Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 8

No respondí a Nic, afortunadamente tampoco insistió.

Quizás se compadeció de lo que sea que vio en mi rostro, entendiendo que esto no era una broma, que alguien ahí fuera quería hacerme daño.

Que, quizás, yo también había herido a alguien.

Asesina.

Tal vez se preguntaba cuánto de verdad había en ese mensaje.

No podía responder, no cuando intentaba desesperadamente no perder mi cordura.

Nic me empujó hacia el asiento del pasajero, abrochándome el cinturón mientras seguía demasiado aturdida para moverme o coordinar los movimientos de mis manos entumecidas. Antes de que pudiera pestañear ya estábamos en la carretera, sus manos aferrándose al volante como si fuese lo único que le anclara a este coche, no sabía que me mantenía anclada a mí.

Tyler.

Su sonriente rostro volvió a mirarme desde la nota doblada en el posavasos donde Nic la había arrojado antes de empezar a conducir, mis ojos ardieron mientras la situación se volvía asfixiante.

Alguien sabía. Alguien sabía lo que le había hecho a Tyler. Y ahora me estaba diciendo, exigiendo, que me fuera. O todos sabrían la verdad.

Pero eso no tenía sentido, nadie podía saber la verdad. Sólo Tyler y yo lo sabíamos, y Ty…Ty estaba muerto.

Y los muertos no hablan, no revelan secretos, ¿verdad?

Un escalofrío me recorrió, algo suave me cubrió, parpadeé hasta reconocer el suéter azul con el que creí haber visto a Nic más temprano. Lo miré sin comprender.

—Póntelo —ordenó —estás en shock, necesitas entrar en calor.

No me moví, no podía.

Escuché una maldición murmurada antes de que el coche se detuviera al costado del camino; el bosque a nuestro alrededor silencioso; las últimas casas ya habían quedado atrás.

Se giró en mi dirección y me ayudó a ponerme la prenda, su aroma me inundó mientras la pasaba por mi cabeza; pinos y tierra mojada, como si el aroma del bosque persistiera en él, negándose a abandonarlo. Lo respiré mientras una sensación calmante me envolvía, Nic se mantuvo en silencio dejándome recuperar la compostura.

—Lo siento —susurré, mi garganta ardiendo por el esfuerzo de forzar las palabras.

—¿Por qué?

Casi reí, era Nic Keller después de todo, no me permitiría simplemente agradecer y seguir con mi vida.

—Por el ataque de pánico, yo…no sé qué sucedió.

Se mantuvo en silencio, el viento soplaba detrás de nosotros por el hueco de su ventana rota.

—¿Entonces no sabes lo que ese mensaje significa?

Sabía lo que estaba haciendo, quería que lo negara, que dijera que todo había sido un ataque al azar, que estábamos en el lugar y en el momento equivocado. No lo hice, no pude.

Mi silencio fue toda la respuesta que necesitó.

—¿Sabes quién es el tipo de la foto?

Las lágrimas que había intentado esconder finalmente escaparon, miré por el parabrisas, el paisaje borroso mientras asentía.

Tyler.

—¿Y tienes idea de quién pudo haberte…enviado ese mensaje?

Comencé a negarlo. Nadie. Nadie lo sabía, sólo Ty y yo y…él.

Me detuve, un nuevo terror helándome los huesos.

Dios, había sido tan, tan estúpida. Por supuesto que alguien más lo sabía.

Me había encontrado. Me había seguido a Coven Hills.

Nic debió notar el miedo creciendo con fuerza en mi expresión, porque la preocupación apareció en la suya.

—Maine…

—Llévame a casa, por favor —supliqué, mi voz quebrándose.

No necesité pedírselo dos veces, en otro segundo ya estábamos en el camino nuevamente. No había terminado de estacionar frente a mi entrada cuando salté del coche, corriendo adentro; quizás me había seguido desde la escuela, quizás me estaba observando ahora mismo. Corrí más rápido.

Escuché a Nic llamando mi nombre, pero no me giré, no podía estar aquí afuera donde él podía verme; sólo dentro de casa estaría segura. Nada malo podía entrar sin ser invitado.

Sólo después de encerrarme dentro noté que aun vestía el suéter de Nic, miré por la ventana, pero su coche ya no estaba.

 

Logré engañar a Ella durante dos días, diciéndole que estaba enferma, y para mi beneficio, me veía lo suficientemente mal como para que la mentira fuera creíble.

Mis amigas me escribieron preocupadas, pero les extendí la misma excusa, nadie sospechó más allá. Sólo Nathan se acercó con el pretexto de pasarme unos deberes, pero antes de que bajara a abrir le rogué a Ella que no deseaba ver a nadie.

Nadie entraría en esta casa.

Después del almuerzo, Ella me informó que necesitaba volver al trabajo, casi le rogué que se quedara o me llevara con ella, pero me contuve, no podía mostrar mi miedo sin tener que explicar la razón detrás, y no estaba segura de cómo comenzar a explicar algo así.




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