—Nada. Ella no tiene ningún potencial.
No sé qué es más insoportable: la voz del idiota que acaba de decir eso o las palabras que ha empleado para referirse a mí.
Me giro a la derecha y distingo a Oscar acercándose. Da unos pasos más y se coloca a mi lado. Él ignora mi mirada fulminante.
—¿Y vos qué tenés que ver? Está hablando con nosotros—interviene Maxi y se me atora en la garganta la urgencia de advertirle que ese chico es peligroso, que no se le acerque, sin embargo Oscar acaba de hacer otra de sus entradas triunfales insultándome.
—No estaba hablando con vos—le dice a Maxi y éste se vuelve a… ¿su padre? Había captado ya algunos rasgos ligeramente orientales como las facies con rasgueos apenas notables, sin embargo en su padre son mucho más acentuados.—. Kaneki, déjala ir.
—¿Viene con vos, Oscar?
Las palabras parecen incomodarlo tanto a él como a mí.
Y se apura en codearme antes, impidiéndome soltar una respuesta al estilo de “¡No, yo he venido sola, no me interesa tener nada que ver con este idiota!”, no obstante, lo contengo para escuchar la locura que sale de su boca:
—Sí…Viene con…migo…
—¡Oh, fantástico! —Responde él y me dedica una sonrisa de falsa amabilidad, una vil mentira—. Entonces, podés entregarme a la chica y saldás una parte de tus deudas, ¿qué te parece?
Creo ponerme de todos colores en el instante que escucho el modo en que se acaban de referir a mí. ¿Están debatiendo como si fuese mercancía? ¿Acaso este montón de idiotas se quedaron varios siglos atrás? Debería caer a este pueblo una marcha de personas que prendan fuego este pub.
Mi acompañante (que no es mi acompañante) vuelve a codearme. Santo cielo, ¿hasta cuándo tendré que mantenerme callada y dejar que sigan sacando conclusiones estúpidas sobre mí?
—Mis deudas te las pagaré como corresponde—contesta Oscar. Espero que lo que corresponde sea dinero y no algo peor. En este momento contemplo muchas opciones como órganos, sexo, personas, carne, drogas, chocolate y en último lugar ubicaría una montaña de billetes.
Pero ¿qué puede estar debiendo el supuestamente ejemplar de Oscar a una persona como Kaneki?
—¿Para qué complicarnos, querido? —dice el padre de Maxi y se acerca a mí aunque mirando a mi derecha—. Tenés un paquete de muy buen precio—esta vez sí me mira a mí y cuento los segundos necesarios para seguir conteniendo un rodillazo en los huevos—. Bah, no creo que pueda valer todo lo que me estás debiendo pero imaginá lo que podrías saldar si dejás que me lleve a la chica. Además, sabés que soy una persona obstinada: si los negocios no funcionan, me llevo las cosas por las malas.
El semblante de Kaneki se oscurece y esta vez Oscar se acerca al sujeto con aire desafiante. Percibo a algunas personas acercándose a nuestras espaldas, entre ellas Malena y Lalo.
—Tendrá que ser por las malas, entonces, porque no voy a dejar que te la lleves—señala Oscar demasiado cerca del padre de Maxi.
Max se incorpora a su lado y recuerdo lo de las serpientes. Ahora se lo ve inofensivo bajo el ala de su padre, sin embargo ¿sabrá alguien más en todo el pueblo sobre lo que ese imbécil es capaz de hacer?
—Ha sido suficiente—escucho a Male incorporándose a mi izquierda y me dice al oído—: Tengo que sacarte de aquí.
—¿Qué? ¡No! ¿Por qué deben tomarse el gusto de disponer de mí—le digo—como si fuese un objeto intercambiable? ¿Qué les pasa a las personas de este pueblo?
—Creeme—afirma Male—: en esta discusión, vos no tenés lugar alguno para opinar. Dispondrán con o sin tu consentimiento.
—¿Por qué? —le pregunto medio queriendo escuchar cómo sigue la disputa entre Oscar y Kaneki.
—Porque te metiste en esto. Ahora vámonos.
—Hacele caso—se mete Lalo, pero observa directamente a su amigo. Parece estar en posición de pelea esperando el momento exacto para salir en defensa cuando esto sea necesario—, andá con ella.
Esas palabras son necesarias para que Maxi repare en nosotros:
—Aún no hemos definido con quién se va la chica—decreta, insoportable—. Papá…
—Dejala, hijo. Ahora hay que resolver algo mucho más urgente.
Los observo. Oscar se ve impasible pero hay algo en su semblante que evidencia preocupación. No miedo pero sí se ve atravesado por un increíble gesto poco conclusivo.
Acto seguido, Male tironea de mi brazo y corremos hasta la puerta que da entrada a la barra. Intentamos salir por la parte trasera…hasta dar con un mastodonte bloqueándonos la pasada. La amiga de Oscar masculla un nombre:
—Kev…
El oso niega y esboza una risita torcida.
Por lo que vamos derecho a la guarida de Malena tras el puesto de tragos.
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Editado: 14.02.2022