Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 27

No podía creer que me había metido a su auto, persuadiéndome a viajar hora y media hasta la ciudad medianamente grande más cercana para detenernos a cenar en un McDonald´s.

Pero aquí estábamos.

—Para ser un vampiro chupasangre, tienes un apetito por la comida impresionante.

Observé asombrada como devoraba lo último de su hamburguesa, ¿la tercera? Quizás cuarta. Y miraba los restos de la mía. Se los ofrecí, me guiñó antes de devorar esos también.

—Creo que es justo —dijo mientras me robaba las últimas tres patatas de mi bandeja, le eché una mirada dura pero sólo me ignoró — Soy una horrible creación del demonio que se nutre de sangre y no puede entrar en Iglesias. Lo justo es que pueda comer de todo y seguir siendo malditamente hermoso.

No podía objetar ante eso.

No todo eran risas, Nathan estaba enojado. Lo podía notar en la forma en que su mandíbula se tensaba incluso cuando bromeaba, y como aún no podía darme una sonrisa sincera. No podía ofenderme por eso, le había decepcionado, me lo merecía.

Maldito Nic y sus estúpidas reglas de no divulgar nada con nadie.

 

 

 

—¿Deberíamos llamar a casa y avisar que estamos en camino?

Nathan se encaminó a la carretera, bajé mi ventana dejando que el viento fresco acariciara mi piel, observando los arboles verdes y florales; antes de volver al pueblo donde todo permanecía en tonos sepia.

—Ya lo hice.

Miré hacia Nathan, su postura relajada mientras descansaba su mano en el volante y la otra sobre su rodilla. Una cajita feliz descansaba entre nosotros, pedido especial para Netta.

—¿Cuándo lo hiciste? No recuerdo que hayas utilizado el móvil mientras cenábamos.

—Nic estuvo taladrando con llamadas toda la noche, lo llamé cuando fuiste al baño.

Me quedé en silencio.

—¿Qué?

—Que Nic estuvo llamando…

—Te oí.

Alejó su mirada de la carretera, no me creí su gesto confuso para nada.

—¿Entonces qué no entiendes?

Iba a golpearlo fuera de este coche, no me importaba el riesgo de morir en el intento. Mi intención debió de reflejarse en mi expresión porque el malnacido sonrió.

—¿Por qué no mencionaste que Nic llamó? Y, sobre todo, ¿por qué esperaste hasta que yo no pudiera oír esa llamada para responder?

—Porque no lo quiero cerca de ti.

—No, escúchame. La mierda de ocultarme lo que pasaba fue una mierda, sí lo fue. Pero mi problema no es eso; pudo haberte matado, Maine. Si no llegaba a tiempo, podrías haber muerto. No perdonaré eso, no lo dejaré cerca de ti. Y se lo dije.

¿Se lo dijo? ¿Cómo le dijo? Dios, solo podía empezar a sospechar lo que Nic debía estar pensando ahora mismo.

—Bueno, entreno con él, lo sabes. Será un poco difícil evitarlo entonces, ¿no crees?

Lo sabía, le había contado todo durante la cena. No más secretos.

Pensé en mi hermana, en el proyecto que su tío financiaba y en cómo necesitaba conocer de qué se trataba.

Bueno, supongo que no todos los secretos.

—Lo sé —dijo, recordándome que estábamos en medio de una disputa aquí —por eso voy a unirme a ustedes durante los entrenamientos.

Abrí la boca, pero entonces no tuve alguna objeción realmente lógica ante su demanda. Sólo podía pensar en una cosa.

—No creo que Nic esté de acuerdo con esto.

Por primera vez en la noche, Nathan rio sinceramente, aunque las notas malvadas eran inconfundibles en la risa.

—Puedes apostar a que lo odiará.

Iba a necesitar fuerzas renovadas para lidiar con los dos hermanos Keller.

 

 

Nic estaba esperándonos cuando llegamos a mi entrada; en un parpadeo recorrió la distancia desde mi entrada hasta el coche de su hermano, abriendo mi puerta y haciéndome salir.

—¿Estás bien?

Parpadeé sorprendida ante su preocupación, una de sus manos descansaba en mi cintura; mientras que la otra se había adueñado de mi mejilla. Sus ojos ónix viajando por mi rostro, como si se asegurara que estaba aquí, entera y sana, frente a él.

Pero no estábamos solos.

Un segundo después, Nathan estaba allí, obligando a Nic a retroceder y apartarse de mí.

—No la toques.

No podía creer que esa amenaza había salido de mi amigo, pero lo había hecho. Nic por primera vez pareció notar la postura protectora de su hermano, su cuerpo pegado al mío, casi ocultándome en su costado.

Su mandíbula se tensó mientras su ceño se fruncía.

—¿Disculpa? —preguntó entre dientes apretados.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.