Maison d´ May

Capítulo 10

Al día siguiente salieron las mujeres de compras. Su madre y su hermana se dirigieron al supermercado por enlatados, productos personales y de limpieza; ellas preferían las tiendas departamentales que incluyera todo lo que necesitaban en paquetes grandes para no tener que ir a otro lugar y no tener que volver en semanas. May y su abuela en cambio se dirigieron al mercado orgánico en busca de vegetales, frutas entre otras cosas, ellas preferían salir una o dos veces por semana en busca de alimentos frescos, eran partidarias de la creencia de que lo natural era lo mejor y el frescor mejoraba el sabor.

Siempre podía encontrar relajante las compras con la abuela, planeaban la distribución de las flores del lado norte y el orden de la hortaliza, en sus anterior casa no habían tenido la oportunidad y llevaban años intentando recrear la vieja hortaliza de la abuela. Solo había cuatro cosas que le interesaban a May, la repostería y la jardinería porque podía compartir aquello con su abuela, conectaron cuando era pequeña a través de ello; la jardinería se le daba de manera natural y desahogaba sus sentimientos negativos a través de la tierra y las plantas, mientras el calor de la cocina la protegía y la consolaba. La lectura y la escritura eran las siguientes porque eran regalos que el bisabuelo le dió incluso antes de aprender a vestirse por su cuenta y atar sus propios cordones; con las letras podía compartir sus pensamientos, su opinión e ideas crecían y se desenvolvía sobre papel.

El centro comercial y el supermercado se encontraban relativamente cerca el uno del otro, por lo que resultaba obvio que madre e hija pasarían antes al centro comercial. La abuela rogó que no fuesen a gastar el presupuesto en tonterías innecesarias. May y su abuela recorrieron la avenida de las Hortensias, que se encontraba paralela a la avenida de las chuches a un par de manzanas y cruzaba por el boulevard de las Amarantas, donde se encontraba el mercado; en este se encontraba un tianguis-vivero con toda clase de puestos destinados a la jardinería y a las hortalizas. El olor a flores le traía una nostalgia que iba más allá de su infancia, que amalgamaba el dolor con la felicidad a las notas florales y la tierra.

 La abuela notó la ausencia de su nieta un poco tarde, al ver sus tristes ojos divagar entre las adormideras y los narcisos, su intento de leer sus sentimientos fueron frustrados como siempre, su rostro tenia la misma expresión anímica y esa indescriptible melancolía tatuada entre las betas de sus iris de toda la vida. Un rasgo característico de ella, una cara que pocas veces se notaba particularmente triste o feliz. Pocas y discretas eran sus sonrisas, sus risas bajitas podían perderse bajo otras risas, la tristeza solo alcanzaba a oscurecer su mirada; todo lo que le quedaba para saber que pasaba en su interior eran sus ojos, pero estos la confundían constantemente, parecía haber un mar de sentimientos atravesando por las pupilas de May. Brigette dio por hecho que lo sucedido en la noche era lo que ocupaba la cabeza de May, no sabía lo que había pasado, pero el tema era delicado para seguir como si nada.

-¿Lograron llegar a algo tu madre y tu?

-Mamá dijo que tuvo una hermana que llevaba mi nombre, ella era la heredera original.

-Así que tu madre te hablo de ello. Espero que eso te haga sentir mejor.

-¿Tu lo sabias abuela?

-No era yo la que debía decirtelo, a tus padres no les gusta hablar de ello.

-¿Papá la conocía?

-La conoció mucho antes que a tu madre, estudiaron la escuela superior en el mismo instituto, incluso entraron a la misma universidad para estar juntos. Mayreen fue algo así como su primer amor. Hace más de quince años que nadie hablaba de ello, son recuerdos demasiado tristes para tus padres. Eres un poco a ella, por eso a veces es difícil para tu padre estar contigo.

-Nunca imaginé algo así, debe ser muy doloroso para ellos recordarla.

Antes de que el ánimo de su abuela decayera, la distrajo con los vegetales y las frutas que planeaban sembrar, ahora que sus ingresos eran limitados la hortaliza les vendría de maravilla, especialmente para la tranquilidad de ambas, ya que, según la abuela, el aire fresco, el sol y la tierra le traía salud a las personas. Brigitte por otra parte terminó más confundida, de alguna manera esperaba que fuese más afectada por ello, dado su naturaleza empática. Por eso mismo comprendió que quizás se debía la templanza en su actitud, después de todo siempre se preocupó por ella y su padre. Su dulce May intentaba hacerla sentir mejor.

Terminando las compras llamó a Ilda para que pasara por ellas. Las esperaron en el Caffè a Cuore di Latte, un café orgánico justo en la esquina donde el boulevard y la avenida cruzaban y explotaban en colores y olores, a contra esquina del mercado. Veinte minutos e infinitas selfies después las mujeres de la casa estaban listas para volver a casa cuando a May le pareció ver un rostro conocido cruzar la calle. Se despidió de forma apresurada prometiendo volver para la cena, ninguna impidió que saliera despotricada hacia el mercado, que se interesara en hacer amistades tranquilizaba a las tres.

-Hey, ¡Hola!- saludó al alcanzarla- ¿Me recuerdas?

-¿Qué tal?- respondió- tiempo sin verte ¿A donde vas?

-De hecho estaba por ir a casa pero te encontre, ¿A dónde vas tú?

-Bueno, estaba por buscar algo de comer y luego pasar por la avenida de chuches por... bueno, chuches. Sara me comentó esta mañana que habías estado yendo a la biblioteca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.