Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

CAPÍTULO 38

Los días que siguieron fueron…extraños.

Nathan y Netta llegaron a casa esa noche después de que les envié un mensaje diciéndoles lo que había sucedido con Nic. Estaba contándoles lo que Alexander intentó hacer cuando Nic despertó finalmente.

Permití que sus hermanos lo abrazaran y comprobaran que estaba bien, aunque sus ojos no me abandonaban. Me recorrían de pies a cabeza, buscando algún daño. Alexander estaba equivocado, Nic recordaba lo que había sucedido.

Me lancé a sus brazos tan pronto logró poner distancia con sus hermanos, sus brazos terminaron de atraerme hacia él mientras enterraba su rostro en mi cuello; su cuerpo entero tembló y las lágrimas nublaron los bordes de mi visión.

—Estoy bien —le dije para calmarlo, ¿pero en verdad lo estaba? Sólo el tiempo lo diría.

Nic protestó ante la noticia de que Jeremiah, quien se mantuvo en una esquina de mi sala de estar durante toda la visita de la familia Keller, mirando receloso hacia los sobrinos, y la hija, del hombre que lo había torturado; viviría en mi casa hasta que descubriera el paradero del hombre que le había transformado.

Entendía su renuencia, pero Nic no tenía nada que decir ante esto.

La decisión ya estaba tomada.

Y cuando, por fin, mi hermana volvió en sí la consolé durante el resto de la noche mientras no hacía más que llorar y disculparse.

Conmigo, por ponerme en peligro. Aunque no creía que lo hubiera hecho.

Era dueña de mis propias decisiones. Y no me arrepentía de ninguna.

Con Jeremiah, por lo que habían hecho con él en ese laboratorio.

Mi corazón se rompió ante la vista de una mujer tan fuerte como Ella, derrotada y arrepentida. Pero sanaría, estaría con ella en cada paso del camino.

—No la culpo —dijo Jeremiah una vez que Ella, cansada de tanto llanto, había sucumbido a al sueño —era una víctima más, manipulada por Alexander. Incluso cuando lo descubrió, protestó y se negó. Pero él la tenía amenazada, sabía que si fallaba Alexander iría por ti. Te protegió.

Maldita sea, Ella. Por supuesto que lo hiciste.

—¿Crees que funcione? —dije mientras veía los primeros indicios de luz del sol. Los Keller se habían dirigido a su casa, debido a que el amanecer se acercaba y Netta debía estar cubierta. Nathan tuvo que arrastrar a Nic lejos de mí —. Quizás Ella lo logró, encontrar la forma de revertir el daño del sol en tu especie.

Dio un paso más cerca de la ventana, su mano extendiéndose hacia el resplandor que entraba. La luz tocó su piel, esperé conteniendo el aliento mientras ambos veíamos como su piel se tornaba rosada, como una leve insolación. Estuvo varios minutos así, hasta que finalmente la retiró.

La piel estaba rojiza, pero no había un daño mayor, y mientras más tiempo estaba fuera de la luz, iba volviendo a la normalidad.

—Tal vez —dijo mirando su mano, que ya había perdido la rojez —. O tal vez se acercó bastante. Lo más cerca que nadie hubiera llegado jamás.

 

 

 

—¿Vas a comer eso?

La pregunta de Mab me sacó de mis pensamientos, su mirada estaba puesta en un plato de nueces junto a mi ensalada de frutas. Se lo tendí, sabiendo que eran su debilidad.

Mor negó con una sonrisa mientras miraba toda la escena.

—¿Cómo están nuestros chicos? —preguntó Mab, su boca llena de las nueces recién secuestradas. Me tensé ante la pregunta, Nic y Nathan decidieron tomarse unos días para estar con Netta. Quizás Alexander era un monstruo, pero les había protegido desde la muerte de sus padres. Incluso si fue el causante de ésta.

—Bien, Nic me escribió ayer. Están en una reunión familiar en Washington, una de sus primas se casaba así que…

Habíamos decidido no mencionar la muerte de Alexander, ninguno de los hermanos había decidido aún si iban a hacerse cargo de las empresas de su tío hasta que Netta decidiera si las quería; por lo que, para el resto de las personas, Alexander Keller se encontraba fuera por asuntos familiares.

Ella, como jefa de investigación, había regresado al laboratorio para evitar llamar la atención. Pero esta vez las cosas se harían a su modo. No más prisioneros.

—Hablando de chicos —dijo Cassie mientras soltaba su celular y nos prestaba atención —¿adivinen quién está hablando con un chico súper caliente?

—Bravo, chica —aplaudió Mab, mientras Mor y yo compartíamos una mirada cómplice y negábamos, ambas con sonrisas divertidas.

Mi propio celular vibró con un mensaje entrante, y me desconecté del relato de Cassie sobre su caliente nueva conquista mientras lo leía.

Nic: Me extrañas.

Alcé una ceja.

Maine: ¿Tu signo de interrogación no funciona?

Nic: No fue una pregunta. Es un hecho. Me extrañas en esa triste hora del almuerzo.

Vaya, chico.

Maine: ¿Lo hago?




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