La tierra, es un planeta lleno de vida, rodeada de tanta naturaleza y belleza, con unos paisajes hermosos, dignos de admirar, poblado por los humanos, seres que con el paso de los años, han ido evolucionando al igual que la tierra misma, llegando a ser más avanzada y moderna, es un mundo magnífico, junto con los animales que lo rodean hacen de la tierra un planeta único y especial, pero como todo lugar especial, siempre hay algo que atrae visitas no deseadas.
Y es aquí donde comienza esta historia, en una ciudad en específico donde habita nuestro pequeño protagonista, Kai, un joven de 13 años que se prepara en la escuela para llegar a ser grande en el futuro, o por lo menos esa es la idea.
- ¡Voy a llegar tarde! - mencionó el joven todo agitado mientras corría a toda prisa rumbo a la escuela, su madre lo dejó al no haberse apurado cuando le dijo, por lo que ahora tenía que irse corriendo a toda prisa si quería llegar a tiempo - Eso me pasa por desvelarme viendo películas - decía con arrepentimiento y cansancio en su voz, ya se estaba cansando de haber corrido 9 calles y todavía le faltaban algunas.
Mientras corría a toda prisa, no se dio cuenta a su alrededor y terminó chocando con un señor por el cual ambos cayeron al piso, Kai al darse cuenta de su accidente rápidamente se levantó y trató de ayudar al señor.
- ¡Perdón! En serio le pido disculpas, fue un accidente - se disculpó varias veces mostrando arrepentimiento en su voz y tratando de levantar al señor, se acercó - Permitame ayudarlo por favor - el señor accedió amablemente, y a pesar del accidente que Kai le había causado, no se le miraba molestia alguna en su rostro.
- Jovencito, deberías ser más prudente a la hora de correr y observar a tus alrededores - le regañó el señor, pero más que un regaño parecía consejo, ya que se lo dijo amablemente - No me quiero imaginar que en vez de ser yo te hubieras topado con un carro...
- Tiene razón, lo tomaré más en cuenta la próxima vez - el chico le dedicó una sonrisa al mayor, y siguiendo nuevamente su rumbo se despidió - ¡Muchas gracias por no enojarse y por disculparme! - gritó mientras se iba alejando de la vista del señor.
Este se le quedó observando, hasta que Kai desapareció de su vista, se quedó pensativo unos momentos, y luego siguió su rumbo.
Faltaban 5 minutos para las 7:00 A.M., por lo que el chico dudaba de llegar a tiempo, aún así no se rindió y corrió lo más rápido que pudo, cansándose en el camino pero sin detenerse ni bajar la velocidad. Finalmente, faltando sólo 1 minuto para que las puertas del instituto se cierren, Kai llegó a toda prisa, gritándole al guardia que no cerrara el portón.
- Otra vez tarde Phillips - le regañó el guardia, dejándole pasar mientras lo juzgaba con la mirada - Un día de estos no te dejaré entrar para que aprendas a llegar más temprano.
- Lo... Siento... - hablaba entrecortado el pelicastaño, debido a la gran carrera que había dado, estaba tratando de normalizar su respiración hasta que escuchó el timbre de la campana resonar con fuerza, indicando que la primera clase estaba por empezar, por lo que no tuvo de otra que volver a correr - ¡Prometo no volver a llegar tarde! - le gritó al guardia mientras iba a toda prisa a su salón.
- ¡No hagas promesas que no vas a cumplir! - le recriminó el guardia, mientras cerraba el portón de la escuela.
Kai logró adentrarse al salón justo unos segundos antes de que apareciera la maestra, por lo que se salvó de llamarle la atención, con cautela se dirigió a su asiento, colocando su mochila a un lado de su escritorio y tomando asiento mientras volvía a regular su respiración de lo agitado y cansado que estaba.
- Te ves del asco - una voz femenina se hizo presente detrás del pelicastaño, por lo que este volteó a ver hacia atrás encontrándose con una melena rubia atada a una cola de caballo que lo sostenía un moño azul, encontrándose con unos ojos celestes viéndolo con burla - ¿Ahora ni te bañas? Apestas horrible - se quejó la chica tapándose la nariz y soplando con su mano en señal de que apestaba.
- Ja ja, que gracioso - habló sarcástico Kai, viendo con el ceño fruncido a la chica - ¿Se te acabaron las ideas para los chistes, Amy? - preguntó, mientras rodaba los ojos.
- Oh por supuesto que no - le respondió Amy con una sonrisa, mientras apoyaba sus brazos en la mesa de su escritorio y colocaba sus manos a los lados de su cabeza - Contigo uno siempre encuentra chistes de sobra.
- Eres una... - Kai iba a responderle algo, hasta que la maestra le interrumpió - ¡Joven Phillips! Si va a estar en mi clase preste atención o lo llevaré con el director - le regañó frente a los demás estudiantes, provocando las risas en algunos de ellos.
- Parece que alguien se meterá en problemas apenas iniciando el día - volvió a decir Amy con burla, Kai decidió ignorarla y sólo gruñó - Tiene razón maestra, disculpeme - dijo para después abrir su mochila y sacar su libro de historia - Lamentablemente no será la última vez que lo haga joven Phillips, pero bueno, empecemos con la clase muchachos.
Mientras tanto, en un lugar del que nadie conoce, una persona se encuentra pensativa, nerviosa e inquieta, sintiendo el presentimiento de que algo malo se avecina.
- ¿Por qué? - se preguntó él mismo mientras caminaba de un lado a otro, mientras observaba como una maquinita emanaba un brillo rojizo con intensidad, se encontraba preocupado, y bastante - ¿Por qué después de varios años, sucede ahora? Sabía que llegaría el momento pero no pensé que ahora, no me preparé lo suficiente para esto - se quedó quieto por un momento, pensativo, luego volteó a ver una caja, mientras tragaba en seco - Creo que no tendré otra alternativa.
Después de unas horas, en el instituto Solomon era la hora del almuerzo, los jóvenes se encontraban en la cafetería pidiendo sus almuerzos, otros en sus asientos, jugando entre si, platicando sobre su vida diaria, otros hablando mal de ciertas personas, algunos sólo se limitaban a comer y después se iban a hacer alguna otra cosa, mientras que Kai se encontraba haciendo fila para pedir su comida, todavía habían varias personas esperando por su merienda, por lo que no tenía de otra que esperar.