Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 24

Esta vez recordé llamar al plomero camino a la escuela, buscando entre los números que Ella tenía en la cocina. El sujeto, Daniel, aseguró que pasaría después de clases a solucionar el problema con el agua caliente.

No volví a hablar con Nic.

O al menos eso creí hasta que alguien me sujetó el brazo mientras caminaba entre clases y me arrastró a un armario de suministros.

 —Tienes que estar bromeando.

Mi malhumorado raptor me ignoró mientras encendía la única lámpara sobre nuestras cabezas. Parpadeé hacia la brillante luz y retrocedí un paso tan pronto noté lo cerca que estábamos. Sí, no volvería a ese lugar.

—Si sabes que tu hermano está en el mismo edificio que nosotros, ¿verdad? ¿Qué te hace pensar que no está escuchándonos ahora mismo?

Era un punto malditamente válido.

—Disminuimos nuestros sentidos alrededor de los humanos —explicó Nic mientras se recostaba contra la pared opuesta, sus brazos se abultaron bajo la simple camiseta oscura que llevaba; miré hacia otra parte ¿es que no tenía frío? —pueden ser muy…ruidosos.

—Entendido —miré hacia la puerta pensando que cualquiera podría simplemente abrirla y encontrarnos aquí. Sólo podía empezar a imaginar los rumores que rondarían los pasillos —¿Qué hacemos aquí entonces?

—Quiero que me digas exactamente lo que tu hermana sabe.

¿En serio? ¿Él sólo comenzaría a hacer demandas? ¿Ni siquiera se disculparía?

Increíble.

—No puedo ayudarte, sé lo mismo que tú.

FEBO, aún no descubrí cómo averiguar de qué se trataba, pero Nic no parecía saber nada del trabajo de su tío, no sería yo la primera en darle esta información. Era una ventaja que tenía sobre él, podía ser la diferencia entre la vida y muerte de mi hermana.

Me callé.

Sus oscuros ojos me analizaron minuciosamente, hasta hacerme retorcer.

—Mientes.

Mierda. Mi escudo.

No me alteré, en cambio me concentré en levantar el escudo a mi alrededor, sin demostrarle nada en mi expresión. Esta vez cuando hablé, supe que lo había logrado.

—No sé nada, Nic. Te lo diría de no ser así.

El movimiento en su mandíbula angulosa fue la única señal de su frustración.

Ya que este corto interrogatorio parecía haber finalizado, me moví hacia la puerta, dispuesta a huir. Su voz me detuvo, mi mano en el picaporte.

—Si sabes algo, lo averiguaré —no necesitaba subtítulos para comprender que era una amenaza, una promesa.

Tampoco me alteré entonces, porque sabía que el que Nic diera con esa información era sólo cuestión de tiempo.

Tiempo que se me estaba acabando.

 

 

 

Llegué unos minutos tarde al almuerzo porque el profesor de biología decidió darme un trabajo extra para alcanzar el puntaje del grupo antes del examen, lo cual era una mierda, pero no iba a quejarme si lograba no reprobar.

Me acerqué a las puertas dobles del comedor extrañada por el creciente murmullo que se percibía. Sólo después de atravesarlas comprendí la razón.

Alguien había empapelado el lugar.

Las paredes, las sillas, folletos caían en el suelo de manera desordenada y sobre algunas mesas. Algunos de los estudiantes ya tenían copias en sus manos y comenzaban a leerlas intentando descubrir de qué se trataba.

Busqué a mis amigas y las encontré cerca de unos profesores que se habían acercado a intentar controlar la situación, di tres pasos hacia ellas antes de que la primera voz se alzara sobre el tumulto.

—¡Es Maine! ¡Es ella! ¡Maine Warlock!

Me detuve bruscamente cuando más voces se unieron excitadas a ésta y comenzaron a señalarme, confundida volví a mirar a mis amigas, quienes ya se encontraban leyendo su propia copia antes de encontrarse con mi mirada.

Asustada de lo que vería arranqué la primera hoja de papel que mis manos pudieran alcanzar y mi corazón se detuvo cuando dos imágenes de retratos me sonrieron en blanco y negro.

Tyler.

Era el retrato que se difundió con su noticia, uno que conocía bien. Su rostro sonriente mirando a la cámara, sus ojos amables y traviesos. Entonces miré el otro retrato, reconociendo mi propio rostro, un poco más joven, cuando algo tan simple como sonreír para una fotografía no me causaba un ataque de ansiedad. La foto fue tomada antes de que mi cabello fuese azul, no es como si importara con la impresión sin color; de todas formas, mi rostro era inconfundible.

Finalmente, mis ojos captaron el crudo mensaje bajo estos retratos:

ASESINA ESCONDIDA EN COVEN HILLS.

Nic y Nathan eligieron ese momento para ingresar al comedor, copias ya en sus manos, sus ojos buscándome entre la multitud.

Entonces el caos se desató.

—¿Es una asesina?




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