Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 28

Quizás sentían lástima por mí, pero por alguna extraña razón los hermanos Keller me concedieron el día siguiente como descanso. No necesitaba presentarme ante ellos para que puedan patear mi culo en unas merecidas lecciones de lucha, las cuales Nathan había dejado claro que presenciaría, tampoco insistieron, demasiado, en comprobarme. Puede que esto último tuviera más que ver con el hecho de que había soltado una o dos amenazas de cortar cualquier cabeza que se asomara por la propiedad de mi hermana.

No es que no valorara su protección, pero sabía reconocer cuando un adversario necesitaba retroceder y reagrupar su armamento; y quienquiera que fuese el que da las órdenes en este juego oscuro, se tomaría unos días para planear su próximo movimiento al comprender que sus títeres habían fracasado.

O eso esperaba.

De cualquier forma, elegía creer en mi intuición, y aprovecharía este tiempo de alto el fuego para ocuparme de un asunto que necesitaba resolver, discretamente por mi cuenta.

Tenía que ingresar al laboratorio Keller.

Como si los planetas se alinearan para que mi misión fuese posible, Ella estaba en casa. Las ojeras permanentes bajo sus ojos, huecos en su rostro que antes no estaban allí; su cabello permanecía siempre sujeto en un nudo sin forma, como si la simple acción de peinarse fuese un tiempo desperdiciado que no podía permitirse. Tiempo, en eso se resumía todo.

Tiempo que en mi distracción había dejado pasar sin resolver esto. Tiempo que, al parecer, le había costado a mi hermana.

No cometería ese error dos veces.

—Me reuniré con las chicas esta noche —dije casualmente mientras cerraba un libro de cálculo que fingía leer, Ella permanecía en la misma mesa, sus papeles alrededor mientras sus ojos se movían ansiosamente sobre el documento en sus manos, el brillo en ellos revelando el cansancio.

Unos segundos pasaron hasta que entendiera que le había estado hablando a ella.

—Oh, lo siento, cariño —soltó los papeles, descartándolos sobre un montón apilado, todos manchados con sus garabatos apresurados —¿decías?

Me tomó otro segundo recordar la mentira mientras apartaba la mirada de números y palabras que no tenían sentido para mí.

—Te decía que cenaré con las chicas, veremos una película en casa de Cassie.

Porque Coven Hills no veía el atractivo en tener un cine, al parecer.

Ella asintió y un mechón desabrido escapó de su irregular nudo, pero mi hermana no hizo ademán de ponerlo en su lugar, de nuevo absorta en su trabajo. Me mordí el labio intentando convencerme de que descubriría que estaba mal, y haría lo que fuera para solucionarlo. Observé las señales de descuido en su rostro. Y mi resolución se volvió una promesa.

Pero antes…

Aprovechando la concentración de mi hermana en sus documentos me dirigí a la cocina, donde el agua que había puesto a calentar minutos antes ya estaba en su punto ideal. Verifiqué nuevamente que los ingredientes que tenía eran los que más temprano Mab me había recetado cuando le confesé que lo ocurrido en la escuela me había dejado demasiado angustiada como para conciliar el sueño. Bendita sea su alma compasiva que sin cuestionar me había compartido una receta especial para crear un brebaje que, según sus palabras, me tumbaría en cuestión de minutos.

Raíz de valeriana, hojas frescas de pasiflora, hojas secas de toronjil.

Remordimiento, a gusto.

Hice una mueca mientras vertía el agua caliente, dejándolo reposar en la taza cuatro minutos antes de retirar las hierbas, el aroma de las hierbas cosquilleando mi nariz.

No te veas culpable, me repetí mientras plantaba una sonrisa en mi rostro y volví al comedor, donde Ella seguía enfrascada en sus papeles.

—Te hice un té, —anuncié con voz entusiasmada —te ayudará a concentrarte mejor, además deberías tomar un baño rápido para recuperar fuerzas, ¿no te parece?

Ella aceptó la taza, una sonrisa fatigada en su rostro, me obligué a no comentar nada al respecto.

Observé casi enloquecida como acercaba la taza a su boca y bebía con cuidado un sorbo tentativo.

—Vaya, el sabor es…interesante.

—Es una receta que aprendí recientemente, la uso para estudiar, ¿te gusta?

Otro sorbo, esta vez más largo.

—De hecho, sí. Es delicioso. Muchas gracias, Maine. Y tienes razón, tomaré ese baño después de terminar esta taza. Que te diviertas con las chicas.

Me mordí la conciencia mientras subía a alistarme.

 

 

 

Como Mab había prometido, media hora más tarde encontré a Ella dormida en su cama. La posición demostraba que se había recostado quizás por el cansancio y no había planeado quedarse dormida; pero el té había surtido efecto.

—Estás haciendo esto por ella —me convencí mientras echaba una manta sobre la frágil figura de mi hermana, vislumbré su bolso y no me permití dudar mientras extraía su identificación como investigadora —necesitas descubrir qué está pasando en ese lugar para intentar ayudarla.




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