Magia Divina

♠ 16. CAÍDA ♠

La amiga de Oscar abre una puerta y damos con una especie de depósito con trapos en el suelo, muebles y camas improvisadas. Evidentemente alguien vive aquí. Hay una ventana al fondo con una sábana oscura cubriéndola.

—Por aquí—señala Male.

No sé por qué debería confiar en ella ahora mismo, pero he perdido las oportunidades de salir por alguna de las puertas principales.

¿Por qué no hice caso a mi padre y me quedé en casa durante todos estos meses hasta que el verano se hubiese terminado? Ah, claro, porque soy única y especial y quería un verano diferente. Ahora por no perder un verano podría perder la vida.

—Aquí—Shaj toma una cadena del suelo y la levanta, con una tapa de maderas tapeadas. Más allá, distingo una escalera extendiéndose bajo nuestros pies evidenciando un sótano.

Cuando estamos a punto de descender nos llega un ruido desde la puerta que nos altera a ambas y miramos en dirección de donde proviene el mismo.

Entonces, se abre la entrada al depósito.

Lo primero que veo es una mujer de cabello rapado con una trenza gruesa cayendo de su hombro derecho.

La reconozco.

Pero…

Su boca.

Está llena de sangre. Y dos enormes colmillos se extienden hacia afuera.

—¡Elena!—grita Male—. ¡No podés entrar así!

La mujer es la misma a la que fotografié cuando estaba fuera del bar. Ella tiene… tiene… No puede ser cierto. No puede. Es una jodida pesadilla. Lo es, ¿no? ¡Mierda!

Miro a Male con extrema desconfianza pero sigue con la mirada clavada en la mujer de aros expansores en el rostro mostrando otros colmillos sobresaliendo en lugar de felices muelas.

—Oh, disculpá, no sabía que…—masculla y retrocede, pero se detiene antes de salir—. Un momento, ¿no se supone que vos sos como nosotros?

—¡No voy a comer, Elena!

¡¿QUÉ?!

De pronto me imagino a mí misma como un apetitoso plato de patatas fritas con salsa barbacoa.

—Ah, disculpá—dice ella y su voz suena demasiado gutural tras los colmillos. Se retira dando un portazo. Acto seguido el clima se vuelve demasiado tenso entre la amiga de Oscar y yo. Cruzamos una mirada de poca confianza hasta que Male suelta un suspiro y rompe el silencio:

—¿Existe alguna posibilidad de que no hayas visto eso? —me pregunta. Niego, atónita—. Carajo.

Intento retroceder, pero ya en la escalera, sólo lograría caerme.

—Ahora sólo me quedan dos opciones—masculla—: Matarte o entregarte a Kaneki; de todas formas algo me dice que ninguna de las dos calmaría las aguas. Además soy de los pacíficos así que esperaré a que Oscar decida qué hacer contigo.

¿Los pacíficos? ¿Existen los pacíficos? No lo sé bien; evidentemente sí existen los malvados y si estoy en compañía de alguien pacífico… No me lo puedo terminar de creer: recién entra al depósito una amiga de Male con la boca plagada de sangre que estoy segura, no ha de ser de ella y algo me dice que tampoco parece tratarse de animal alguno. Aparte acabo de ver cómo dos tipos se disputaban entre comercializarme o dejarme ir y en este mismo instante una chica de mi edad pero mucho más aterradora me ha amenazado de muerte.

—Bajá la escalera—dice Shaj.

—¡No! —le respondo. Y me acorrala—. ¡Dejame ir!

—Bajá la puta escalera, Lucy.

Abro los ojos como platos.

—¿Cómo…se supone que sabés…?

Ah, Oscar.

—Dejame ir—insisto.

Ella se enfurece y de pronto ocurre algo que me acorrala aún más: sus ojos se marcan con venas rojizas, es algo similar a lo que sucedió antes con Oscar pero en Male no parecen reventar. Sólo se marcan. Y algo más: los muebles, la ropa, las camas improvisadas, todo en el depósito empieza a temblar y miro los puños cerrados de Male como si…fuese capaz de producirlo. Oh, vamos. ¿Y ahora qué más? ¿Aparecerá un hombre lobo por la puerta?

—Bajá la escalera, Lucy—dice ella—. No lo voy a repetir.

—Bi…bien—murmuro presa del terror y desciendo.

De pronto la oscuridad me envuelve hasta que mi cordura abandona mi cuerpo y ya no puedo sostenerme de los peldaños. Las fuerzas se van alejando de mí, mi cabeza divaga, mis ojos sólo ven en negro.

¿Qué está pasando?

Es… Es una trampa.

No puedo más conmigo misma y me dejo caer.

 




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