-...en la cocina, y las ratas intentaron llevarse hasta las llaves anoche. Como si traernos a un lugar olvidado por Dios no fuese suficiente.
-No es para tanto -dijo su padre- es cuestión de mantener limpio
-¿Mantener limpio? -reclamó la madre- Este lugar está infestado de alimañas
-Fumigaremos tan pronto como podamos -respondió muy irritado el padre- Por cierto, las fotografía estaban por todas partes y alguien estuvo jugando con las puertas toda la noche, más vale que todo esté en orden cuando regrese.
Aquello lo dijo aparentemente por May, pero ella, acostumbrada a las cantaletas de su madre siguió su camino hacia la cocina. Mientras la abuela hacía los panqueques Ilda continuaba quejándose. May besó a su bisabuelo antes de ayudar a su abuela con el desayuno. Estar todos juntos en la mesa era algo que no sucedía todos los días, tenerlos a todos podría ser bueno para variar. Pero todo lo que hubo fue el sonido de los cubiertos contra los platos, una tensión que hasta las cucarachas en los rincones podían sentir.
El segundo día era día de organización. Nadie quería saber que había más allá de lo que habían visto la noche anterior. Se decidió que se limpiaría y ordenaría el salón principal que funcionará como sala de estar, la biblioteca al lado sería el nuevo estudio de papá, la cocina y una habitación para cada uno. Mamá limpiaría la cocina, Dina, la menor, limpiaría la sala y ayudaría a la abuela con su habitación. May Terminó por encargarse de recamara de su bisabuelo luego, seguiría con desempolvar cada libro, cada estante, hasta poder ver su reflejo en la madera, tal como le gustaba a su padre.
May encaminó a su bisabuelo hasta su habitación. El bisabuelo de May era para ella el hombre más viejo del mundo, fue un pimpfe, parte de las juventudes hitlerianas cuando estas se volvieron obligatorias y más tarde como soldado de la Whehrmacht. El bisabuelo le contaba a May sus viejas historias de juegos de invasiones y guerra; como fueron entrenados sin saber lo que pasaba, sobre los campamentos y batallas de los que no pudo escapar. Contaba cómo desde pequeños se les había enseñado un fuerte sentido de nacionalismo, a estar orgullosos de su madre patria, les enseñaban que eran la raza fuerte, la raza pura, la raza superior. Como todas las promesas que se les hicieron fueron una farsa y, como fueron usados como carne de cañón. Marionetas de hombres sin corazón.
"Había niños pequeños, héroes orgullosos de aportar a su nación. Creían con firmeza que hacían lo correcto hasta que los capturaron los estadounidenses". Contaba su bisabuelo sentado en su cama observando sus viejas fotografías. "Yo al principio no estaba allí porque era obligatorio, sino porque era más de lo que podía tener, debíamos trabajar duro para tener cualquier cosa, los salarios no costeaban más que la supervivencia. Era algo especial y divertido al principio. Hubiese preferido seguir trabajando en las calles a sostener un arma de verdad y alistarme en la guerra. No voy a mentir y decirte que hice todo con mucha culpa, había dejado de importarme cuando cumplí la mayoría de edad, y me quedé por voluntad propia siguiendo a tu bisabuela."
May sabía que en ese punto el bisabuelo comenzaba a suspirar y contar cómo conoció a su mujer, una preciosa rubia de ojos dorados como el ámbar que su bisabuelo había adorado con toda su alma pero que había tenido por poco tiempo. La historia de sus bisabuelos de llenaba el corazón de ternura y a la vez de tristeza. La bisabuela había sido injusta a ojos de Mayrin, pero tampoco podía culparla, porque tuvo su propia tragedia. La bisabuela había formado parte de la Bund Deutscher Mädel no por voluntad, sino por oportunidad. Aquello le ofrecía cosas que a sus ojos le fueron bien recibidos y de su familia fueron más convenientes, más que intentar huir antes de aquel ambiente sociopolítico cargado de tensiones estallara y se saliera de control.
La bisabuela deslumbró a su bisabuelo en aquel uniforme adornada con lazos. Laborar como secretaria, enfermera de guerra e incluso ayudante antiaérea era mejor opción que la posibilidad de ser perseguida. El bisabuelo hizo de todo para conquistar su corazón; haciendo hasta lo imposible siguiéndola entre campos de batalla y de exterminio. Pero a su vez otro joven seguía a su amada, y ella le correspondía. Así como su abuelo fue tras ella, sin agotarse nunca su esperanza. Ciertamente el abuelo quedaba sobrando en aquello, pero se negaba a rendirse. Sus súplicas a Dios dieron fruto cuando aquel hombre se volvió aviador. Murió en batalla dejándola sumida en una terrible depresión. "Yo no quería ganarla de esa manera". Decía su bisabuelo cada que le contaba. "Pero así sucedieron las cosas". Se casaron. Pero su corazón se había ido con aquel hombre.
Después de ello los bisabuelos huyeron a tierras neutrales para evitar la persecución y juicio de los aliados. Los alemanes perdieron. Un par de años después el bisabuelo perdió a su amada mientras daba a luz a su unigénita. La abuela de May. El abuelo guardaba cientos de fotos de ella en una caja de sombrero junto a muchas otras de su pasado. Esa mañana las fotografías habían amanecido esparcidas por todos lados, pero cuando May las recogió notó que faltaban algunas fotos. May le prometió a su abuelo que las buscaría entre las otras cajas; terminó de guardar la ropa de su bisabuelo dejándolo sentado en el pequeño escritorio de la habitación. "Al menos los libros le distraerá de los dolorosos recuerdos". Pensó y se dispuso a limpiar el estudio para su padre.
Cada que escuchaba aquellas historias soñaba con ser su abuela, buscando siempre sin alcanzar a un hombre sin rostro, sintiendo en carne propia la pena de no poder corresponderle a un joven soldado que daría la vida por ella. May solo conocía a su bisabuela por aquellas fotos, pero podía verla en su espejo cada mañana. Mayrin era el vivo retrato de aquella mujer, por eso no era difícil soñar con ella. Una criminal de guerra que todo lo que soñaba fue un soldado cuyo corazón solo podía sentir amor por ella y nada más.
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Editado: 05.09.2023