Maison d´ May

Capítulo 13

El terreno de la propiedad era amplio a pesar de haber perdido la mayor parte de este, muy en contra de todo sentido de la estética, la armonía y de Ilda misma, resolvieron sembrar por todo el frente, por ser el espacio más indicado. Era más grande y, aunque solo sembrarían una parte, quedaría más área para el futuro. Con la fuerza de sus brazos, con el dolor de su espalda y el sudor corriendo por su frente logró labrar la tierra; se dio cuenta con decepción que había perdido el tono, las últimas mudanzas no le habían dado espacio para cultivos ni jardinería. Era más difícil y pesado ahora, lo cual le sentaba patético para la energía que solía desbordar en esas labores. Solo era buena para tres cosas, la falta de práctica no le iba a arrebatar una de ellas.

Desde uno de los balcones era observada por su chico, con un saludo distrajo su trabajo, señaló con la cabeza indicando que entrara, a lo que él respondió haciéndose tonto, May hizo señas discutiendo con él, no debió dejar aquel ventanal abierto, al menos el mismo balcón tenía marcas mágicas, de lo contrario podría meterla en problemas. Cada que volteaba Étienne llamaba su atención, era bueno jugando mímica, igual que un buen mimo. En más de una ocasión tuvo que cubrir su boca para evitar reír y llamar la atención de sus abuelos. Adoraba lo lindo y divertido que llegaba a ser. Fue un poco difícil seguir trabajando con esa colosal distracción a su espalda, pero lo consiguió. Sembraron todo tipo de legumbres, frutas, moras y especias. Cualquier cosa que pudiese terminar en un plato o una infusión.

El área norte y lo que quedaba de la parte sur estaría destinada al cultivo de flores, en la parte norte se encontraba una puerta cubierta por hiervas y arbustos, había algunas esculturas agrietadas, incluso un par de fuentes deterioradas, el tiempo había no había sido muy amable con nada de ello, pero después de todo, no podía esperarse que la sal y el clima del lugar conservaran la belleza de aquellas piezas; solo con las bancas fue más considerado, todavía eran firmes, hechos con madera de alisos. Una vez que floreciera sería un jardín de ensueño, la próxima vez que bajaran al mercado escogerían las primeras flores para su jardín de hadas.

El cielo con su esponjoso beso fresco de nubes recordaba cuan pequeña e insignificante resultaba para el mundo, siendo nada más que una efímera, frágil y diminuta hormiga que podía ser arrancada de la existencia por la mano de la madre tierra; la sola presencia de aquellas nubes le provocaba un mareo cercano al vértigo pero que, cuando la alegría revoloteaba en su estómago evocaba en su pecho la sensación de libertad e ingravidez que le embargaba en aquellos días de primavera con sus abuelos, cuando el jardín se convertía en un mágico mundo de hadas y duendes que reían y susurraban llamándola a jugar entre las flores.

El sol apenas calentaba tras los cumulonimbos, era una fortuna que el clima estuviese a su favor, May odiaba sentirse sudada y pegajosa, además, la lluvia haría maravillas a sus semillas y pronto estarían comiendo frescos frutos. May no pudo evitar voltear tras sentir su mirada llamándola. Desde la ventana de la segunda planta le miraba su ángel con un cigarro en la mano, sin pensar lo que hacía lanzó un beso en su dirección, su reacción en respuesta fue lo más adorable que alguna vez vio en un chico. Su imagen se disipó dejando a May redirigir su atención a la tierra. May estuvo tan distraída que apenas si escuchaba a sus abuelos.

-¿Todo está bien florecita?

-Claro que sí- respondió nerviosa- ¿Por qué no habría de estarlo?

-Eso tendrías que decírmelo tú - dijo Briggette- Últimamente has tenido peleas con tu madre, espero que estés bien. Sabes que puedes hablar con nosotros.

-Solo es mamá siendo mamá. La que me preocupa soy yo. Abuela ¿Crees que me estoy volviendo una mala hija?

Briggette detuvo sus labores para tomar a su nieta en un abrazo de consuelo.

-Sigues siendo tan dulce y buena como siempre mi niña - la besó su abuela- Escucha, tu madre no es un ejemplo de maternidad, pocas veces piensa lo que dice y no entiende a las personas especiales como tú, es por eso que no sabe cómo tratarte. No entiende que lo que necesitas ahora es desenvolverte a tu propio ritmo, y no necesita controlar con quienes te relacionas, sabes bien qué clase de personas son las que quieres rodearte, confío en tú palabra.

-Muchas gracias abuela, sabía que comprenderías.

-Sin embargo, hay algo más que me preocupa.

May ya sabía a lo que se refería. Necesitaría ser ciega para no ver que algo más turbio sucedía con ella y sus comportamientos atípicos como pasar demasiado tiempo aislada y estar obsesionada por alguna cosa que no estaba compartiendo con ellos; pero no estaba lista para confrontarlo. Solo quería concentrarse en el abono y la tierra, poder poner su mente en blanco para descansar. Todavía seguía digiriendo la carta, intentando descifrar los mensajes del diario, procesar lo que sabía de su ángel y lo que ocurría entre ellos. Esperaba solo hacerse amiga de Sara y Devi para averiguar si podían ayudarla y termino conociendo a Eissen, no solo eso, también a su banda, lo cual era genial e inquietante. Todo ello se le vino encima en poco tiempo y debía encontrar la manera de acomodar a su familia entre esos pendientes. La mirada de su abuela siguió cada uno de sus movimientos esperando una respuesta que se negaba a dar, pero esa mirada era difícil de ignorar.

-Si no dices que es lo que sucede no podemos ayudarte, Amara- dijo su abuelo.




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