—¡LUCY!
La voz de Oscar retumba en la casa y la serpiente se detiene a medio milímetro de mis pies. Su cabeza se alza y se acerca con habilidad hasta quedar a la altura de mis ojos petrificados de horror.
—¡LUCY!—insiste Oscar desde algún lugar en la casa. Percibo sus pies y sus pasos contra los escalones. No puedo quitar mis ojos de los del animal que los lleva a los costados, pero aún así puede examinarme desde muy cerca como si elaborase las opciones de qué manera devorarme en modo más apetitoso.
Entonces Oscar llega a la habitación.
La serpiente toma envión contra la ventana redonda del cuarto y la atraviesa, haciendo añicos el vidrio y la improvisación de cortina.
Los brazos de Oscar llegan justo para atraparme cuando caigo de espaldas, presa del horror.
—¿Mis delirios acaban de romper esa ventana? —Le suelto con acidez y le doy un codazo en las costillas.