Maison d´ May

Capítulo 2. Parte 1

May se recostó en su cama pensando en el oficial. En como pudo terminar en aquél lugar. En qué sería de ella en su nueva vida. Apenas terminaban las clases y faltaban dos meses para el nuevo año. Dos meses. Era una eternidad para estar encerrada en un espacio reducido sin hacer nada. Al menos habían libros de más en el lugar, alguno debía ser interesante. De alguno podría aprender una o dos cosas y quizás elegiría su profesión antes de terminar las vacaciones.

Los primeros truenos anunciaron una tormenta que duró toda la noche. May se escondió bajo sus cobijas. Había escuchado pasos y susurros a lo lejos. En algún punto su puerta se abrió, sus cosas se movieron, la ventana se abrió. Alguien más entró. "No deberíamos estar aquí". Dijo una mujer. "Pero él lo hace". Respondió una voz infantil. May se enroscó en la cama como si las cobijas pudiesen ocultarla, se aferró con fuerza a ellas cuando sintió el peso de alguien a sus pies. "Los que son como él están por allí, no debemos bajar tanto". Un inconfundible reproche maternal. "Él lo escondió aquí. Se ha quedado aquí toda la noche". "Te he dicho que no lo siguieras".

A pesar de haberse ido May no logró conciliar el suelo. El frío que había llegado con ellas solo se fue por poco tiempo. Sentía algo en su habitación, algo por los pasillos y en la habitación de al lado. Tenía miedo de levantarse para cerrar la ventana y encontrarse con alguna criatura, o que al bajar sus pies se la llevaran jalandola debajo de su cama. Entrada la noche, cuando la tormenta empeoró y el viento tiró todo lo que podía tirarse y voló hasta las cobijas May se levantó de repente con un grito que si bien pudo haber despertado a todos no lo hizo. Por un segundo, al iluminarse la habitación por un relámpago lo pudo ver con total claridad. Sentado a sus pies mirándola con esos ojos sombríos y sonrisa complaciente.

En el ínfimo lapso de oscuridad se acercó, rozando su mejilla con la punta de sus gélidos dedos. May saltó de su cama corriendo por el pasillo. No hubo luz que se encendiera, nadie se dio cuenta de sus gritos. De pronto el graznido de lo cuervos golpeó sus oídos. Podía sentir el viento de los aleteos. "Eos ad me". Alguien ordenó con furia. May giró por el pasillo sintiendo tropezando con algún objeto olvidado. Estaba siendo arrastrada por el viento. De pronto, una caída. Alguien llamando a su nombre. El sonido de pequeñas piedras al caer y rodar. El sonido de un papel. Unos ojos amarillos de rana mirándola con sospecha. Mentía con ella, esos ojos lo sabían. No quería estar allí pero no podía retroceder. ¿Como se había involucrado con ella sin dudarlo?

May se levantó del suelo volteando a todas partes. Oscuridad fría y húmeda. Un sudor frío le cubría acompañado de fuertes temblores. No había un alma, nada más que ratas y cucarachas rondando por los rincones. Solo fué su imaginación. Algo caliente para beber a mitad de la noche atenuaría los miedos y las pesadillas. Quizás con algo de suerte le traería un sueño profundo cuando regresara a la cama. Era la primera vez que tenía una pesadilla despiertas, algo que le preocupaba pero no lo suficiente. Siempre tuvo una gran imaginación.

May volvió a sus cálidas cobijas con un poco de leche caliente y galletas de mantequilla con crema de chocolate prometieron traer un grato descanso. Aquellas galletas eran lo más especial del mundo para ella, los comía desde que tenía uso de razón. Su abuela solía hacer galletas después de una mala noche, mientras su bisabuelo le contaba una vez más la historia de su abuela, y le cantaba nanas en alemán. "Ella también tenía pesadillas todas las noches" decía. "Podía comer docenas y docenas después de un mal sueño".

Se dejó caer entre las sábanas blancas de su nueva cama. Sintiendo la suavidad se estiró desperezándose, él estaba allí a su lado, con sus hermosos ojos de ángel y su sonrisa traviesa. Su corazón saltaba de felicidad. Un espejo reflejando promesas hermosas y luz de amor le mostró su precioso rostro enmarcado por su ondulante cabello dorado adornado por flores. Era la novia más enamorada que pudiese pisar la tierra. Felicidad que solo pudo ser eclipsada por el sonido de botas militares. Hubiese preferido no verle ese maldito traje, pero no había de otra. No podían contradecirlos, no podían desaprobarlos. Su sonrisa la consoló. Se tenían el uno al otro. Nada importaba después de ello. Nada podría separarlos.

Fue un buen sueño después de todo. El despertar era otra cosa. En primer momento tardó en darse cuenta de que había vuelto de su sueño. Sus ojos se encontraron con su rostro de ángel dormido bajo la cobija. Fue la sensación fría y húmeda, las paredes grises y la ventana abierta lo que le dio indicios. May cayó de la cama con un grito. Al sentarse en el suelo él ya no se encontraba.

La mañana fue más ligera a la anterior. El padre prometió que solo pasarían un tiempo en esa casa y luego tendrían un hogar cálido y limpio. May se tomó la tarde para revisar los pisos superiores. Con un lápiz y un cuaderno subió con la tarea de hacer un inventario de habitaciones y salas. La casona se pondría a la venta para recuperar un poco de lo perdido y con algo de suerte en poco tiempo volverían a su estilo de vida. Tampoco había prisa, el día daba pereza con tanta niebla afuera y el clima se antojaba más para una sopa caliente que para sentirse exploradora.

Paseó por los estrechos pasillos de la segunda sin mucha emoción pero más interés. Habían fotos viejas en las salas y habitaciones bajo las sábanas. Pensó que tal vez alguien en algún lugar dejaría un diario, algún tesoro, algo valioso. La casa tenía todas las luces de haber sido abandonada con mucha prisa. Pocas eran las habitaciones vacías, todas parecían intactas. Encontró tazas vacías en estancia, libros abiertos en escritorios al lado de hojas con apuntes, en alguna habitación encontró un closet abierto de par en par con ropa de aspecto intacto, un pantalón en una mesa de planchado y un saco doblado en la cama. No podía ser su imaginación, la ropa y el armario no tenían rastro de polvo, si el piso y las sábanas que lo cubrían antes de entrar Mayrin.




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