Una habitación cerrada, perdida en un espacio tiempo, no existía el calor, el frio sería un mito igual. El viento ni llegaba, la noche y el día solo eran efímeros cambios, movimientos de un simple pincel, denotando que ene se lugar la realidad solo era una metáfora antigua.
Aun así, el sentido del olfato se sentía en el ambiente, el tacto en el suelo duro, la vista podría ver el brillo de los colores falsos, el gusto degustar de cualquier aperitivo, unas dulces palabras dedicadas al ser que se encontraba dormitando.
-María, despierta ya- Una dulce voz, trataba de llegar hasta la mencionada.
Un leve quejido, se escuchó de pate de la jovencita, abriendo sus ojos con pesadez.
-¿Mmhh?- Se incorporó de la cama, con la mirada baja –Buenos días, Lady Aurora-Sama-
Sonrió satisfecha la mujer, mientras le daba espacio a la niña –Que bueno que despertaras, tengo varios libros que mi Miko debe leerme-
-Entiendo… Enseguida iré- Contesto en automático, desde hace tiempo no mostraba ese brillo singular.
-Quiero que hoy me des tu respuesta a la propuesta- Camino de forma lenta y relajada, haciendo uso de su bastón.
-Pe… Pero… Lady Aurora-Sama… Yo… No… Puedo- Desvió su mirada, agradecía que su flequillo le cubría parte del rostro.
-No con esa actitud- Rio levemente.
La joven que respondía al nombre de María, María Ushiromiya, aquello que la simbolizaba como miembro de aquella familia maldita por una maldición dorada desde hace tantos años.
Cabellos castaños casi rojizos, ojos morados, piel clara, complexión delgada, vestía de la siguiente manera, una blusa rosa pastel, con un corsé azul marino, sujetado con una cinta roja sobre este, en ello impresa el símbolo de su linaje, el águila de una sola ala, una falda negra de vuelo, con una cinta rosa en la parte baja de esta, unas calcetas blancas hasta debajo de las rodillas y por un lado de ella los zapatos rojos de tallo alto.
Antes tan alegra la pequeña, pero desde lo ocurrido en la isla Rokkenjima en las fechas 5 y 6 de octubre de 1986, todo había cambiado en su vida, ahora no pertenecía al mundo de los humanos, si no a este lugar conocido como Meta mundo, mejor dicho el mundo de las brujas.
-¡¡¡LADY AURORA-SAMA!!!- Grito aquel nombre de la mujer de cabellos morado oscuro -¡¡¡NO PUEDO, NO LO HARE!!! ¡¡¡SI ÁNGEL, NO LO PUDO LOGRAR!!! ¡¡¡¿QUÉ DIFERENCIA “YO”… PODRÍA HACER?!!!-
-Je, je, je pequeña niña- Se acercó a la joven que derramaba lágrimas. –Debo recordarte ¿Porque estás aquí?-
Ella no contesto, estaba de nuevo expectante.
Se sentó en una silla que hizo aparecer de la nada, sentándose en esta y sirviéndose una taza de té.
-El juego de Bernkastel y Lambdadelta no tendrá ningún fin, jamás- Bebió un sorbo de aquel líquido de color oscuro –Por lo tanto las almas de todos los miembros Ushiromiya, concluyendo sirvientes y muebles, nunca podrían descansar-
-Entonces… ¿Por qué ustedes me escogió a mí?- Encaro a la mujer, pero lo hacía a medias, las lágrimas aún seguían marcadas en su rostro.
-D todos los Ushiromiya, eres la única que heredo la sangre podrida de Kinzo- Sonrió a la joven.
Suspiro resignada, era verdad aquello, por eso era una usuaria de la magia.
-Ángel Ushiromiya no pudo lidiar con las brujas, se dejó llevar por su odio y rencor de la época de 1998, a final su carne se pudrió en el pasado y desapareció- Miro a la joven con severidad –En cambio tú, fuiste la única en la familia de aun que tu magia venga de la maldad, la oscuridad, la convertiste para el bien y siempre profesaste amor, antes de violencia- Ahora su semblante cambio a una sonrisa.
Esta mujer de nombre Lady Aurora-Sama, como la conocían por las demás brujas, un título en sí, pero en forma humana portaba el nombre de Featherine Augustus Aurora, Cabellos morados oscuro, corte estilo Hime, una media luna alrededor de su cabeza, vestía un vestido rosa pálido, con detalles en la orilla de rojo y un cinturón al estilo de la Yukata del Japón, guantes hasta arriba del codo de la misma tonalidad de la prenda, un lazo de color verde limón, con una medalla en este como si aquello denotara su rango de bruja.
-Al final nada de eso sirio, mi familia está condenada a repetir el juego de esas brujas una y otra y otra vez, por toda la eternidad- Caminaba como un animal enjaulado.
-Es solo un sueño dorado, lo puedes romper con facilidad- Bebió un sorbo de aquel te.
-¿Cómo? Dígame ustedes ¿Qué debo hacer?- Sus ojos triste, querían repuesta.
-Dime el significado de Miko, joven María- Tan seria en su semblante, pero estricta en su voz.
Suspiro resignada –Una Miko es solo una cuenta cuentos, utilizada por usted, Bruja del teatro, el drama y el espectador-
-Muy bien, pero se te olvida algo clave- Desapareció la silla y el té con esto, caminando hacia ella
-¿Qué se me olvida?- Preguntó dudosa, era el significado dado.
-Una Miko, si viene es una cuenta cuentos y es el título que te he dado como mi aprendiz, también tiene la capacidad de cambiar algún final si no le agrada- Poso una mano sobre su hombro.
-¿Debo darle un final diferente a la historia?- Pegunto insegura, no creía en nada.
-Lo has hecho antes, ¿Qué te detiene ahora?- Sonrió, clavándole la mirada una expresión de terror de dibujo.
La joven Ushiromiya, no le importó aquello, estaba acostumbrada a esas miradas –Una cosa es leer sobre Dioses Griegos que no saben hacer nada sobre su cuenta, utilizando humanos inocentes, para librar sus batallas- Suspiro, cerrando los ojos estando molesta –Solo quise que ellos tuvieran un final dorado, lo hice porque la historia se puede reescribir-
-Cada libro que hay en mi biblioteca, narra hechos reales, vividos en otra dimensión- Camino a la salida, para que la joven la siguiera.
-Ya me lo había dicho- Su mirada pudo divisar, como el escenario cambiaba, se encontraba entrando a la biblioteca principal –Cuento de guerreros, historias de héroes extravagantes, cazadores valerosos, princesas de cuentos de hadas, mundos alternos en donde incluso los hombres quedan en cinta, lo he leído todo-
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Editado: 17.10.2025