—Mar pero nunca me dijiste que lo llevaríamos a él. —Fui despectiva y creo que el chico se encogió de hombros, aunque no le mire.
—Pues sí, pero ahora vamos. ¿Tú has invitado a alguien?
—No —Musite—. Creo que no.
—Bueno en la lancha solo cabemos cinco. Y hasta ahora somos tú, mi Josu, —Odiaba que le dijera así, era como mencionar al nombre de tu peor enemigo, que en mi caso lo tenía al frente y sentado en mis propios muebles empalagándome toda mi casa de gérmenes asmáticos—. Dos amigos y yo. —Y Darius. Nunca pensé eso en la lancha que nos llevaría a la fiesta y Darius como iría. Ya lo sé en su forma gato. Creo que no debía preocuparme mucho por eso.
—Bueno pero… cuando haya terminado la fiesta que haremos para regresar.
—No lo sé mis amigos se encargaran de eso. Además estoy protegida a mi lado está Mi Josu. El nunca evitaría que me pasara algo. —Viéndolo desde un punto de vista psicológico, la cura no era una mala opción para hacer recapacitar a las personas que se equivocaron—. Mira sus músculos de paladín. —Quería reír, era lo lógico, y es que no lo hice solo por respeto a Mar. No a el gordo feo ese. Pero mientras se divirtieran sanamente en la casa antes del toque de queda me daba igual, lo único que no quería era asustar a la gente de al lado a los vecinos que serían un gran problema.
Pensé que Darius estaría preocupado por que no le había contado lo que estaba pasando en la sala. Saque tiempo de la reunión con la excusa de que iba al baño y baje al sótano rápidamente. Allí estaba el inquieto caminando de aquí para allá.
—Darius. —El me vio bajando las escaleras y se vino a mí como perro a su amo—. las cosas se nos complicaron.
—¿Qué paso?
—Mar trajo a alguien que no debía.
—Al chico ese.
—Sí. —Me senté en las escaleras—. Creo que Mar no escapara conmigo. Se enamoró de Josu.
—Pero es tu amiga, debe acompañarte a un mejor vivir. ¿No? —Ahí me di cuenta que la inocencia del Nefelim sobre pasaba sus años. Si todas las personas fueran como el, las guerras no existieran y la confederación no estaría así en aquella situación.
—Sabes no soy experta en el amor. Pero por lo que se y he leído. Cuando te enamoras sientes cosas que de verdad sobre pasan el mundo, sin importar como seas o si eres feo o malo. Y cuando una mujer se enamora no escucha a los demás.
—Pero debes hacerla recapacitar.
—No. Ella ya tomo su decisión. Es mas no es necesario de que nos presentemos ni nada. Me voy sola contigo.
—Esta dolida Lenya lo siento con Mi Don.
—No estoy bien. —Tal vez era razón lo que decía el, pero mi corazón estaba tan confundido que se encontraba en una mezcolanza de varias emociones que no podía describir—. Voy a decirle a Mar que se vaya porque estoy cansada y después iré a dormir, si quieres dormir conmigo sube al cuarto y acuéstate en la cama. No tengo cabeza para pensar en algo.
—Pero y la fiesta.
—No voy a ir.
—Pero…
—No nada de peros Darius solo déjalo así.
Subí a la cocina y fui a las escaleras, hice como si bajara del baño pero antes que entrara a la sala escuche la conversación que estaban teniendo. Y pude distinguir la voz de Mar perfectamente.
—Si sabes que está loca por ir a aquella ciudad de fantasías que escribió ese escritor. Desde que se le ha metido eso en la cabeza no la he podido disfrutar y además se comporta de manera muy extraña —Esa era Mar. Su voz era inconfundible para mí.
—¿Entonces porque te ajuntas con ella?
—No lo sé, es que me da lástima. —Me lleve las manos a la boca intentando no gritar— siempre desde pequeña ha estado sola, sus padres nunca están y no ha tenido un novio ni nada. Creo que está pasando momentos muy difíciles y por eso quiere escapar a la ciudad de la libertad. Aunque no sea cierta. Creo que de cierta manera está loca. Pero es una bonita locura.
Poco a poco fui entrando a la sala había escuchado todo. Una lagrima cayo por mis mejillas estaba indignada, estaba deprimida y además enojada, aquella persona quien creía que era mi mejor amiga y la hermana que nunca tuve, me estaba dando una puñalada trasera. Mar se sorprendió cuando me vio llegar de la nada.
—Lenya estabas ahí.
—Escuche todo. Por favor váyanse.
Tenia rabia no quería levantar mi cabeza, ni mirar a ese par de…
—No pero espera, no te pongas así.
—Mar vete por favor.
—Te lo puedo explicar. —Ella intento abrazarme pero yo aparte sus manos de mi cuerpo enseguida, como si un fuego me quemara al estar cerca de ella.
—No me lo expliques. Vete. —Señale la puerta.
—Mar creo que es mejor irnos. —Dijo Josu.
—No te lo puedo explicar solo dame una oportunidad.
—Que te vayas. —Grite con algo de enojo en las manos. Tanto que no lo podía acumular. Y recordé que llevaba el pequeño cuchillo, así que lo busque entre mis piernas y lo saque.
—Mar cuidado con lo que vas a hacer.
—Váyanse rápido, váyanse de mi casa.
Josu se levantó del sillón y cogió el morral de Mar y el suyo, además la tomo a ella de los brazos y la fue empujando a la puerta. Yo los seguía detrás de ellos con el cuchillo en mano. Mar estaba casi gritando quería decirme cosas explicarme porque había dicho eso, pero la verdad no tenía la fuerza para soportar una explicación tenía toda la rabia contenida en el pecho. Quería llorar pero no lo haría hasta que se fueran. Josu logro sacar a Mar de la casa, yo rápidamente cerré la puerta con el seguro mágico.
—Lenya Ábreme, deja explicártelo. —Mar insistía mucho pero yo no abrí la puerta. ella era persistente y tocaba la puerta un montón de veces, y esas veces para mi eran golpes de hipocresía en mi corazón que no había escuchado antes.
Termine en el suelo colapsando con mis emociones y sufrí un quiebre emocional, llore y mis jadeos de dolor se escucharon hasta el sótano, porque detrás de mí llego Darius a ver que pasada. Al cabo de unos minutos todos los golpecillos a la puerta se calmaron, estaba claro que Mar se había ido. Llore aún más fuerte para desahogarme, estaba tirada en la puerta llorando como una niña. No tenía vergüenza que Darius me viera así. Él se agacho hasta estar a mi nivel y después me estrecho entre sus brazos con un fuerte abrazo, donde empecé a llorar más, estando en sus hombros. Su calor me reconfortaba y me daba seguridad, él me fue acariciando la espalda y mi pelo, eso me alivio más.
—Calma. —pronuncio en un bajito tono.
—No sabes… que es… creer… que… tienes a una amiga y… en verdad no es así.
—Es duro lo sé.
Creo que el silencio invadió la sala, deje de llorar, pero por momentos, me di cuenta que estaba sentada en sus piernas.
—¿Estas bien ahora? —Pregunto él.
—Si algo.
—¿Quieres dormir? —Afirme con la cabeza. Después el e levanto y me puse en sus brazos. Yo estaba demasiado estresada y cansada que me daba igual. Y sintiendo su pecho con ese calor tan característico de él, me subió hasta la cama. Donde me dejo caer con tal suavidad como si fuera una princesa. Después me quito los zapatos. Y me puso la cobija hasta la cintura, para que el frio no me afectara.
—así dormirás mejor.
—La odio.
—¿A quién?
—A Mar.
—No debes decir eso es tu amiga.
—No lo es, me traiciono y dijo que le daba lastima y que era una loca.
—Dijo que pensaba y pensar no es igual a confirmarlo. No puedes odiar a tus amigos. No eres de mal corazón, las personas que odian no son buenas.
—Entonces cual es la solución.
—Hablaremos de eso cuando estés calmada.
—No me dejes sola. Duerme conmigo. —El me miro y miro la cobija.
—Pero no te acostumbres vale. —Yo afirme con la cabeza.
Él se acostó y me dio un abrazo de consuelo, puso su cabeza encima de la mía y quede al nivel de su pecho. El calor que desprendía su cuello era perfecto para calentar mi cara. Yo cerré mis ojos y me perdí en el mar de caricias que me hizo solo para animarme. Poco después que todo ocurriera él se quedó dormido, yo estaba mejor, pensándolo detenidamente él era una bendición de Dios. Me había sacado la lotería con ese Nefelim. Bendije el día que nos habíamos conocido y el día que estuvimos platicando. Y sabía que la mujer de su corazón era Vanesa. Pero Darius siempre hacia ver el lado bueno de la vida, y me hacía sentir querida y linda, además amada y apreciada respetada y admirada. Era un hombre de verdad, y aunque su corazón le perteneciera a la Druida protectora del bosque, quería seguir durmiendo con él por el resto de mi vida, aunque fuera una confesión indiscreta entre la noche y yo.