Maison d´ May

Capítulo 17

La mañana resplandecía hermosa, real y perfecta como filtro aesthetic en instagram. Después de la tormentosa noche los rayos de sol bajaban como mensajes divinos otorgando un halo dorado a su cabello, solo el más puro viento entraba por los grandes ventanales de la habitación envolviendo el espíritu maltrecho, roto, infructuoso y gastado de un puñado de enseres orgánico que conformaba su persona. May cepilló su cabello brillante y perfecto mil veces cuidando de forma minuciosa cada ondulación, cada hebra en su lugar. Maquilló su perfecto y hermoso rostro de porcelana chabacana con rubores duraznos y brillos melocotones cubriendo y rellenando con silicón de diamantina y estrellas cada hueco, cada trozo faltante y hasta la más pequeña grieta en la fina cristalería resquebrajada de su hermosa tez. Perfumó su perfecta piel. Y sonrió al miserable y grotesco reflejo frente a ella. Mayrin era una escultura antigua agrietada, desmoronándose ante el implacable golpe de los años y la cruel naturaleza.

Llevaba tiempo sin sentirse tan desdichada. Su luctuosa sonrisa era encantadora y reluciente, tan frívola como las infames furias con las que compartía techo. Sus pies soportaron con fragilidad el peso de un cuerpo muerto bañado en plástico y purpurina sobre agujas diamantadas. Su madre decidió forrarla en seda satinada y diamantes para que luciera como una muñequita perfecta, pero se sentía como un títere de porcelana fraccionada; vacía, arruinada, vieja y abandonada, cuya mirada otorgaba un caleidoscopio de emociones en tonalidades áureas y sepias que danzaban en un vals caótico deformándose, separándose y volviéndose a unir formando efímeras y etéreas figuras que recorrían el salón de las frías memorias azules.

A May se le dijo una vez que el miedo era bueno, le mantenía alerta ante cualquier peligro; una mujer amable vestida de científica detrás de un escritorio le explicaba que podía temerle a la oscuridad, a los fantasmas y a los monstruos, con el tiempo su miedo se iría. Estaba bien sentirse triste de vez en cuando, cuando llegaban los malos días, cuando se desilusionan por algo, cuando se sentía herida. Por separado agobiaban a May. Juntos devoraban su ser hasta la médula. Nadie sabía cuánto dolor es capaz de soportar una persona y tampoco lo que pasaba cuando superaba límites del aguante. ¿Cómo rompes algo que ya está roto?

Étienne le llamó una y otra vez desde el otro lado de las rejas con abatimiento en su voz, se encontraba agotado, concentró toda su energía intentando atraerla, mover aunque fuera un poco las rejas para poder acudir a su auxilio. Le llamó toda la noche deseando poder aparecer a su lado, pero el poder de aquellas marcas le impedían atravesar la barrera mágica. Al verle salir por aquella puerta no la reconoció. Aquellos ojos vacíos, aquel rostro sin emociones, no eran de la dulce niña de su corazón. Aquel cuerpo que salió de su habitación era solo un maniquí cuyo rostro era demasiado falso para hacerse pasar por ella. La energía que por la noche salió desbocada a través de las paredes y por debajo de la puerta fue suficiente para inquietar a las almas de la casa. Aquella horrenda figura solo se alejó sin voltear. Su alma simplemente se había desvanecido.

Briggette y Ritter se dieron cuenta de inmediato. Tras el dorado de sus ojos se encontraba la más profunda oscuridad, pero la luz que sus perfectos dientes blancos reflejaban impedía que alguien más pudiese ver a través de aquel velo iridiscente. Dina no había hervido de tanta rabia desde que su madre le obsequió el lazo de diamantes que tanto deseaba a May. Ilda centelleaba como un sol de tanta felicidad. Por fin sus hijas se encontraban a su lado en un mundo de rosado terciopelo. Abrazó y besó a ambas antes de salir. Si podía seguir así, May podía tener todo lo que quisiera.

⚵☌⚷☍⚴

El estudio de fotografía era un elegante complejo arquitectónico minimalista, simétrico y de perfectas proporciones, inclusos las fotografías en sus paredes eran de una fría belleza refinada. Dina e Ilda caminaban como si fuese la dueña del lugar. Con sus rostros en alto y la altanería, como sus egos, por la estratosfera. May estaba ausente. Su mente se encontraba en algún lugar del cosmos. De alguna forma no era ella la que caminaba detrás de aquel par de hermosas figuras; se había separado de su cuerpo y este se movía como un autómata programado para fingir ser un humano. Y May no hacía el menor esfuerzo de volver en sí, porque todo aquello no era real. Ella seguía recostada en su habitación con el rostro metido bajo su cama. Lo que sus ojos le transmitía no era más que una película borrosa que transcurría lentamente, una simulación de un día que no quería vivir.

El fotógrafo las condujo entre blancos pasillos que parecían interminables hasta llegar a una habitación de blancas paredes repleto de chicas hermosas al borde de desórdenes alimenticios. En un extremo de la habitación una barra sostenía trajes brillantes junto a una gran caja de accesorios y utensilios. El hábitat natural de un par de frías estrellas, un ambiente hostil para una chica cuya mejor cualidad consistía en mantenerse de pie al caminar con tacones altos. El artista discutía de forma acalorada con otros hombres al entrar las tres damas.

-Aquí tienes a todas estas -Dijo un hombre de traje blanco- Tan sólo échales un ojo.

-Todas son iguales. No es esto lo que pedí.

-Nos pediste una chica hermosa -dijo otro de traje azul- Aquí tienes veinticinco.

-Pedí belleza clásica, no un montón de barbies plásticas.

-Son bellas ¿Qué más quieres?

-Son perfectas para modelar para sus clientes, no para ser piezas de arte.

-Dales una oportunidad.

Después de tanto discutir accedió de mala gana, formando a las chicas con casi la misma rapidez con que las fue desechando. May se encontraba en algún lugar de su mente ¿Qué más daba? Todas esas sonrisas falsas y esas narices operadas no eran suficientes para el hombre, tanto talento frente a él sin lograr alcanzar las expectativas que el hombre tenía para su musa; el hartazgo llenaba el aire que le rodeaba, cargando la habitación de incomodidad. En la habitación había dos personas que no querían estar allí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.