Maine Warlock: Y Los Vampiros De Febo

EPÍLOGO

Conocía el lugar.

O al menos creía haber visto esos sauces llorones en algún momento de mi vida. Aunque una parte de mí sabía que nunca antes había pisado este sitio.

La glorieta de madera bajo mis pies brilló con cientos de pequeñas velas blancas, me acerqué a una y el fuego acarició mi dedo. Pero no me quemó.

Yo era parte del fuego. El fuego ardía en mi interior.

Una brisa hizo parpadear las llamas, me giré hacia los peldaños de la glorieta mientras una figura oscura avanzaba.

Un jadeo se me escapó cuando noté que las velas no sólo habían titilado; ya no estaba rodeada de velas blancas.

Todas las velas ardiendo eran negras.

Miré al recién llegado, las sombras lo abandonaron mientras un rostro que ya había visto antes aparecía ante mí.

Él.

—Tienes que dejar de buscarme.

Retrocedí ante sus palabras, ante esa voz.

—¿Buscarte?

Se acercó, incluso aunque yo retrocedía.

—No pueden saber que estás aquí, no antes de que sea la hora.

¿Aquí? ¿La hora?

Intenté mirar alrededor, pero su mano sostuvo mi barbilla. Con firmeza, con suavidad.

—Deja de buscarme, mi Lucila. Yo te encontraré. Pronto.

Pronto.

 

 

 

Me desperté agitada, el sudor cubriendo mi frente, mi corazón saltando en mi pecho. Un brazo se apretó en mi cintura y me tensé, antes de recordar dónde estaba. Con quién.

Nic.

Estábamos en su cama, los créditos de una película seguían en la pantalla frente a nosotros, nos habíamos quedado dormidos antes del final.

Recuperé el control de mis latidos mientras me desenredaba con cuidado de su cuerpo, sabía que si se despertaba ya no podría volver a dormirse. Una vez que lo conseguí me puse de pie y apagué la televisión mientras me dirigía al baño. La casa Keller estaba en silencio, el reloj sobre el escritorio de Nic me dijo que eran pasadas las tres de la madrugada.

Me lavé las manos y me eché agua en la cara, lavando el sudor de una pesadilla que no logré recordar. Y quizás eso fuera lo mejor.

Extendí la mano hacia la toalla y me la llevé al rostro mientras me enderezaba.

Un rostro apareció en el espejo, detrás de mí.

Pronto, mi Lucila.

 

________________________

Gracias, gracias, GRACIAS.

Por leer, por seguir hasta el final, por apoyarme en todo el proceso.

Espero que, como yo, se hayan encariñado con los personajes; con los paisajes; con la historia.

Como siempre, espero leer sus comentarios, si les gustó y quieren más no duden en decírmelo en los comentarios; me ayudaría mucho sus votos y recuerden que pueden seguirme para tener novedades de cómo seguirá todo esto.

Porque, afortunadamente, esto no termina aquí.

Con amor, L.

 

MAINE WARLOCK REGRESARA...




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