Maison d´ May

Capítulo 15

A la mañana siguiente le llegó la iluminación. Dormir con restos de sales de baño en el cabello no era buena decisión. Tuvo que enjuagar tres veces antes de sentirse cómoda con su cabello. El siguiente descubrimiento era que no podía hacer el invernadero sola, su bisabuelo era muy viejo para arriesgarse a cargar tablones, herramientas o subir las escaleras, su abuela, aunque fuerte, tampoco podía arriesgarse a lastimar su espalda. Habían quedado exhaustos, por lo que estaba considerando una manera de reducir al mínimo sus trabajos. Quizás tenían un orgullo muy grande, pero no por eso los dejaría sobre esforzarse.

 Su último descubrimiento era que realmente necesitaba ropa nueva, los tres cambios que trajo consigo comenzaban a desgastarse y, ni a su madre ni a su abuela les agradaba que su niña vistiera ropa que estuvo en ese lugar tantos años. May no podía discutir con su madre, pero al menos podía explicarle a su abuela que la casa conservaba la mayoría de las cosas en buen estado. De los zapatos ni hablar, solo cargaba consigo dos pares y uno de ellos clamaba por ayuda.

Antes de que los vivos en casa se levantarán de su descanso May subió para revisar si todo estaba en orden. Las cosas estaban tranquilas, el cielo totalmente despejado parecía más alto amplio volviéndose un interminable velo de azul; el mar con su siniestra quietud se había convertido en un espejo que no tenía nada que reflejar salvo el infinito. "Demasiada calma". Pensó para sí. Antes de poder darle forma a su pensamiento, sus pasos comenzaron su trayectoria. Necesitaba verlo. Necesitaba respirar su existencia antes de comenzar el día. Pero sobre todo, necesitaba saber que estaba bien. Con un largo inhalar-exhalar dejó que sus pies se movieran por su cuenta, solo siguiendo el ritmo de sus latidos podía encontrarlo, incluso con los ojos cerrados.

 En la terraza, con la mirada perdida en el horizonte y un aspecto cansado se encontraba él. May se sentó en el balaustre mirando en la misma dirección, él seguía solo allí, inmóvil, con la mirada perdida. Al verle se dio cuenta de que nunca antes le había visto tan derrotado, sus hombros caídos bajo el peso de la conciencia, sus rasgos acentuados, como si las cicatrices fueran recientes, como si no hubiese dormido durante un largo tiempo. No llegaba a sus treinta, pero en sus ojos se reflejaban décadas de trabajo duro y sueños rotos. No pudo más sino sentir pena, si tan solo pudieron sanarlo sus manos...

-Desde aquí el mar luce infinito -rompió el silencio.

-Antes de aquí, solo tuve la oportunidad de verlo en misiones -respondió con el mismo aire ausente.

-¿Cómo llegaste?

-No recuerdo. Es frustrante, hay muchas cosas que no recuerdo.

-Me has hablado de cuando eras un niño y un poco de la guerra -Dijo May- ¿No recuerdas nada de cuando eras un muchacho normal? Ya sabes, antes de entrar en la guerra.

-Algunas cosas -dijo- recuerdo la primera vez que salí de noche, cuando aprendí a conducir. Y recuerdo a mi madre y su hermana discutir por la frase de la abuela. La tía decía " Die seele erinnert sich an unsere leben",  mamá decía "le cœur garde dans sa mémoire de nos proches".

-El alma guarda en su memoria a nuestros amados -repitió May- es precioso.

-La abuela perdió a su marido y sus muchachos en la gran guerra, sólo quedaron mamá, la tía Magdalene y la tía Isa. La tía Isa y la tía Magda quedaron viudas e incluso perdieron hijos. Así las consolaba. En realidad la tía tenía razón, pero nadie podía contradecir a Céline Baudelaire.

-¿Cuál es la diferencia?

- El alma y el corazón son cosas muy distintas. El corazón sana con el tiempo, si alguien te lo rompe, lo superas tarde o temprano. Pero hay heridas que duelen toda la vida, esas son del alma.

- No lo había pensado así.

Hasta ese momento no había reflexionado mucho sobre su pasado, o más bien, no había puesto sobre la mesa lo que nana Babette dijo y lo que él había contado. Su hermana sonaba resentida por el escape de su hermano, era probable que creciera viendo a su hermano como un traidor a la patria, incluso cuando los ayudó a escapar. Étienne por otro lado jamás mencionó nada de ello, de hecho, sin las aclaraciones de Babette y el hecho de que Étienne  ya le había dicho que era francés, jamás lo hubiese adivinado, así como tampoco hubiese adivinado que en realidad se fugó. Lo que le recordaba el detalle de que aún no se había decidido decirle o no sobre su familia, por el momento estaba segura de que ese no era el momento.

Pocas veces en su vida había reflexionado en cuestiones metafísicas o filosóficas como la vida más allá de la muerte, no tanto por comodidad como lo era el temor del conocimiento. Sabía ya desde pequeña (incluso si sólo se trataba de su imaginación) que las personas seguían existiendo después de morir y, con lo que había visto se había convencido de que no se iban a ningún lugar. No hasta que la abuela le convenció que las personas buenas van al cielo y se convertían en estrellas y que los que se quedaban lo habían para cuidar se sus seres queridos. Bueno, ahora sabía que así no funcionaba la muerte.

El silencio volvió a envolverlos. Volvió su pensamiento a lo que había dicho los sentimientos provenían del corazón, las almas podían contener sentimientos. De hecho, si los libros paranormales tenían razón los sentimientos podían anclar o estancar a un alma en un plano intermedio como en el que se encontraba él. No obstante, a pesar de todo lo que había leído, no alcanzaba a comprender el proceso por el que el alma pasaba para llegar al "otro lado". Hasta donde sabía, las almas se estancan por tres razones, la negación, desconocimiento de la muerte y por anclaje.

La primera sucedía cuando el alma era consciente de su muerte pero se negaba a "pasar", la segunda era cuando la muerte era tan repentina que el alma seguía con su "vida". El anclaje era más complicado, era cuando algo o alguien le impedía seguir su camino, desde un sentimiento hasta un objeto físico podía anclar un alma. Ni siquiera necesitaba tratarse de un sentimiento propio, podría ser el sentimiento de alguien más. Era injusto quedar atascado en una dimensión blanca por causa de alguien más. Ellos estaban allí por culpa de sus familiares y aún no entendía bien por qué.




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