Maison d´ May

Capítulo 6.

Al volver a su habitación, en la cima de las escaleras estaba él mirándola como siempre, del otro lado de la reja, con esa mirada de angel difícil de describir. El susto debió haberle ayudado a entrar a su habitación y no volver a salir, pero fueron sus ojos lo que la detuvieron en seco. No podía evitar esa fuerza que la atraía hacia él, solo se detuvo hasta llegar frente a él.

-¿Puedes abrirme?

-Intentaste matarme.

-Es fácil perder la cabeza cuando estás encerrado tanto tiempo- se justificó- En realidad no trataba de matarte, solo de asustarte.

-Aún así nada lo justifica lo que hiciste.

-Un beso podría hacerlo

-Eres peligroso para mí. Eres un enfermo, pederasta, facista y genocida.

-Juzgas muy duro con palabras que no entiendes.

- Conozco perfectamente el significado de las palabras, eres un monstruo.

-No me conoces, ni siquiera sabes lo que dices; ninguno aquí está exento de haber hecho algo malo. Salvo la nena que a veces corre por la casa.

-Te equivocas.

-Pruébalo.

May le miró a los ojos largo rato. Quería sentir esos labios de nuevo, pero solo podía ser por alguna clase de hechizo, le costó trabajo apartarse. Odiaba eso.

-Regresarás - le escuchó antes de cruzar la puerta- Siempre vuelves a mí.

May cerró la puerta de su cuarto, regresaría, claro está. La casa y él ejercían una fuerza sobre ella que la impulsaba antes de pensar.

⠌⠁⡷⠺⠷⠶

La mañana siguiente se levantó de mejor estado, tenía claro que no dejaría que lo pasado el día anterior arruinara su día. Esa mañana todos parecían de buen humor, su hermana despertó más enérgica, los días de compras solía levantarse temprano y pasar una hora frente al espejo con maquillaje y productos para el cabello. Primer, base, correctores, polvo compacto, sombras, iluminador y rubor. Con un delineado dramático su hermana estaba vestida para seducir y matar. May por otro lado no encontró más ropa limpia que un vestido simple y opaco que combinaba más con el papel tapiz de su habitación que con su hermana.

Con una mueca de desaprobación y unos lentes oscuros salió de casa adelantándose a una distancia suficiente para fingir no conocer a su hermana sin que su madre reclamara por algo. Desde su llegada no habían bajado a conocer, era la oportunidad de conocer el lugar e ir de compras. El trato entre May y su hermana para aquel tipo de situaciones en que las obligaban a convivir era pasar la mitad del tiempo juntas para tener una historia real y concisa de la cual quejarse al llegar a casa y, la mitad del tiempo se irían cada quien por su lado. Como solo se habían mudado una vez desde que tenían la "edad suficiente" para salir a solas, en realidad no tenían muy en claro qué hacer, por lo que tomaron juntas un taxi que las condujera al centro comercial y de allí elegir un restaurante donde encontrarse al final del día.

El centro comercial más cercano quedaba en la costa del otro lado de la ciudad, a treinta minutos de su casa. Justo las tiendas de traje de baño quedaban todas juntas frente al malecón, al igual que los restaurantes y cafés, tratándose del verano las calles se encontraban llenas de jóvenes sonrientes. La ciudad era un lugar paradisiaco para su hermana. No tanto para May. Sol, calor y playa solo significaba muchos turistas por la ciudad, mucha gente le incomodaba, lo que significaba que, aunque también le gustase la playa no habría mucho espacio para disfrutar.

Por casi tres horas May recorrió el centro comercial detrás de su hermana mirando toda clase de ropa y accesorios con purpurina, colores vibrantes y estampados llamativos, aunque también le gustaba mucho entrar a las tiendas y probarse ropa, la verdad era que entre gustos diferían bastante, Dina al crecer con su madre se acostumbró a vestirse como modelo, con un gusto glamuroso y siempre a la moda, a donde iba llamaba la atención. May por otra parte al criarse con su abuela desarrolló un gusto por lo austero, lo conservador y lo vintage; a falta de habilidades sociales y poca autoestima, su paleta de colores no iba más allá de los colores opacos o pálidos. Cosa que no parecía encajar para nada con la ciudad en general.

La gente parecía bastante alegre y cálida, el día parecía ser más soleado de lo que lucía en la cima de la colina. May pensó que sería un lugar tranquilo o adormecido por tanta lluvia y neblina hasta que bajó a la ciudad. Bulliciosa, colorida y alegre, su hermanita estaba fascinada con el lugar. Mayrin comenzó a pensar que clase de amigos haría en aquel lugar tan enérgico, sus últimos tres amigos pertenecían a un club de literatura que se reunía en la biblioteca después de clases, no parecía algo muy probable por acá. En el momento en que Dina cruzó mirada con un par de ojos casanovas May supo que era su señal de desaparecer. Dio media vuelta sin esperar, el tiempo a solas no le molestaba, era mejor que escuchar el mismo discurso de su hermana o su flirteo.

May salió del centro comercial para andar por las avenidas cercanas en busca de un lugar menos concurrido, le llevó veintiocho minutos de caminata darse cuenta de que no todas las personas eran reales. Lo supo al ver de frente a un hombre apresurado con el que debió tropezar pero terminó atravesándolo. Ver muertos en una casa aterradora en la cima de una colina donde casi diario hay neblina, cielo nublado y tormenta era una cosa; ver fantasmas a plena luz del día en una ciudad agitada y concurrida era totalmente distinto. En casa podía jugar y decir que era solo su imaginación dándole malas pasadas, pero no había forma de justificar aquello.

La ansiedad le invadió de golpe al saberse rodeada de nuevo por lo que trataba de escapar, el aire comenzó a escapar de sus pulmones y el sudor a cubrirla, siguió caminando en busca de un lugar solitario donde poder respirar, las personas al pasar con sus miradas no hacían sino empeorar la situación de May, las manos comenzaban a temblarle y sus ojos miraban aquí y allá casi con locura, estaba segura de que algo malo pasaría si no lograba huir del bullicio, sin embargo un semáforo de rojas luces la obligó a detenerse, entonces una presencia interrumpió su cuadro de creciente ansiedad. Podía sentir el peso de esa mirada desde antes de encontrar a esa persona. El mundo pareció detenerse por un momento, May miró a su alrededor tratando de mantener la calma y lucir normal, pero hasta ella era consciente de la expresión que debía mostrar.




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