Maison d´ May

Capítulo 1. Parte 3

El suelo de la estancia había quedado reluciente, se había esmerado para la tranquilidad de su padre, pasó horas desempolvando y ordenando libros. Algún día ella sería historiadora y escribiría en alguna revista o sería escritora de cuentos de terror para alguna editorial. Estaba a un año de la universidad, el tiempo volaba y debía decidir antes de las vacaciones de primavera, cuando, de acuerdo a lo que su madre había investigado, los alumnos de la escuela a la que irían visitaban la universidad durante la primavera para familiarizarse. Algo que la emocionaba bastante. Un día escribiría la historia de su bisabuelo como una historia de dos guerra. Una política-ideológica y una de amor.

El libro ahora tenía una página escrita. Y no sabía si debía continuar con ello. Las cosas no eran ni cerca de ser raras como para preocuparse, tan solo una mala pasada y una pesadilla. May pensó un largo rato en ello antes de la cena. Esa noche las mujeres se reunieron en la cocina para tener todo preparado para la llegada de su padre. La cena fue más agradable que el desayuno sin duda. Después de la cena sus pensamientos volvieron al círculo.

-Algo te tiene preocupada- dijo su bisabuelo

-No es nada urgroszvater, solo un poco de cansancio.

-El abuelo está aquí, puedes confiar que escucharé lo que tengas que decir.

-Lo sé urgroszvater.

Recogió las viejas fotos de su bisabuelo en el escritorio. Aquellas del abuelo cuando era joven, los guardo uno por uno con delicadeza, deteniéndose de vez en cuando. Le gustaba ver el rostro de sus tatarabuelos sonrientes, su pintoresca casa en Lérida, sus viejos amigos, su familia. Guardando la última de las fotos se detuvo un momento al creer ver algo. Un chico un poco mayor que su bisabuelo le pareció familiar de reojo, pero no había sido más que un deja vú. Su bisabuelo le había mostrado tantas veces aquellas fotos que casi podía recitar los nombres de los compañeros de la SS en la que sostenía.

La cena fue tan temprano que apenas comenzaba a oscurecer. Sin pensar mucho en a dónde se dirigía, pensando en todo y en nada llegó a la balaustrada de la terraza, la fresca brisa salada rozaba sus mejillas con suavidad esta vez, parecía difícil de creer que aquella vista de postal fuera la del mismo lugar donde un infierno acuático daba lugar la noche anterior. El sol lucía tan lejano y tan bello coloreando las nubes en tonos azules y grises, en la lejanía los primeros rayos anunciaban una nueva tormenta. May cerró los ojos aspirando todo el aire fresco que podía antes de tener que volver dentro y buscar cómo entretenerse hasta la hora de dormir.

-Hoy también será una buena noche- dijo alguien detrás de ella.
 




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