en el despacho del director se desarrollaba una acalorada discusión entre Minerva, Severus, Sivda y el mismísimo Albus.
— ¡Tenemos que ayudarla!
– ¡Tenemos que cuidarla!
- ¡Tenemos que...!
— ¡Silencio! – Bramo el director con una expresión de furia no muy común en el – Yo seré quien lo decida.
— Pues hasta ahora no has manejado el asunto precisamente bien.
— Ya, lo entiendo Siv, pero tampoco lo hago tan mal, tu mejor que nadie deberías entender cuáles son mis intenciones y que manejó la situación como es debido.
— Puedes hacerlo mejor y lo sabes Albus – reclamo el ExSlytherine – de lo contrario no hubiese desaparecido.
— Tu tampoco eres el más indicado para reprochar.
— Lo se, pero ya no lo puedo evitar – dijo con cierto aire misterioso justo antes de irse del despacho.
— Entonces no mentias Albus - preguntaron atonitas y algo alteradas las mujeres presentes.
— Claro que no y me alegro por eso.
•°•°•°•
A la mañana siguiente, Maggie decidió que lo mejor sería ir a clases para despejarse y no pensar tanto en lo que pudo haberle pasado en el tiempo que no recordaba. Así que se apresuró y camino directo al aula de encantamientos donde sólo estaba su tío filius.
— ¡Tío! – grito alegre la pequeña mientras corría para abrazarlo – hoy asistire a tu clase.
— Me alegro tanto de que quieras venir a mi clase como del hecho de que estés sana y salva.
— Ni me lo recuerdes – responde la niña aún un poco alterada – Pero eso ya no importa, ¿te molesta si me quedo a tu lado durante la clase?
— Claro que no, incluso puedes ayudarme a demostrar el hechizo de hoy.
Ante esto Maggie simplemente sonrió y miro al frente percatandose de como los alumnos que entraban la miraban extrañados y sumamente curiosos, tal vez queriendo preguntar donde había estado durante ese tiempo, aunque ella sólo quisiera olvidarlo.
Su tío Flitwick puso a la clase por parejas para que practicaran. La pareja de Harry era Seamus Finnigan. Ron, sin embargo, tuvo que trabajar con Hermione Granger. Un hecho que divertía a Maggie, a sabiendas del carácter de esos dos. Era difícil decir quién estaba más enfadado de los dos.
— Y ahora no se olviden de ese bonito movimiento de muñeca que hemos estado practicando – dijo con voz aguda su tío; subido a sus libros, como de costumbre – Agitar y golpear; recuerden, agitar y golpear. Y pronunciar las palabras mágicas
correctamente es muy importante
también, no se olviden nunca del mago Baruffio, que dijo «ese» en lugar de «efe» y se encontró tirado en el suelo con un búfalo en el pecho.
Mientras que todos a ponían a intentarlo ella puso a volar varios libros del escritorio frente a ella para poder leer sin cansarse a la espera e que la clase terminará o fuera necesaria si intervención.
Se dió cuenta de que era muy difícil para la clase lograrlo. Harry y Seamus agitaron y golpearon, pero la pluma que debía volar hasta el techo no se movía del pupitre. Seamus se puso tan impaciente que la pinchó con su varita y le prendió fuego, y Harry tuvo que apagarlo con su sombrero.
Ron, en la mesa próxima, no estaba
teniendo mucha más suerte.
— ¡Wingardium leviosa! - gritó,
agitando sus largos brazos como un
molino. Ella estaba por corregir su pronunciación y ayudarlo cuando la voz de Hermione interrumpe sus planes.
— Lo estás diciendo mal. Es Win-gar dium levi-o-sa, pronuncia gar más
c
laro y más largo.
— Dilo, tú, entonces, si eres tan inteligente – dijo Ron con rabia.
Hermione se arremangó las mangas
de su túnica, agitó la varita y dijo las
palabras mágicas. La pluma se elevó del pupitre y llegó hasta más de un metro por encima de sus cabezas.
Editado: 06.11.2019