Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 25

No vi a los Keller a la salida y para entonces los murmullos me perseguían como ecos distantes de mis pasos. Incluso las miradas nada disimuladas dejaron de importarme ante las palabras de Mor rondando en mi cabeza.

Tyler estaba en Coven Hills.

Tyler estaba vivo.

Nada de esto tenía sentido para mí, y al intentar pedir más detalles a Mor sólo obtuve más confusión de su parte. Sin contar con la interrupción por parte de la directora para preguntar por mi condición.

¿Estaba bien? No, no lo estaba. Pero dije que sí.

¿Quería volver a casa? Desesperadamente, donde sea que casa sea ahora mismo. Pero dije que no.

¿Tenía sospechas de quién podría hacerme algo así? Sí, sabía que alguien me quería fuera de Coven Hills, y la paciencia se le estaba terminando. Pero me limité a negar con la cabeza y avanzar hacia mi siguiente clase, y a la siguiente a esa. Soporté las miradas y los murmullos hasta la última campana del día porque lo único en lo que podía pensar era en Tyler, vivo, siguiéndome.

Quizás buscando algo más que encontrarme.

Sacudí ese pensamiento, Tyler no me haría daño, no cuando le había advertido a Mor sobre mi caída en el arroyo. Me había salvado, de nuevo.

Mab me lanzó una mirada preocupada desde el asiento del conductor de su BMW, pero fingí que no lo noté mientras el coche se detenía en mi entrada. Salté fuera casi demasiado rápido para mi actuación, y lancé un saludo sobre mi hombro.

—¿Quieres que me quede contigo?

No, necesitaba hablar con Nic sobre lo que había descubierto. Necesitaba encontrar a Tyler.

—No te preocupes, Ella llegará en cualquier momento —Ella no volvería esta noche —Estaré bien, lo prometo.

No tenía intención de dotar a esas palabras con una promesa verdadera, esperaba que eso no contara como un juramento roto.

Los conocedores ojos de Mab me recorrieron dejándome claro que veía las mentiras disfrazando mis palabras, insistí.

Lanzando una despedida resignada, mi amiga finalmente alejó su coche hacia el camino, no sin antes asegurarme que podía llamarla a cualquier hora. Agradecí la oferta, aunque sabía que no era una que tomaría.

No me molesté en subir las escaleras, apenas atravesé las puertas marqué el número de Nic y lo llamé. No contestó ninguno de los tres intentos.

—Maldita sea.

Maldije a la nada.

¿Cómo empezaba a buscar a Ty? ¿Dónde estaría? ¿Qué quería de mí?

Venganza, susurró una maliciosa voz, pero la ignoré.

Iba a subir a buscar mi computadora para investigar cuando alguien llamó a la puerta. Tal vez fuera Nic, aunque dudaba que el entrometido vampiro se molestaría en tocar; él se invitaría a pasar sólo.

Quizás era Nathan…

Un desconocido estaba del otro lado, cabello dorado que reflejaba la luz detrás de él como un halo.

—¿Sí?

Una sonrisa llena de confianza dividió su atractivo rostro, me pregunté si la admiración se vislumbraba en mi rostro, supuse que sí y mis mejillas enrojecieron con ese pensamiento.

—Hola, vine por el problema con el agua caliente.

Oh, por supuesto. El plomero, lo había olvidado completamente.

—¿Eres Daniel? —pregunté dudosa, se veía joven y por alguna razón me costaba imaginármelo ensuciándose las manos con el trabajo.

Su sonrisa se amplió como si su nombre fuese una broma que compartíamos.

—Lo soy, llamaste por problemas, ¿no?

—Lo hice, sí. Lo siento, creí que te veías diferente, ¿mayor, quizás?

La sonrisa permanecía, y comenzaba a ponerme nerviosa por alguna razón.

—Me sucede todo el tiempo, que me vean…diferente.

Extraño.

—¿Puedo pasar? A revisar el problema.

Por supuesto, no podía reparar la caldera desde aquí. Pero me sentía aprehensiva ante la idea de dejarle pasar. Mi experiencia reciente jugaba con mi mente, tenía que ser eso. Y, sin embargo, no quería que entrara.

—Escucha, sé que sonará extraño, pero ahora mismo no puedo dejarte pasar; ¿te importaría volver mañana? —podía pedirle a Nic o Nathan que se quedaran conmigo mientras el tipo hacia su trabajo, no tenía que explicar la razón podía inventar algo más.

Pensé que insistiría, pero Daniel sólo asintió con comprensión, extrañamente no me sentí más tranquila.

—Por supuesto, puedo pasar mañana a la misma hora —comenzó a alejarse y noté que su camioneta permanecía lejos de la entrada, casi escondida fuera de la vista; bajó dos escalones antes de detenerse y volver a mirarme —. Oh, antes de irme, noté una fuga de agua en el costado de la casa, quizás quieras cerrar el suministro por hoy y lo veré mañana.

Su cabeza se inclinó en la dirección mencionada y siguió caminando hacia su coche. Busqué con la mirada, pero desde aquí no veía nada más que interminables hojas caídas.




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