Maiko

FURAITORESSUN

Hay muchas formas de conseguir un Danna pero no todas las geishas pueden tener acceso a ese privilegio, un Danna es un benefactor mas que nada, no es un amo ni un esposo, debe ser un hombre con suficiente poder adquisitivo y refinamiento, una vez que el posa sus ojos en la geisha iniciara una fiera negociación con la ochaya y la okiya, hay una serie de cosas de las que debe encargarse, como patrocinador de la Geiko pagará por su educación pues las flores de Gion nunca dejan de tomar clases en el kaburenjo para perfeccionar sus artes, también la proveerá de vestimenta, kimonos finos, accesorios para el cabello, abanicos y obi, todo lo que ella pueda necesitar, ¿pero que obtiene a cambio? Si bien es cierto que se puede llegar a un acuerdo para intimar, el Danna realmente recibe a cambio de su inversión las mas finas atenciones de la artista, la preferencia de sus solicitudes y por supuesto el desplante de sus talentos, nada más, si el deseara algún tipo de retribución sexual para eso están los distritos rojos, una flor de Kioto jamas se rebajaría a tales escalas. 

 

Hombres como estos no crecen en los troncos como hongos, si bien se requiere un nivel económico alto para visitar las ochayas, es aun mayor el que se requiere para si quiera considerar la oferta del benefactor, Robert Kilmore venia  una larga linea de magnates azucareros de America, sus abuelos habían sido ministros hace mucho tiempo atrás y es por ello que desde que tuvo a bien viajar con su padre por negocios fue conocido entre los barrios de Hanamachi, el rubio de ojos azules tan claros como el cielo, mirada tranquila como la absoluta calma y ese cuerpo alto y robusto heredado de sus antepasados le confería una masculinidad y elegancia que no dejaba a nadie indiferente, al haber estado tanto tiempo en internados nunca tuvo momentos para el verdadero romance, su vida eran encuentros furtivos con damas que apenas recordaba y las incontables horas de trabajo en la torre Kilmore. Todo eso paso a segundo plano en un baile de primavera al que su padre fue invitado, ahí conoció a una joven maiko, su nombre era Saiko, perteneciente a la okiya Igarashi, quedó prendado de esos ojos de almendra y la piel tan blanca como la leche, bebía los vientos detrás del obi de organza que ondulaba al caminar meneando sus caderas con toda tranquilidad, si eso no fuera impresionante, lo dejo aún más enloquecido la mente que se ocultaba detrás de los vivaces ojos color avellana, una conversadora en potencia, se encontró hablando durante horas de una infinidad de temas con ella sin aburrirse, le encantaba el tímido sonido de su risa y como ocultaba su boca detrás de su manga, las preguntas ingeniosas que le hacia y como pedia que describiera paisajes lejanos y desconocidos para ella, rompió la única regla no dicha de Japón, el se enamoro e una geisha. 

 

La vió en su ceremonia de cambio de cuello y tambien estuvo ahí para celebrar todas las glorias que vinieron en seguidilla, desde el comercial que le pidieron grabar hasta las bellas postales con la exotica mujer saludando con coqueteria en lo alto de un puente con una sombrilla de seda en la mano, un enamorado secreto es lo que era, o al menos quizo serlo pues para todo Hanamachi no era un secreto su devocion para con Saiko, por eso a nadie le extraño que en cuanto tuvo el control de las empresas saltara sobre el trofeo para ser su benefactor, Umiko-san lo acepto de buen talante y una vez que hablo con su hija el contrato quedo establecido. Fue una suerte que el amor fresco y pasional lo tuviera comiendo de la delgada mano tan estilizada de esa mujer, que al saber la desgracia de quien seria su hermana menor no dudó en también expresarle indirectamente su cariño y apoyo, rápidamente contacto a todos los sastres y costureras de alcurnia y los envío directamente a la okiya Igarashi, ¿su labor? Hacer un nuevo ajuar de kimonos a la altura de la hermana pequeña de Saiko-san.  El tiempo apremiaba y no se debia perder un solo minuto, volvieron a consultar a la Miko y según sus especificaciones  reconstruyeron prácticamente de las cenizas con la mayor y mas  espléndida gloria aquellos destrozados kimonos. 

 

–piensa en todas las bondades que Kilmore Danna ha tenido contigo, debes esmerarte  pues es lo que se espera de ti– Saiko, de pie en medio de la sala me decía, los tenues rayos del sol de la tarde se colaban por los amplios ventanales.

–Si, onee- san, prometo esforzarme– no lo decía de dientes para afuera, de verdad quería esforzarme, ese hombre llegó y arregló el revés de mi destino, de una vergüenza pase a tener un ajuar aun mas exquisito que el primero, pero yo aun no podía despuntar en las artes del entretenimiento y la conversación.

 

Mis momentos mas felices fueron cuando tenia que partir cada mañana a mis clases de baile con Uraka-san, terminaba rápidamente mis labores y acudía con las mejillas al arrebol de las prisas a su establecimiento, nuestra rutina era sencilla, anunciaba mi llegada y su secretaria me hacia pasar, yo caminaba hasta su salón y me hincaba para abrir la fusuma, una vez que me anunciaba de viva voz y ella me daba el pase, atravesaba de un giro sobre mi eje aun en cuclillas y cerraba la puerta, me colocaba frente a ella y hacia la primera reverencia del día. Ella me correspondía y nos servían té, la platica siempre fluía hacia como estaba integrando la coreografía o las técnicas de baile , pasando por conocer mi inspiración para tal o cual pieza y seguido de sus anotaciones y correcciones para dar inicio por fin a los ensayos. 

 

Regresaba a casa usualmente por el camino largo, bordeando el rio, metiéndome entre mercados, aspirando los aromas tenues de las tiendas, eso me relajaba, a veces escuchar los sonidos típicos de los oficios y encontrarles un ritmo me ayudaba a obtener inspiración, me lamentaba enormemente dentro de mi cabeza, si tan solo fuera igual para la ceremonia del te o para entretener clientes, mi carrera pendía de un hilo y no había hecho otra cosa que avanzar un paso y retroceder dos, una Geisha es una artista completa, no puede ser medianamente capaz, se es o no se es, no hay un punto medio, debe dominar todas las artes y ser una anfitriona modelo, yo aun no encontraba inspiración para ello. Pero esa noche todo cambió,  lo vi entre los ejecutivos que acudieron al oazashiki, un desconocido sin duda, pero su imagen impacto mi corazón de adolescente, una Minarai o Maiko, se adiestra en las artes femeninas, conversación, coquetería, refinamiento, diligencia, inteligencia y por supuesto las bellas artes, poco o nada sabemos del romance o de experimentar el amor, algunas hermanas mayores llegan a tener novios, pero aun creo firmemente que la experiencia no se compara a tener una relación en la que no eres vista solo como un trofeo precioso para un apellido. Su presencia quemó mis entrañas y logró que mi lengua se electrificara, todo en el me pedía  acercarme, era alto, de ojos negros y rasgados, una boca inusualmente generosa, estaba peinado sobriamente con una raya que partía a medio lado su cabello de cuervo, su figura lucia muy bien delimitada dentro del traje oscuro a media, compartía gentilmente con sus colegas y las geishas aledañas, tomaba trozos de comida y sonreía formando rendijas luminosas con sus ojos, su mandíbula cuadrada y varonil me tenia hipnotizada, por primera vez sentí  la necesidad de pasar mis manos por esas lustrosas hebras de ébano. 




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