Maison d´ May

29. Junio

29 Junio

Esta mañana estaba tranquila bebiendo mi jugo de naranja viendo el amanecer entre las montañas que se asoman a lo lejos por el norte y se encuentra con el mar. Era una linda mañana con los ruidos fantasmagóricos de fondo al mínimo. El cielo prometía mantenerse soleado, estaba de buenas. Todo normal y tranquilo hasta que se presentó. Es mi culpa. No cerré bien la puerta tras de mí. Entre nuestras conversaciones nunca tocamos temas de fantasmas, de la casa o su vida. Solo eran gustos y opiniones aleatorias de básicamente nada acompañados de algún coqueteo o provocación. Hoy en cambio fue directo, por decirlo de alguna manera. Preguntó con una ligera casualidad si ya había encontrado lo que buscaba o si volvería a buscarlo entre los muertos del sótano. Okey. No sé a qué viene lo del sótano, pero eso me deja claro que tiene conciencia de su muerte y de lo que sucede más que Disan o Ninel, pero por más que quise tocar el tema lo evadió cambiando la conversación o distrayendome. Fue un juego que duró todo el día.

En algún punto del día me abrazó entrelazando una de sus muertas manos y con la otra me acarició la cintura. Su frente tocó la mía. Respiró profundamente aspirando el olor a rosas de mi rostro, de mi cabello y mi cuello aferrándose a mi cuerpo con un aire de palpitante aflicción. Su pesada respiración chocaba tan fría y a la vez tan caliente. Besó mis ojos con la delicadeza de un enamorado, mis mejillas con la sensualidad de un cazanova. El frío cuero de sus guantes recorrieron mis labios arrancando un gemido desde lo más recóndito de mi alma. Lo deseaba. Lo necesitaba con urgencia. Un beso. Solo un beso bastaba, entonces sería toda suya. Con un poco de fortuna, la conciencia no me abandonó del todo, incluso si las ansias me quemaran las entrañas y la piel, tanto como su dulce tacto me hacía delirar en una terrible fiebre de pasión como en ese momento, jamás permitiría que un hombre volviera a intentar tomar ventaja de mí.

-Mir süße geliebte -sus labios rozaron mis oidos- bleib in meinen armen (*)

-Wenn es nicht verboten wäre. Ich würde (**)

Mi boca habló por sí sola, ni siquiera recuerdo pronunciar tan bien el alemán. Soy reactiva a sus acciones y a sus palabras, simplemente dejó de ser yo si permanezco demasiado junto a él, cuando deja de ser odioso o aterrador, cuando me dejo llevar tal como quiere.

Me tocó como si buscara algo, como si hubiese algo escondido entre mi ropa. Una cosa que debo aclarar es que no me tocó de esa manera -aunque así me sintiera- sino más bien como si buscara algo y no tengo la certeza de saber que es. Por tanto, dejo por este medio la constancia de que jamás permití que me tocara. Quedé paralizada lo que me pareció una eternidad hasta volver a tener el control de mi cuerpo, sólo entonces pude separarme de él. ¿Como puede ser tan descarado y tan dulce?¿Cómo puede hacerme temblar de esa manera? ¿Cómo podía manipularme y dejarme ardiente suplicando por más? Lo odio, lo deseo. Lo quiero lo más lejos de mí, necesito más de él, lo necesito dentro, fundido en cuerpo y alma. Y él, incluso si no eran esas sus intenciones al tocarme, sé con seguridad que me desea de la misma férvida manera. Fue tan confuso. Mientras me miraba a los ojos me pidió un algo que no entendí, estaba perdida en su penetrante y oscura mirada mirada.

-Podrías darme lo que escondes. Te hago un favor, antes de que vuelvas a intentar otra estupidez.

-En primera, no tengo nada que esconder. Y en segundo. ¿Un favor? Lo que me harías sería todo menos un favor.

-Jamás entenderé tu afán de meterte en peligro

-No tengo por qué escucharte. También eres malo y peligroso.

Exhaló con frustración frotando sus sienes. Mis intentos de escapar en ese momento se encontraban en el mismo estado. Me tenía acorralada. Permaneció inmóvil intentando relajarse y no perder el control (lo que agradezco). Cuando sus ojos se abrieron su mirada era ardiente e intensa de nuevo; pasó un dedo por mi escote, subiendo por mi cuello hasta mis labios y de regreso. Detesto haber disfrutado ello.

-Die tragödie einer jungen frau ohne erinnerung. (***)

No sabía a qué se refería. Tampoco lo escuchaba realmente, solo sé que estaba perdida en la sensación de nuestra cercanía y contacto. Recuerdo que respondía, puedo asegurar que mi boca seguía moviéndose por sí sola. Compartimos unas palabras más y, una vez más mostró su otra cara. Cerró la puerta sin tocarla y me cargó en brazos. Me tomó por la cintura aferrándose con fuerza, convirtiéndose en la bestia que sentía luchar por salir de mi interior, sus brazos me condujeron a una de las ventanas abiertas. Al volver mi conciencia de lo que sucedía intenté resistirme pero era más fuerte. Yo también lo deseaba hasta el punto de suplicar internamente. En algún momento pasó por mi mente "¿Porque resistirse?". A nadie le importaba, nadie lo sabría, sería nuestro secreto. Podría ceder antes los bajos instintos, ante la lujuria y el placer y nadie lo sabría. Pero esa no era la manera. Ese no era el momento....

Las chicas de mi edad lo hacen todo el tiempo con sus novios. Mi hermana lo ha hecho cuando cree que nadie lo sabe, mis amigas contaban a medias cuando se enredaban en esa clase de cosas. En cambio yo era nueva en esto, todo a lo que llegaba eran a besos y abrazos apretujados, roces superficiales y alientos entrecortados, siempre me detenía por miedo o culpa, incluso mi primer beso francés fue un desastre. Mi miedo y mis resistencias fueron uno de los motivos por los que mi última relación terminó. Pero nadie puede culparme por ello, no soy una mojigata o una puritana. Más que ser una santa con culpa por la tentación, soy más bien un ratón asustado. ¿Alguna vez han usado algo que se supone que debe ser la experiencia más romántica y placentera de tu vida para lastimarte? Claro que no.




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