Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 17

Mab insistió en llevarme a casa, no protesté.

La fiesta seguía cuando dejamos The Creek, algunas sombras extrañas enredadas en las penumbras del bosque cerca de la hoguera, otras ni siquiera molestándose en la modestia y montando espectáculos cerca de las llamas avivadas. Ya nadie comentaba sobre como la chica nueva se había lanzado al arroyo, nadie me miraba extrañado. Después de todo el río exigía un sacrificio, y esta noche, tuve el dudoso privilegio de serlo.

Aunque no podía olvidar la sensación de asfixia, la desesperación. O la mirada horrorizada de Mor, como si viera algo que nadie más podía.

Como si estuviera predestinando mi muerte.

Me despedí de Mab en la entrada, asegurándole que estaba bien para caminar hasta la puerta; exigiendo que me enviara un mensaje al llegar. No importaba si estábamos en Coven Hills y aquí nada sucedía nunca, después de esta noche ya no volvería a dar por sentado la seguridad nunca más. Aceptó como si entendiera que esto era importante para mí, que ella lo era, y observé a su coche alejarse por el solitario camino.

Me desprendí de mis prendas, todavía húmedas, apenas crucé el umbral. Llamé a Ella, pero entonces recordé tardíamente que esta noche se encontraba trabajando en el laboratorio, suspiré ante la perspectiva de pasar la noche sola y me pregunté si siempre sería así, ¿siempre miraría sobre mi hombro? ¿ya no me sentiría segura ni siquiera en el refugio de mi hogar?

¿Hogar?

El pensamiento hizo que mi mano se congelara mientras sacaba un refresco del refrigerador, ¿desde cuándo había comenzado a considerar a Coven Hills mi hogar? Después de todo mi permanencia aquí no sería permanente, ¿verdad? Pensé en irme, en llamar a mamá cuando su viaje terminara y decirle que volvería a Santa Bárbara, que regresaría a casa. Sólo que Santa Bárbara había dejado de ser mi casa mucho antes de decidir mudarme a Coven Hills, y realmente había comenzado a acostumbrarme a vivir en la tierra donde siempre era otoño.

Suspiré, estas eran decisiones que no debía tomar a estas horas, luego de casi haber muerto.

Iba a volver a mi habitación cuando un golpe en la puerta me detuvo. Supongo que no recibiría mi respiro aún.

—Maine.

Me estremecí ante el sonido de su voz, había un rasgo de preocupación allí que no había estado antes. Cuando me ordenó que saltara al agua y no luchara.

Nathan.

Lo miré, tan pronto volvimos a la hoguera busqué a los hermanos por el lugar, pero no había señales de sus presencias. Nathan se había desvanecido, la única señal de su paso por allí se hallaba en mis recuerdos, en el escalofrío con el que recordaba su sonrisa siniestra al exigirme que lo besara, al ordenarme que me ahogara.

—¿Qué haces aquí?

Mi voz se quebró, mi garganta no del todo recuperada. Nathan frunció el ceño ante el sonido, pero lo descartó mientras miraba mi cuerpo, mi cabello se había secado con el aire en todas las direcciones. Sólo podía imaginar la imagen que pintaba.

—Jonah Centineo compartió un video de ti junto al arroyo, dijeron que te estabas ahogando, que Mor saltó a sacarte del agua. Vine a ver cómo estabas, ¿qué sucedió?

Lo miré incrédula, tú me hiciste saltar, quise decirle. Me ordenaste que no nadara.

Pero algo me impedía decírselo.

Destellos rubios donde debía estar el azabache.

Algo nadó hacia la superficie, ahí estaba Nathan, caminando conmigo, mirando sobre su hombro; pero la imagen ya no era tan nítida, ya no era sólo su rostro el que me sonreía.

No era Nathan quien me ordenaba saltar.

—¿Dónde estuviste esta noche?

Si mi pregunta exclamada le sorprendió, no dio señal.

—Mi tío organizó una cena familiar, lo hace en ocasiones y nos obliga a asistir. Lo hacemos por Netta, estas cosas le encantan. No pudimos escaparnos antes, pero planeábamos pasar después.

Nathan nunca estuvo en The Creek.

No fue él, no fue él, nunca fue él.

—Maine… —negué, dando un paso atrás. Nathan intentó seguirme, pero el umbral lo detuvo, miró el espacio vacío como si le insultara.

Nunca le había invitado a pasar.

Gracias a Dios por eso.

—Te veo en clases, estoy cansada y quisiera ir a dormir. Adiós, Nathan.

No esperé respuesta.

Subí las escaleras, dejando algunas luces encendidas. No es como si la oscuridad albergara todas las cosas peligrosas, pero me aferraba a la falsa seguridad de las lámparas para conciliar el sueño.

Atravesé la puerta de mi dormitorio, y un grito comenzó a escapar de mi boca, sólo para ser interrumpido por la mano de Nic cubriéndola.

Le lancé una mirada furiosa mientras intentaba mantener mi ritmo bajo control, me indicó que guardara silencio mientras se concentraba en algo en la distancia. Nathan, comprendí. Se estaba asegurando que estuviera fuera del rango de audición, fuera cual fuera éste.

Estuvimos en esa posición, los dos demasiado cerca, su mano aún en mi boca; intenté no sentirme afectada por la cercanía. Fallé.




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