Maiko

TETSUO

Y me moví, contra todo predicamento avance y me rendí al ritmo melodioso del shamizen, mi cuerpo se volvió ligero como si estuviera hecho de aire y tela, deje de pensar e el exterior y me concentre en la danza, esa fuerza tortuosa y magnética que subía por las plantas de mis pies, justo como Uraka san me enseñaba, me desdoble de mi imagen y me volví el objeto de la melodía como tantas veces lo había logrado en la soledad de mi cuarto, para cuando termine todos los comensales aplaudía, muchos se acercaron a conversar on mi hermana mayor y yo discretamente me acomode a su lado intentando pasar desapercibida.

Dormí con una enorme sonrisa después de recibir de parte de mi Onee-san los elogios y el interés de caballeros que en algún futuro desearían mi fiel compañía, no se si fue Koichi la razón, pero sin duda tuvo que ver en la liberación de mis palabras, me lo encontraba  en las flores del jardín, cerraba los ojos y podía dibujar de memoria su sonrisa, el tuvo mucho que ver en mis ansias de salir adelante y aunque la vida me demostró que las personas tienen muchos rostros, agradezco el  empujón que me dio hacia mi destino. 

—Masako no se siente bien hoy así que las lecciones estarán a mi cargo—Saiko vestía una casual yukata azul con rayas blancas, las chicas por otro lado tenían puesto el tradicional kimono de Maiko.  El pesado furisode con sus larguísimas mangas hasta los tobillos las tenia al borde de las caídas, el darari obi no les ayudaba mucho pues la pesada tela las empujaba por la espalda, mantener el equilibrio era todo un reto, y aun no estaban sobre las okobo, en resumen, los veinte kilos que suponía ese precioso traje les podía causar graves accidentes. 

—Ahora observen, la técnica para caminar con gracia es hacer pasos cortos, un pie tras otro, el kimono debe ondular tras ustedes como la espuma del mar—Saiko se movía con maestría delante de las niñas para aclarar su punto. 

Yuki sentía su cuerpo arder, demasiada ropa, estaba tan apretada y el moverse solo incrementaba su incomodidad, aun así tenia mas gracias que Midori, que no hacia mas que tropezar con su propias faldas, y eso era demasiado raro en ella, se sentía apática y cabizbaja, como si algo hubiera robado su alegría y confianza. 

 

—¡CON GRACIA!— les gritaba su Geiko.— ¡ESTIREN EL CUELLO! ¡NO SON TORTUGAS!— estaba llegando al límite. 

—¡MIDOR POR LO SAGRADO CAMINA EN LINEA RECTA!— se pellizcaba el puente de la nariz, la mujer sentía que su ojo derecho le palpitaba—¡YUKI LEVANTA LA MIRADA! ¡VAMOS ACHISPATE!— Quince minutos después se dio por vencida y llamo a Nomi para pedirle un te de lavanda. 

Nee-San por favor, ya no podemos más— La pelinegra suplicó con su mejor reverencia a lo que su compañera pelirroja le siguió. 

 

La mujer suspiró y una idea cruzo por su muy inteligente cabeza. Tomo elegantemente su taza de té para beber un poco del tibio líquido. —tengo que ir a la farmacia y ustedes me acompañaran, son solo dos calles, si logran llegar sin tropezar daré la lección por terminada— bebió un poco mas de la taza para ocultar su sonrisa traviesa. Dos horas después estaban curándose las heridas por caer en el empedrado al regreso del paseo, de ida todo estuvo bien, pero al retornar a casa la pendiente les jugo una mala pasada y rodaron calle abajo como un costal de papas.

Esta noche ambas a acompañaríamos  a  Saiko a su compromiso en la Ochaya, que es el nombre correcto de las casas de te. Dimos gracias por podernos  poner la vestimenta de Minarai, mucho mas fresca y cómoda. En punto de las 6 de la tarde salimos rumbo la Ochaya Ichiriki, esta es una de las más famosas de todo Gion Kobu pues posee un puerto propio donde atracan pequeños barcos que dan paseos nocturnos por el rio, hoy serviremos en una fiesta en uno de esos. Para nuestra sorpresa al llegar al lugar solo estaba la Geiko Nadenko y su aprendiza, el bote estaba iluminado por preciosos candiles, se contaban exactamente seis clientes y entre ellos se divisaba la rubia presencia ya tan conocida para mi del Presidente Kilmore.

 

 

La señora Ichiriki nos hizo la señal y  Nee-san entro seguida de Nadenko, su aprendiza y a lo ultimo nosotras. Me sorprendió que no hubiera una geisha por cliente, pero tarde poco en darme cuenta que esta era mas una reunión de esparcimiento, los hombres conversando entre si con actitud mas relajada y esta vez compartiendo los alimentos con nuestras geikos. 

—Bueno chicas, hoy nos ayudaran a servir, esto es una prueba de fuego, háganlo bien pues la señora Ichiriki le contara todo a Oka-San—Saiko nos reclutó y acomodó, mando a Midori con un señor mayor que al parecer tenia problemas de audición, mas tarde me enteré que esa persona era un general de guerra muy valorado.

— Yuki, cuando yo te de la señal iras hacia los candiles, Fumiko tocara en el shamizen y tu cantaras "Koi" — ahí estaba de nuevo ese brillo en sus ojos al encargarme tareas que me parecían un disparate. — Cuando estes cantando quiero que enfoques tu mirada en mi y solo en mi.

Más tarde supe porque me lo pidió, en un punto de la noche, la brisa soplaba complaciente y las luciérnagas otorgaban un ambiente mágico al navío, supe que era mi turno cuando vi a la aprendiza acomodar el instrumento entre sus brazos, suspire profundo para calmarme y avance decidida; la melodía era suave y mi voz se distinguía perfectamente, algunos hombres me miraban algunos segundos y luego seguían en lo suyo, hasta que mi Onee-Sanse movió lo pude ver, ¿Que hace escondido en una fiesta? recordé la instrucción y clave mi mirada en mi Geiko hermana, esta era una melodía que podía cantar hasta dormida pues a mi voz si le sacaba provecho y curiosamente mi hermana mayor se sentó justo a lado del hombre de cabello azabache, desde cualquier ángulo podría parecer que lo miraba directamente a el y eso hizo que mi corazón latiera desbocado.  Cuando la presentación llego a su fin pude ver que todos los ojos estaban puestos en mi nuevamente, los aplausos no se hicieron esperar, la vergüenza me invadió y quise huir. 



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En el texto hay: historia, amor, geishas

Editado: 16.10.2022

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