Maiko

KABURENJO

En las mañanas, hay un lugar que une a la mayoría de las mujeres de Kioto, un lugar donde acuden para aprender y posteriormente perfeccionar su arte, es un teatro ocasionalmente y en su mayoría se le conoce como escuela. No  esta a discusión asistir y no es estacional, la Geisha acudira a este lugar toda su vida artística; el agogue es al espartano lo que el Kaburenjo a la Geiko.  Las armas de estas guerreras son las bellas artes, que deben dominar y dejar que a su vez se amolden a ellas, todo gira relativamente hacia la musica, estas damas aprenden a tocar el Shamizen o el tambor shimedaiko, algunas serán mas diestras en la danza Nihon o el canto. Deben ser mujeres cultas en todos los aspectos, por lo tanto también ejecutarán a la perfección la filosofía ikebana, la caligrafía y por supuesto el sado, que es la ceremonia del té.  Depende de tu familia el momento para unirte a las enseñanzas del kaburenjo, algunas geishas de grandes familias comienzan a recibir educación en etapas muy tiernas por lo cual adquieren todas las destrezas y el refinamiento superior que equipara a su rango, no es raro ver pequeñas niñas danzando en tiernos kimonos así como también pueden llegar al inicio de su formación en la pubertad, todo depende de Oka-san, ella tiene el control de la okiya y el destino de cada habitante baila en su mano. Para las nuevas integrantes de Igarashi el destino no estaba escrito ni visible, de a poco fueron entendiendo y adaptándose al mundo que se abría a pasos agigantados frente a sus ojos, cambiaron las muñecas por los pasos de baile, los paseos por el canto y la ternura por la ambición pues es bien sabido que la gloria y la fortuna le sonríen a la geisha mas carismática. 

Yuki estaba sentada debajo de un cerezo, intentaba no morderse las uñas de los nervios, hace un mes a ella y a sus amigas las habían nombrado Shikomi, estas se dedican a hacer ciertas tareas  en la okiya, como limpiar, tender la ropa, actividades domesticas de limpieza en general. También se encargan de ayudar a las maiko, ,en caso de que las halla a vestirse, maquillarse y desvestirse, todo esto bajo la supervisión del otokoshi que es el vestidor oficial de las casas de geishas. Acompañan a sus hermanas mayores a donde vayan, cargando con su shamisen u otros objetos que necesiten para realizar su trabajo, por lo tanto sus clases y requerimientos se fueron aumentado, la vida como una shikomi no es fácil, se acuestan muy  tarde normalmente entre tres y cuatro de la mañana ya que deben esperar hasta que sus hermanas mayores lleguen a la okiya, para ayudarles a desmaquillarse y desvestirse, y en las mañanas son las primeras en levantarse para acudir a las clases y hacer las tareas de la casa y todo debe quedar listo antes de caer la tarde, hay algunas otras cosas bastante banales que llegan a padecer, las okiyas se rigen bajo jerarquías donde ellas están en el último escalón de la pirámide, es por esto que deben esperar a que todas las geishas hayan tomado el baño para poder bañarse, por lo que el agua suele estar fría para cuando llega su turno. 

 

Así que por esta razón la pobre Yuki tenia los dedos tiesos de tanto tocar el shamizen y aun no lograba que su sonido le agradara del todo, ese alargado instrumento de cuerdas era su dolor de cabeza diario, recibía constantemente amonestaciones de sus maestras por no tener la delicadeza en sus dedos al rasgar las cuerdas o no tocar las notas correspondientes. El baile y el canto se le daban mucho mejor pero no podía ser una aprendiz a medias, así que ahí estaba, esperando el turno para el examen que lo definiría todo, podría aprobarlo y convertirse en una Minarai, es decir una aprendiza, o regresar a su okiya envuelta en vergüenza rogando que su Oka-san la acepte como meido

—Tranquila Yuyu—Fuyuka le sujeto el hombro para tranquilizarla. — seguro estarás preciosa cómo siempre. La pelinegra miró a su amiga, su tacto familiar enviaba suaves ráfagas de cariño que aliviaban sus angustias, estaban esperando que Midori saliera del recinto, fue la primera en dar su examen y ellas como buenas amigas estaban esperandola. 

Parecía que una eternidad paso hasta visualizaron al pisco pecoso que flotaba alegremente hacia ellas. 

—Lo he conseguido, mi interpretación ha sido perfecta— les platicó mientras la sonrisa se quedaba expandida en su rostro. 

—Mucha suerte para ambas, Yuki te llaman a escena— las tres chicas se abrazaron y ambas  vieron a su amiga caminar con decisión al teatro. 

 

Por la tarde el trío de jovencitas estaban descansando del estress que el examen las hizo pasar, comían rebanadas de pomelos escarchados ligeramente con azúcar, estaban preciosas y risueñas, con la esperanza que esa nueva oportunidad traería a sus vidas. Nomi las vio tan relajadas y arrugo el entrecejo, con las manos en las caderas y fingida molestia se acercó a sus <<dolores de cabeza>> como cariñosamente las llamaba. 

—Sus majestades descansando y el techo que nos caiga encima— les dijo exagerando su postura. 

las niñas sonrieron aun más y con esos ojos llenos de brillo sacaron de sus bolsillos un elegante trozo de seda roja y brillante, en la parte aterciopelada se podía ver un pequeño blasón bordado en hilo de oro, el blasón de la okiya Igarashi, su casa. 

 

La haya se llevo sus preciosas manos a la boca, sus ojos tan abiertos en la más pura expresión de asombro, y sin poderlo detener un gritito ahogado de emoción salió de su garganta. Las chicas saltaron encima de Nomi con la alegría transpirándoles cada poro, fue tal el alboroto que las cuatro cayeron a la suave hierba del jardín explotando en sinceras carcajadas. Tanto fue el festejo que despertaron a Saiko y  Masako que arrastraban sus pies perezosamente hacia el bullicio, estas al escuchar la gran noticia se sumaron a la algarabía rodando con las otras chicas por el amplio espacio. 




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