Maiko

USHINAWARETA ŌJO

Midori  fue una niña relativamente feliz y deseada, sus padres eran comerciantes con mucho abolengo, y viajaban en hermosas caravanas a través de la ruta de la seda, siempre mimada por su amorosa madre y sus sirvientes, hija única, cuidada y adorada con las sutilezas y exigencias de su rango y status.  Un fatídico día mientras sus familiares requisaban entrega de mercancías, ella vislumbró un artefacto maravilloso, una barra transparente parecida al brillante cristal pasaba por el ojo de un molinillo y se convertía en escarcha a la que un hombre mayor le añadía jarabe de colores, ella nunca había visto una maquina de raspados. Animada por el barullo escapo de su cuidadoras para observar por largo rato el mecanismo tan curioso de el vendedor; la mala fortuna se leía en su carta pues ese mismo día en ese mercado se encontraba Dai, que al ver a tan preciosa criatura no dudo en raptarla lejos.La siguió con su mirada de cazador, se aprovecho de que su presencia apenas era notoria entre los oriundos del lugar, como un amable abuelo le compró un granizado de ciruelas a la preciosa niña que le sonreía con toda la inocencia que acentuaban sus mejillas arreboladas, cuando ella se giró para regresar a la seguridad de su familia sintió un agudo golpe en el hombro, no le dio tiempo de gritar, para cuando despertó estaba a kilómetros de lo conocido, a millas de los gritos desesperados que su familia daba desconsolada por su perdida.

 

Pocos supieron de la desolación de la familia Aizawa, de las sumas de dinero dedicadas a su búsqueda infructífera y mucho menos del dolor lascerante en el corazón del matrimonio que perdió a su valiosa joya con tan solo cinco años. Ahora, siete años después frente a ellos en esa sala de la okiya, ella no lograba reconocer a quienes la trajeron al mundo, sus memorias fueron lavadas y lo que en algún momento fue el amor más devoto, con el paso de los años y la certeza del abandono mutó en furia y amargura, en vano fueron las lágrimas derramadas en ese suelo que ahora ella reconocía como casa, las suplicas de su padre no lograron derribar sus barreras, Umiko incluso intento hacerla entrar en razón. Reconocía la genuina desesperación que se manifestaba en grandes torrenciales de lagrimas en la porcelana de las mejillas de esa atribulada mujer que intentaba por todos los medios llegar al duro corazón de la que alguna vez fue su amadisima hija.

—No puedo obligarte a dejar este recinto, pero debo ser sincera, la geiko nace con talento y es una especie rara la que lo desarrolla, pero tu, Midori, si decides quedarte, tu futuro puede ser tan deslumbrante como el oro de las casas de te que recién visitas.

No hay casi nada en el mundo que pueda viciar un corazón inocente como la ambición, mas en los quebrantados y débiles de mente, ¿Qué hay de aquellos que han sufrido el abandono? Relegados a vivir el infortunio del destino y ser presas de sus inciertas estrellas, ellos, son las piezas debiles del tablero, aquel que no conoce su origen esta destinado a dar vueltas sin sentido por el mundo.

—Umiko Oka-San debo quedarme aquí, este es mi lugar— firmemente le sostuvo la mirada a la mayor que soltó un suspiro pesado que enmascaro perfectamente el alivio que dejo su cuerpo, Midori era el caballo mas prometedor de ese establo de oropel, el diamante docil y dispuesto a pulirse hasta la extenuacion.

—Lo lamento señores Aizawa, yo adquirí esta propiedad de un comerciante cuando ella tenia al parecer cinco años, ella es una Minarai ahora por lo tanto puede decidir y por lo visto no desea abandonar su carrera. 

 

—pero… Señora por favor, debe haber algo que se pueda hacer ¡usted no comprende!—el señor Aizawa completamente desolado se arrodillo ante la impasiva mujer.

 

Oka-san desplegó su encanto, esa mascara socarrona disfrazada de condescendencia —Señores, deben comprender que yo no obligo a nadie a permanecer en este lugar, su hija, ha decidido por propia voluntad seguir bajo mi custodia— hizo la reverencia de cortesía y se despidió dejando a la pareja sin esperanza. Los padres de la chica desconsolados siguieron llorando por largo rato fuera de la Okiya, pero ni siquiera eso derritió la capa de hielo del corazón de su hija. 

 

 

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El día seis de ese mes, justo antes que despuntara el alba, Nomi nos llamo a la sala de estar, perezosamente bajamos las escaleras tan conocidas, desde la visita de los padres de Midori esta había cambiado lentamente, su actitud decidida y su mirada desafiante se acrecentó hasta casi ser parte de su semblante diario. Abajo nos esperaban un cubo para agua, cepillos y felpas para sacudir, me hubiese dado igual que dentro encontrara una rata, no entendía absolutamente nada.

 

—¿Qué están esperando? Aten sus mangas con el  Tasuki— hicimos lo indicado y la seguimos pisándole los talones.

—Es la costumbre de la dueña de la okiya pasar el plumero a aquella que será su sucesora— nos menciono casi con toda solemnidad — pero en esta casa hay dos candidatas, una limpiara el piso superior y la otra aquí, a partir de este momento su disputa comenzara.

 

Pasamos casi tres horas de la mañana lavando pisos, refregado lavabos, las manos me ardían y aun en esa soledad me sentía tan bien, estaba sola, nadie me interrumpía, no tenia que responder a nadie, y por supuesto ningún hombre osaba  burlarse de mi. Era mi actividad perfecta, a partir de ese momento las mañanas se convirtieron en mis horas favoritas, cuando vaciaba los cubos fuera podía imaginar que me crecían alas y volaba por la inmensidad del cielo azul, si me tocaba fregar las canaletas mi mente me hacia soñar con volverme un pez diminuto de bellos colores que encontrara su camino en el vasto mar abierto.Esa era mi vida, un placer de madrugada, una tortura al caer la noche, cuado tenia que enfundarme en esos insoportables kimonos que le decían a todo Hanamachi de mi condición y mi destino, me sentía horrible, la chicas mas horrenda del lugar, las mangas me estorbaban, no había podido siquiera contestar con monosílabos las preguntas mas inocentes de los invitados de Saiko onee-san,, ella tenia que acudir en mi rescate cada vez y eso solo le restaba puntos a mi valia.




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