Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 29

Alexander Keller seguía esperando una respuesta.

Demasiado tarde recordé mi excusa planeada.

Ataviado en un traje de negocios, azul tan oscuro como la noche, su sonrisa amistosa comenzaba a verse forzada mientras yo seguía en un silencio culposo.

—Buscaba a Ella —casi grité, cuando la mentira al fin volvió a mí —pensé que trabajaba esta noche y estaba por la zona, con mis amigas. Mi móvil murió mientras intentaba llamarle para saber si regresábamos juntas a casa.

Bien, Warlock, respira, no luzcas malditamente culpable.

Alexander asintió como si mi pobre excusa tuviera todo el sentido del mundo. No podía creer que se creyera ese chiste, pero no iba a quejarme.

A caballo regalado, no se le miran los dientes. O lo que sea.

—No está aquí, tu hermana. Hoy el laboratorio permanece cerrado.

Pensé en los guardias, en su conversación.

Asentí.

La mirada de Alexander Keller se mantuvo en mí, como si conociera el destino de mis pensamientos y me retara a desmentirlo.

Sabiamente me mantuve en silencio.

—Oh, soy una tonta. Claramente confundí sus palabras al despedirnos. Dijo que trabajaría, supongo que se refería a seguir trabajando desde casa.

Moví mi cabeza graciosamente, mírame, sólo soy una estúpida humana.

Alexander volvió a sonreír, asintiendo mientras retrocedía un paso.

—Todos cometemos errores —sentenció —pero si buscas un aventón, me dirijo a casa también; puedo llevarte.

Sería demasiado sospechoso negarme, supuse.

—Claro —accedí, ofreciéndole una sonrisa demasiado grande —me gustaría, muchas gracias.

—Por aquí —dijo mientras me guiaba a su coche aparcado del otro lado de la calle.

No sé si esperaba un interrogatorio en el camino de regreso, pero no fue eso lo que obtuve. En su lugar Alexander comenzó una simple conversación para saber de mis clases, mi corta estadía y sus sobrinos. De manera casi informal, sin indagar demasiado en ningún tema en particular.

Me relajé al no tener que mentir en mis respuestas, la conversación murió mientras entrábamos en el camino frente a la casa.

Bajaba del coche mientras me despedía.

—Gracias por el aventón.

—No hay problema, pero no te recomiendo vagar por detrás del laboratorio, en futuras exploraciones. Tuvimos problemas con osos recientemente. Son bestias impredecibles.

¿Osos? ¡Coven Hills tenía osos! Por supuesto.

Me estremecí.

—Gracias por el aviso, yo…

Un timbre interrumpió mis palabras.

Un timbre proveniente de mi bolsillo.

Abrí la boca desmesuradamente mientras caía en la cuenta de lo que sucedía. Mi teléfono estaba sonando, el sonido taladrando mis oídos en el silencio. Un teléfono que prometí estaba muerto.

Alexander sonrió mientras algo se deslizaba detrás de esa mirada conocedora.

—Buenas noches, Maine.

Tragué mientras su coche se alejaba.

El temblor trabajando su camino en mí.

Estaba totalmente descubierta.

 

 

 

Dejé pasar a Mor veinte minutos después de recibir su llamada. Al parecer había descubierto algo más sobre Ty, algo demasiado importante como para decírmelo por teléfono. Tenía que traerme las noticias en persona.

—Adelante —dije haciéndome a un lado, Ella seguía durmiendo y sólo podía sospechar los problemas en los que me encontraría cuando Alexander le comentara mi visita sin explicación a las instalaciones; pero bueno, lidiaría con eso cuando llegara allí, por ahora tenía otros inconvenientes —pasa, estaremos más cómodas en mi habitación. Ella duerme en esta planta y preferiría que no escuche nada de…el asunto con Tyler.

Mor no protestó mientras me seguía escaleras arriba; sólo después de cerrar la puerta detrás de nosotras suspiró y se sentó en mi cama.

—Lo que tengo para enseñarte…no sé cómo reaccionaras.

Sus palabras encendieron todas las alarmas, pero reuní un coraje que no sentía.

—Sea lo que sea, necesito saberlo. Necesito hablar con Ty, Mor. Tiene respuestas a preguntas que necesito resolver.

Se mordió el labio, sus ojos grises mirando a través de mí, evaluándome. La picazón de la impaciencia comenzó a presentarse en mi nuca mientras la observaba debatir consigo misma qué hacer a continuación.

Finalmente, con un suspiro, se puso de pie, alcanzando su mochila.

—Prométeme que tendrás la mente abierta. No funcionara de otra manera, Maine.

Me tensé.

—¿Qué está pasando, Mor?




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