Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 11

Estuve inconsciente sólo unos minutos, pero bien podrían haber sido horas. Al momento de abrir los ojos me encontraba en mi habitación, una nueva camiseta reemplazaba la anterior, que esperaba se hallara en el fondo de la basura, ninguna cantidad de lavados borraría la sangre y el miedo de aquella desafortunada prenda; una venda cubría un sector en mi cabeza que supuse era al causante de toda esa pérdida de sangre. Estaba limpia y cuidada, y sólo había una persona a la que debía agradecer.

Bueno, persona-persona, eso estaba por verse.

Nic entró en mi habitación, deteniéndose al verme ya despierta; noté que también había reemplazado su camisa por una camiseta oscura; la idea de que claramente me había visto desnuda se asomó por el umbral de mi mente, pero la hice a un lado; cosas más importantes debían ser discutidas.

—¿Cómo te sientes?

Con que quería irse por la tangente, si bueno, eso no pasaría.

—Bien, no recuerdo que hayas contestado a mi pregunta, antes de caer inconsciente quiero decir —alzó una ceja perfectamente definida, supuse que ni siquiera necesitaba recortarla, el maldito —gracias, por cierto. Por salvarme la vida.

Siempre ser educada, sobre todo cuando no sabes si tu vecino, demasiado atractivo y altamente sobrenatural, puede decidir sacar su mierda sobrenatural sobre ti.

Nic sonrió, esa mierda sólo me asustó más.

—¿No deberías descansar, y hablar de esto mañana?

Lo miré.

—No lo sé, ¿debería? ¿Cómo sé que no borraras mi mente o algo así?

—¿Crees que puedo borrar tu mente? —claramente se estaba divirtiendo a mi costa.

—No lo sé, ¿puedes? —casi gruñí, la gratitud huyendo por la ventana.

Nic rio, el sonido acariciando mi cuerpo maltratado como una suave pomada, me enojé aún más.

Finalmente se unió a mí, sentándose en el borde de mi cama. Su muslo cubierto en mezclilla acariciaba mi muslo desnudo, no me aparté, pero toda mi sangre se concentró en ese lugar. De pronto me sentía un poco mareada, quizás aceptaría la oferta de postergar la conversación después de todo.

Me detuve al notar su sonrisita de suficiencia, claramente disfrutando de mi incomodidad, de pronto la idea de que estuviera leyendo mis pensamientos indecorosos encendieron todas mis alarmas.

Dios, ¿de verdad podía leer mentes? Iba a irme del país, iba a abandonar el continente.

—No leo mentes, Maine —abrí la boca para protestar, claramente había respondido a mi pregunta mental después de todo, me interrumpió como siempre —no necesito hacerlo, prácticamente estás proyectando tus pensamientos en toda la habitación; tienes un rostro muy expresivo…y mis instintos están un poco más pulidos que los tuyos.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Que noto…más. El color en tus mejillas me dice que lo que sea que estés pensando te avergüenza, o incomoda; el miedo en tu aroma, sutil, pero especiando tu esencia me dice que la idea de que lo descubra te aterra —esos ojos carbón me recorrieron, como si pudiera ver dicho miedo escapando de mí justo ahora —los humanos, suelen asociar ese tipo de incomodidad a los pensamientos…indecorosos, ¿acaso estás imaginando cosas sucias, Maine?

Madre de Dios.

No importaba que Nic me haya salvado, pensé, iba a matarme de todas formas; justo ahora.

La sonrisa que me envió era un nuevo nivel de alerta, problemas más grandes que el hecho que prácticamente acaba de admitirme que no era humano. No del todo, al menos. Pero eso no parecía importarle a mi cerebro, no cuando lo tenía justo enfrente hablándome de cosas sucias y su muslo aún seguía tocando el mío como si no hubiera otros lugares donde sentarse.

Como si eligiera tenerme cerca.

Bueno, bueno, ya es suficiente.

—¿Es así como supiste que necesitaba ayuda? ¿Con tus…sentidos?

La sonrisa menguó, su mirada volvió a la venda que cubría un lado de mi cabeza, su quijada trabajando mientras pensamientos oscuros corrían tras esos ojos. Supuse que, si no lo hubiera hecho ya, Nic estaría encantado de volver a encargarse de mi agresor.

Hablando de eso…

—¿Dónde…?

—Me encargué de él —me cortó, leyendo mis pensamientos nuevamente —no te preocupes, limpié todo y no hay rastros de…lo sucedido, tu hermana ni siquiera notará el golpe en la pared, casi no se ve.

Hice una mueca recordando el impacto de mi cuerpo contra dicha pared.

—Y respondiendo a tu pregunta, sí. Escuché que gritabas, te oí la primera vez, pero estaba durmiendo, es un poco…difícil despertarme una vez que decido dormir. Llegué tan rápido abrí los ojos.

¿Decido dormir?

Prácticamente podía sentir la pregunta escapando de mí.

—No necesito dormir con regularidad, es más una costumbre a la que le he tomado cariño; pero es difícil escapar de las telarañas del sueño una vez que lo hago.

Me estremecí recordando mis propias telarañas volviéndose serpientes, mi sueño, mi atacante dentro de mi sueño.




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