Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 19

—No puedo creer que hayas leído esta mierda.

Solté un grito mientras entraba en mi habitación después de clases, mi mochila cayendo al suelo cuando la solté por el susto.

Nic me ignoró mientras apartaba mi copia de Crepúsculo de las estanterías de mi biblioteca, su mirada incrédula cautelosa como si el libro en sus manos fuese una bestia rabiosa que despertaría y se comería su rostro de un momento a otro.

Lo miré todavía luchando por recuperar mi corazón en su sitio, iba a ponerle una campanita si seguía presentándose de esta forma. No me molesté en preguntar qué hacía ahí, en su lugar me tumbé en mi cama, si tenía unos segundos para descansar antes que Nic pateara mi culo en el lago, no los iba a desperdiciar.

Fiel a su palabra, Nathan me trajo a casa y se fue despidiéndose con algo sobre tiempo compartido con su hermanita, supuse que a este paso Nic terminaría endeudándose por la eternidad con ella. Mi respeto por la niña iba aumentando, aunque aún no la había conocido oficialmente.

—No puedes decir eso, —dije recordando sus palabras —ellos son como tus hermanos o algo así. No puedes llamar mierda a tu gente.

Hizo una mueca de asco ante mi comentario, le sonreí totalmente entretenida con su evidente fastidio. Se acercó mientras abría el libro en una página al azar y comenzaba a leer.

—Oh, por Dios, mis ojos. Esto…esto es demasiado doloroso —arrojó el libro hacia mí, me apresuré a atraparlo en el aire —. Cosas como esas hacen que nuestra especie quede en ridículo totalmente.

—¿Qué carajos?

—Vamos, no puedes decirme que de verdad crees que cualquiera de nosotros podría simplemente tener un picnic bajo la radiante luz del sol. Si ese fuera el caso todo el mundo querría ser vampiro, ¿no crees?

Era un buen punto, no podía negarlo, pero me veía en la obligación de defender a Edward hasta la muerte, así que respondí.

—Tú puedes caminar bajo el sol y no te veo siendo rostizado hasta la muerte.

Él puso los ojos en blanco y se tiró en mi cama, demasiado cerca; pensé en nuestro encuentro en el baño más temprano, puse el libro entre nosotros.

—Yo puedo hacerlo porque tengo este bebé que me protege.

Extendió la mano hacia mí, enseñándome su brazalete de cuero, una extraña runa parecía marcada a fuego en la oscura tela; una especie de triángulo inacabado con tres puntos en cada vértice.

—No es cuero —dijo, adivinando mis pensamientos, lo miré —es alguna planta de aquí, no sabemos qué es o dónde encontrarla. Sólo las brujas que poblaron Coven Hills conocen el secreto, ellas fueron las que diseñaron estos brazaletes. Mis padres salvaron la vida de una de ellas y como pago de la deuda les entregó dos pulseras; una para mi padre y otra para mi madre. Se toman muy en serio sus deudas, las brujas. Mis padres quisieron hacer un trato por más piezas para nosotros, pero las brujas se rehusaron. Creo que siempre supieron que no haría falta, que ellos morirían y Nathan y yo heredaríamos éstas. Aunque no tuvieron en cuenta que Netta necesitaría la suya, por eso no va a clases como nosotros. No puede exponerse al sol.

Rocé la superficie oscura con mis dedos, estaba fresca y se sentía como el cuero sintético de los sofás de Ella.

—Sin esto tu deseo se haría realidad y estarías comiendo pedazos crujientes de mí.

Hice una mueca de asco y alejé mi mano.

—Ni, aunque mi vida dependiera de ello.

Sonrió como si compartiéramos un secreto. No lo hacíamos.

Pareció recordar que estábamos teniendo un debate y recogió la copia olvidada entre nosotros.

—No lo entiendo. Él ni siquiera tiene colmillos, por Dios.  Me refiero a que, ¿de qué sirve ser vampiro si no tienes unos buenos colmillos para hincar un diente por ahí de vez en cuando?

Miré sorprendida a su boca sin poder evitarlo, nunca había notado que los hermanos Keller tuvieran colmillos más largos que bueno lo normal. Nic adivinó mi sorpresa y sonrió abiertamente, más grande de lo que le había visto sonreír alguna vez.

Colmillos brillantes de al menos una pulgada me saludaron. Madre santa, casi corro escaleras abajo de la impresión. Bueno, los vampiros reales tenían unos peligrosos colmillos entonces, anotado.

—No sabes si no tiene colmillos, —dije fingiendo tranquilidad ante la vista que presentaba ahora mismo, quizás sintiendo mi miedo retrajo los dientes y otra vez sólo era Nic y su mirada aburrida —tal vez simplemente tiene un buen dentista, su padre era doctor después de todo, debe tener contactos.

—¿Qué hay de la parte en la que el tipo es un célibe y cursi niñito? ¿Qué hay de divertido en eso?

Alcé las cejas, miedo olvidado. De pronto quería patear su, al parecer, promiscuo culo de mi cama.

—Claro, porque es un requisito para ser vampiro tener un historial de citas tan impresionante como el tuyo.

—¿Celosa?, sólo señalo mi punto. Tienes una eternidad, chico. Carpe diem y todo eso.

Giré los ojos y le arrebaté mi preciosa copia de sus sucias manos de pecador.

—Escucha, obviamente tienes tus opiniones y yo las mías.  Lo cierto es que a las que nos gustó la saga no nos importó si sus colmillos median cinco pulgadas o si eran postizos, lo importante era la historia de amor entre el chico solitario y la chica torpe.




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