Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 23

Alexander Keller no era un anciano.

El hombre increíblemente atractivo frente a mí distaba infinitamente de la imagen del viejo demasiado adinerado que tenía en mi cabeza.

No, el sujeto hermoso con toda su atención en mí debía rondar los cuarenta. Quizás treinta y poco más. Y era absurdamente hermoso.

Contrario a los hermanos Keller, su tío era todo tonos canela, desde los ojos brillantes hasta las mechas pulcramente peinadas hacia atrás y el rastrojo de barba delicadamente recortada. Era más alto que Nic y con los hombros enfundados en un oscuro traje tan anchos como el mismísimo Nathan.

De pronto, quería huir muy lejos.

—Tú debes ser la hermana de Ella —dijo Alexander con voz amable —al parecer eres muy popular en Coven Hills, no dejo de escuchar cosas de ti. Maine, ¿verdad?

Asentí aturdida.

—Maine —sonrió —soy Alexander, el tío de estos chicos, aunque en mi defensa creí haberles inculcado un poco más de modales. Los suficientes como para hacer las presentaciones adecuadas al menos —esto último lo dijo con una larga mirada en dirección a Nic.

Como que me agradaba Alexander Keller, sólo si se trataba de poner al presuntuoso Nic en su lugar.

—¿Te gustaría quedarte a cenar? Me haría mucha ilusión conocerte al fin.

Iba a declinar cortésmente, honestamente ya tuve suficiente de esta familia por hoy, pero entonces mi mirada se encontró con la de Nic; su expresión era más que clara. No me quería aquí.

Por supuesto que me quedaría a cenar entonces.

—Me encantaría, gracias.

Sonreí un poco más sólo al observar la mandíbula de cierto vampiro trabajando con enojo.

—Excelente —aplaudió un encantado Alexander, llamando la atención de todos —Georgia ya preparó el comedor, sugiero que nos mudemos hasta allí.

Nic fue el primero en salir del recinto a pasos apresurados, una última furibunda mirada en nuestra dirección. Alguien estaba de un terrible humor esta noche.

—Adolescentes —suspiró Alexander en disculpa, le sonreí como si no importara, pero eran inconfundibles los bordes avergonzados en mis comisuras. Maldito Nic, mil veces maldito.

Nathan, bendito sea, se estiró como un gato perezoso; su pote de helado ya vacío.

—Gracias a Dios —exclamó dramáticamente —muero de hambre.

Netta y yo compartimos una sonrisa mientras lo seguíamos.

Una mujer de mediana edad dejó los platos ya servidos frente a nosotros antes escapar silenciosamente, observé la carne y los vegetales frente a mí cubiertos por una interesante salsa que desprendía el más delicioso aroma. No sé qué esperaba al aceptar esta invitación, supongo que algún animal con la garganta rajada y copas llenas de sangre, como cortesía vampírica o lo que sea.

Nic me echó dardos con la mirada desde el otro lado de la mesa, lo ignoré.

Alexander comenzó una conversación tranquila con Netta, preguntando sobre su día y los deberes que al parecer la chica debía resolver como reemplazo por no asistir a la escuela, probablemente debía pedirle consejos para concentrarme en mis propios exámenes.

No me sorprendí cuando Nathan fue el primero en terminarse su plato; sólo para que la mujer, Georgia, volviera como si estuviese cronometrada y dejara otro plato frente a él, llevándose el vacío. Nathan murmuró un agradecimiento mientras me guiñaba un ojo desde su asiento.

—Entonces, Maine, —Alexander volvió su atención a mí, bajé mis cubiertos de pronto intimidada al ser el centro de atención de la familia —¿cómo llevas la mudanza? Imagino que fue un cambio brusco de panorama, desde los cálidos paisajes a, bueno, el obstinado clima de este lugar.

Esa era una forma de decirlo.

—Bien, supongo. A decir verdad, me agrada aquí. Hice amigos rápidamente…la gente es agradable.

¿La gente es agradable? ¿En serio? Metí una zanahoria en mi boca para tener una excusa para guardar silencio, no es que eso detuviera a un Keller.

—Tu hermana dijo que tu estadía era temporal, ¿has decidido permanecer en Coven Hills después de todo?

Vaya, un poco directo, ¿no?

Inmediatamente me dio una sonrisa de disculpa, como si cayera en cuenta tardíamente de su imprudencia.

—Eh, yo…aún no lo he decidido. Quiero decir, sería agradable, supongo, terminar la escuela aquí y no tener que lidiar con todo eso de ser la chica nueva otra vez.

—Pero no serías la chica nueva en tu antigua escuela, ¿verdad?

No, no lo sería. Allí sería algo peor.

Asesina.

Fruncí el ceño a mi plato, de pronto ya no tenía apetito.

—No, supongo que no lo sería.

No añadí nada más, alcé los ojos y me encontré con la mirada de Nic concentrada en mí. El enojo a un lado mientras la compasión brillaba al comprender a dónde habían ido a parar mis pensamientos. Me estremecí.

—No puedes irte —añadió Nathan, como si fuese una verdad, única y verdadera, mientras devoraba la mitad de su segundo plato. A mi lado, Netta asintió vehementemente llenándome de un sentimiento cálido —¿quién será mi pareja en el baile de graduación entonces?




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