Magia Divina

♠ 19. RELIGIOSA ♠

Lo siento, pero no soy religiosa.

—Sí, adoro las biblias. Me las he leído todas.

Y bueno, no me queda más remedio que mentir si quiero que me siga relatando su verdad.

Ya puedo suponer que si le digo “el único apocalipsis que conozco es el apocalipsis zombie” implicaría que volviese a cerrarse en sí mismo y no delatarme una palabra. Para peor, quizá me trataría de ignorante y volveríamos a nuestra guerra de siempre.

—Pues, sabrás que es el último de los libros. Y eso significa que…

Deja la frase en suspenso a modo que yo la termine pero miro a otro lado. Él suelta una risita.

—No tenés idea de lo que te estoy hablando.

—En verdad, no—asevero. Él se cruza de brazos y añado—: Pero te ruego que me expliqués de qué va todo.

Oscar se clava al suelo y me mira a los ojos:

—Lucy… ¿estás dispuesta a escucharlo?

—Ya basta con eso, Oscar. Estoy preparada para saber la verdad, soltalo de una vez.

Parece que rebusca en sus palabras el modo  adecuado de decirlo, como si yo fuese de porcelana y pudiese quebrarme con lo que tenga para proferir.

—No están solos en el mundo—me dice—. No más.

—¿Quiénes?

—Ustedes. Los humanos ya no están solos en este mundo.

Hago un esfuerzo descomunal por contener una carcajada pero su seriedad me preocupa.

—¿Y por qué te excluís al referirte a “nosotros los humanos”?

Él tuerce el gesto.

—Porque yo no soy…humano.

Tic. Tac. Tic. Tac.

Hasta casi puedo sentir el pasar de los segundos debajo de mi piel, corriendo con la sangre y conteniéndome de soltar una risa nerviosa ante lo que acabo de escuchar.

Quiero reírme pero no puedo espantarlo.

Quiero retrucarle que se equivoca pero no puedo hacerlo.

Vi a Maxi devorarse una mujer.

Vi a Elena con colmillos y sangre en su boca.

Vi a Malena levantando su mano y mandándome a dormir con un gesto.

Pero Oscar… ¿Qué tan peligroso puede ser?

—Lucy—levanta su mano e intenta tocarme pero lo quito de un manotazo y lo observo como a un extraño.

—¿Qué mierda sos? —Mi gesto lentamente va cambiando de la gracia al horror—. ¿Qué mierda son todos ustedes?

—Luc…

—¡CONTESTÁ!

Su mirada se ensombrece y ya no se ve tan comprensivo.

—Bestias.

—¿Qué?

—Somos bestias. El último de los libros. Revelación. Apocalipsis. Siete bestias descenderán de los cielos, surgirán de los mares, abrirán camino desde la tierra para anunciar el fin de los tiempos. Siete bestias, siete reyes. Que entre todos ellos hacen a una misma criatura.

—¡¿Qué…dijiste…?!

Sostiene su mirada seria.

E intento seguirle la puta broma:

—¡¿Acaso… se fusionan o algo así?!

—Aunque intentés jactarte, sé que me creés, Lucy. No te queda más opción.

—¿Y vos qué se supone que…sos?

Oscar se quita la remera. Oh, niño lindo, no es hora de que hagas espectáculo de tus dotes. No ahora.

Miro a todas partes pero es evidente que no hay más que bosque, lago y campo.

—Estamos solos, Lucy.

—Bien—jadeo observándolo.

—No vayas a salir corriendo, ¿sí?—pregunta.

No soy capaz de responder que sí ni que no. Sólo lo miro y ya.

—No te voy a hacer daño—continúa.

Lo miro fijamente a los ojos.

Percibo un ruido como de un cascabel. Es apenas un siseo largo y escalofriante…

…hasta que la cabeza de una serpiente se impone junto a Oscar. Se aparece y me mira fijamente. Su color es bordó, casi marrón.

—Wooo—retrocedo—. Oscar, tenés ahí una…

—Serpiente—dice—. Lo sé. Son mías.

¡¿QUÉ?!

Y a su izquierda aparece otra serpiente igual que la primera. Y otra. Y otra. Cada una es motivo para obligarme a retroceder más y más.

Seis serpientes en total.

Todas parecen venir de la espalda de Oscar. Se levantan en el aire y sus cabezas me miran con fijeza.

—¿Cómo hacés eso?—me pellizco los brazos esperando despertar pero nada de eso sucede.

—¿Cómo hacés vos para mover un brazo?

—¡Sólo…quiero hacerlo y lo hago!

—Pues, exactamente igual.

—No, no, no, no, no.

Lo sobrepaso por un costado repitiéndome una y mil veces el mismo rezo: todo es imaginación mía, todo es imaginación mía, todo es imaginación mía.

Hasta que miro de refilón la espalda de Oscar y debo volverme nuevamente a él.

Las cicatrices.

Las serpientes.

Salen… De las cicatrices. En su espalda.

Son seis espacios de carne abierta desde la cual se levantan seis de esos animales horribles.

—Santa mierda—mascullo y caigo de espaldas al suelo.

Oscar camina hasta mí y me tiende una mano.

—¿Ahora me creés?

 




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