Magia Divina

♠ 2. LOCO ♠

La última vez que estuve en Tandil fue en 2010. Tenía nueve años y ya existían tanto mis amigos como los grupos por whatsapp.

De chica solía viajar con mis amigas, pero al entrar en la pubertad, la única merecedora y guardiana de mis secretos, Carla, se fue a vivir a Australia y perdí a mi otra mitad. El resto de las chicas del grupo nunca fueron lo que era Carla para mí, lo cual hizo que me apartara de su estúpido clan. Una mejor amiga nunca podría ser reemplazada con otra mejor amiga.

Con el tiempo hice otros amigos, pero me terminé llevando mejor con los chicos que con las chicas una vez entrada en la secundaria. El club de las chicas fitness me recibió y también me enseñó lo terrible que es ser mujer y tener que soportar la guerra de las faldas cortas.

Una adolescente debe enfrentarse a muchas cosas: cambios en el cuerpo, cambios en sus amigos, en su alrededor, en la perspectiva del mundo. Hasta que cambia algo completamente por fuera de los planes y el mundo entero se quiebra...

Papá y mamá se separaron hace un año. Quedé desolada. Nunca se habían peleado frente a mí, desde mi perspectiva ingenua siempre fueron el matrimonio perfecto. Solía ver que los padres de mis compañeros se divorciaban, terminaban y creía que mi familia era excepcional, que eso nunca pasaría... Porque creés que nunca te va a tocar a vos...hasta que ocurre.

Y te das cuenta que nada te prepararía jamás para ese momento.

Intenté mostrar que no me afectaba su separación, hacer de cuenta que lo estaba tomando con madurez y que a los quince ya era más que capaz de poder tomar una decisión de ese calibre, nada que temer. Pero no. Lloraba en la escuela, lloraba bajo la almohada, lloraba bajo la frazada, en el colectivo y en los baños, bajé las calificaciones, casi quedé expulsada del club de las fitness y más de una vez me quedé esperando a que papá voviese a casa a las cuatro de la tarde de trabajar tal cual solía hacer siempre. Llegaba, preparaba la cena, conversábamos con mamá, comíamos, me ayudaban con la tarea o veíamos una película y luego nos íbamos a dormir. Últimamente mamá debía trabajar hasta tarde y las cenas eran entre él y yo; los domingos cuando ella estaba se conversaba cada vez menos pero jamás supuse que las cosas iban tan mal entre ellos que terminarían rompiendo. Eran de esas parejas que se besaban en la boca antes de salir de casa y al llegar, y conversaban acerca de cómo estuvo su día durante la hora de comer. Hasta que eso no estuvo más.

De pronto empezaron a tomar forma los silencios incómodos, las ausencias en la mesa de alguno de ellos, las salidas. Sabía que algo andaba mal...jamás me imaginé que terminarían.

Simplemente fue una vida que se quebró y mi familia se desarmó. Entonces, no éramos tres en casa sino dos: mamá y yo. Papá se vino a vivir a Tandil, específicamente a un pueblo pasando Monte Calvario, donde tiene una casa de campo heredada de sus abuelos paternos a la que solíamos venir con mayor regularidad cuando era pequeña. Luego dejé de venir. Desde entonces, es el hogar de papá donde vive solo y, notar que sus vecinos más próximos están a unos mil cien metros, no es en absoluto alentador. Viaja con regularidad para vernos a mamá y a mí pero las últimas veces me la pasé más fuera de casa que con él.

Transcurrió el tiempo y mis padres decidieron que no viajase más papá a Capital para estar conmigo ya que era tiempo perdido, él comprendía que yo tenía mis cosas y ya no me podía llevar más al pelotero, por lo que concluyeron que viniese a pasar el verano con él a la vieja casa donde antes vivían los abuelos. Y no es que se hayan mudado, fallecieron hace dos años.

Me fue a buscar al terminal de ómnibus en su auto y aunque yo venía sumergida en mis auriculares, no se le quitó la sonrisa del rostro en todo el camino. Ahora comprendo por qué: no ha vuelto a formar pareja (no que yo sepa), no tiene vecinos, dudo que tenga amigos (nunca los tuvo) y su única hija vive a unos cuantos kilómetros. Una mierda. En este momento puedo comprenderlo mejor, pero haber estado tan lejos de él durante tanto tiempo ha hecho que se me olvide cómo tratarlo y no me refiero a estos meses que estuvo sin viajar a Retiro sino desde los días críticos en que cayó el manto gris del silencio en casa hasta que rompieron con mamá, rompieron conmigo y me empecé a apartar.

Mi terapeuta dice que quizá, mi comportamiento tan frío hacia mis padres es que no les puedo perdonar lo de su separación. Por eso dejé de ir a terapia. El hombre quería hacerme creer que sentía mi dolor, que me comprendía, además me hacía recordar y me hacía pensar en aquel tiempo que fui feliz, lo cual no hace más que acentuar la tristeza, no ayuda en absoluto semejante estupidez.

Así aprendí a vivir con el dolor, dejando atrás lo que no tiene arreglo.

Todos estamos agrietados y a veces sangramos. Quizá la vida nos esté matando.

 

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