Una noche, mientras pensaba en sus llaves, los grabados, su familia y los fantasmas, le pareció escuchar una voz ajena desde un lugar en el fondo. La tormenta que caía era igual a la del primer día. No podía detener sus pensamientos de esas tres palabras: fantasmas, llaves, familia. Una y otra vez, una y otra vez ¿Por qué su familia almacenaba fantasmas, por que unos parecían sombras y otras normales? ¿Qué de diferentes tenían sus amigos del resto de almas? Una y otra vez, una y otra vez. Su diario estaba escrito en muchos idiomas y no había oportunidad de traducir. Quería respuestas. La quería de inmediato, con todas sus fuerzas.
El rumor de los truenos a lo lejos susurró algo incomprensible. Se levantó de su cama casi de un salto la tercera vez que lo escuchó, los susurros se escuchaban con más claridad a medida que aumentaban los truenos y el sonido más fuerte, como si algo se acercara. "Petite, et dabitur vobis". Repetía la voz una y otra vez retumbando en las paredes de la mansión. "Petite, et dabitur vobis". Repetía el eco dentro de la cabeza de Mayrin. Se cubrió los oídos escondiendo su cabeza bajo las almohadas, pero eso sonaba dentro de ella. "Petite, et dabitur vobis". Una y otra vez, llamando, insistiendo, demandando, ordenando.
Algo oprimía su corazón y golpeaba su cabeza, la sangre corría demasiado rápido, su cuerpo tenso temblaba incontrolable. May estaba muriendo, estaba segura, algo intentaba llevarla, era una energía que tiraba de ella intentando arrastrarla. Mayrin pataleó, se encogió, se retorció y se arrastró por los suelos intentando escapar de aquella voz susurrante. Las imágenes golpearon con fuerza cortando su respiración. Un rayo, truenos, garras, sombras que se mueven veloces acechando, pasillos que giraban una y otra vez hacia la salida. "Petite, et dabitur vobis". Las puertas abriéndose revelaban una oscuridad como ninguna. Los secretos reposaban bajo sus pies, ocultos y resguardados. "Petite, et dabitur vobis". Una promesa rota, una traición, una maldición, palabras que no habían sido pronunciadas. Las fauces de una criatura hambrienta esperaban en lo más profundo.
Una y otra vez, una y otra vez, ella lo deseaba con fuerza, de inmediato. "Petite, et dabitur vobis". Volvió a escuchar. De pronto se detuvo. Su mirada perdida alertó que algo no estaba bien. Lentamente se levantó caminando sonámbula. Del otro lado de la puerta, la escalera se encontraba ligeramente abierta, del otro lado un joven le llamaba con el horror en su rostro. Noches atrás respondía el llamado del joven, noches atrás abría las puertas para él. Mientras él la llamaba con todo el poder de su alma, sus oídos permanecían sordos, mientras su cuerpo se movía por sí mismo hacía la salida.
Una y otra vez, una y otra vez. La misma frase la llamaba. Casi como una tentadora invitación, casi como un reclamo. En el fondo estaban todas las respuestas. Solo había que abrir esas puertas de par en par. Dentro, el aire le quemaba los pulmones, dentro, suplicaba por ayuda. Por fuera era solo un títere, una oveja ciega caminando al vacío. Al abrirse las puertas el viento entró intentando empujarle a la seguridad del interior, su cuerpo permaneció inmóvil, a solo un paso para salir.
"Petite, et dabitur vobis". Reclamó la presencia de Mayrin. Los vientos empujaron muebles, bañándola en agua helada, su pie se movió para dar un paso cuando una fuerza la jaló con violencia hacia el interior haciendo volar su cuerpo por la habitación hasta chocar contra la pared del fondo. La puerta se cerró de golpe. Frente a ella unos ojos desorbitados la miraban como una bestia sin razonamiento ahorcandola. Un precioso rostro de ángel se torcía y desfiguraba para convertirse en la visión de un demonio.
-¿Qué crees que haces? –Aulló la bestia- ¿Acaso enloqueciste?
May se aferró con las uñas a la chaqueta de aviador intentando librarse del frío que cortaba el oxígeno. Esos ojos de demonio enfurecido brillaban de rabia, o quizás por los indicios acuosos de preocupación, quizás lo más cercano a las lágrimas. Su vista se nubló, el mundo comenzó a dar vueltas, la debilidad hizo ceder a sus manos. May cayó inconsciente al suelo.
♍★☄☀
La luz diurna iluminó suavemente la habitación. Fuera, las olas cantaban tranquilas un himno a la tranquilidad y los buenos sueños. May despertó cansada como si no hubiese dormido en toda la noche, con la sensación de haber tenido un mal sueño, uno largo que la había agotado. Siguió recostada cómodamente intentando recordar sin éxito alguno. Su mente estaba en blanco, no había recuerdos, ni imágenes, ni palabras para recordar. Solo quedaba el mismo residuo que dejaba una película de terror sobre la piel.
-No deberías andar fuera de tu cama si no es para verme.
Él estaba parado en la puerta.
-Tú no deberías bajar.
-¿Y dejarte hacer una estupidez?
-¿De qué hablas?
-La próxima vez que necesites algo consiguelo por ti misma -Desapareció para aparecer frente a ella- De ahora en adelante solo puedes llamarme a mi. Solo saldrás a verme a mi, y solo me escucharás a mi.
May quedó sola con muchas dudas en su cabeza. ¿Qué habrá pasado? Como fuera, él no era nadie para actuar de esa manera. Ella no le pertenecía. Sin embargo, el extraño inicio de la mañana no le impidió volver a su rutina.
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Editado: 05.09.2023