Maison d´ May

Capítulo 25.

Al obcervar como su Sol colocaba almohadas para simular dormir no pudo evitar dejar escapar una sonrisa, le recordaba aquellas noches cuando eran solo chicos, solían escaparse en las noches para cruzar el río y la frontera para bailar las canciones estrictamente prohibidas y duramente castigadas en el Reich. La primera vez que ella escapó lo hizo saltando por la ventana de su habitación, cuando se dieron cuenta de que los seguía era muy tarde para regresarla y muy lista para permitir que diera la vuelta ella sola. Sus pasos inseguros eran un poco torpe, era la primera vez que usaba tacones, unos hermosos zapatos rojos lacados que eran de Katrin, Étienne la llevaba del brazo para evitar que la pequeña cayera. Sus adorables labios estaban coloreados de un afrutado carmín que sobresalía ligeramente de sus comisuras y sus mejillas se encontraban demasiado rosadas, sus hermanas ayudaron a Katrin a tranquilizarla y corregir los errores de la pequeña “Sonnig”.

Entre sus muchos talentos se encontraba sin duda el escapismo, se había escapado de prácticamente cualquier lugar desde que estaba en pañales, así que le sorprendió cuando la vio dudar al asomarse por el balcón del lado este; después de que las otras chicas bajaran miró en su dirección y él le regaló una media sonrisa con la que le mostraba todo su aliento, ella sonrió devuelta preparándose para bajar, con un beso de despedida se sujetó de la balaustrada y se dejó caer hacia los arbustos de lantanas. Permaneció recargado en la balaustrada hasta que estuvo lejos, no se lo había dicho, pero recargarse casualmente en las paredes, balcones y puertas no era nada grato, las superficies le quemaban y se sentía débil después de separarse, pero era un habito difícil de dejar.

El tiempo era limitado, por ello debían llegar antes. May siguió de cerca a las chicas. Sara conocía los caminos cercanos, sabía hacía donde dirigirse a pesar de la escasa luz que llegaba al suelo boscoso, Devi caminaba sin preocupaciones sujetando la mano de May, su vista era mucho mejor de noche, sus ojos reflejaban la luz de luna al igual que los gatos, guardó los lentes tan pronto pasaron la barrera de hadas, de la frontera que impedía a los humanos caminar entre las criaturas del bosque. Ojos nocturnos se asomaban en su dirección de cuando en cuando ocultándose veloces. Al parecer los humanos tenían un cierto olor que los habitantes del lugar podían oler a la distancia, Sara intentó calmar sus nervios afirmando que el lugar no estaba muy lejos de la ciudad, así que las leyes impedían que intentaran llevarla. Algo que no le pareció muy divertido.

 Todo debía transcurrir durante la hora de las brujas, cuando Sara podía tener control de la situación. Habían sido cuidadosas en todo momento para no llamar la atención de ninguna criatura malintencionada. El claro escogido por las chicas era especial, se trataba de un viejo círculo de hadas conformado por hongos bioluminiscentes, en las copas de los pinos colgaban espejos y cristales que durante la luna llena reflejaban su luz concentrándolo en el centro del círculo donde se alzaba una piedra ritual. Las chicas comentaron que era común que se reunieran en ese lugar para celebrar todo tipo de rituales, por lo que el lugar estaba cargado de energía y la salvia crecía naturalmente.

El lugar no era de alguien particular, según palabras de las chicas, había una población cerca del lugar. Devi había mencionado antes de salir que si alguien los descubría en ese lugar estarían en serios problemas. Lo mejor era no llamar la atención, lo cual resulto no ser tan fácil como creyó. El bosque estaba vivo, no solo por sus animales, a lo lejos podía ver sombras y luces pasar, las voces y risas llegaban a ellas con el viento fresco de la noche. El círculo de hadas las protegería de cualquier entidad maligna, pero no parecía tener el poder de alejar a las criaturas. Si los dioses eran buenos con ellas, May no tendría que encontrarse con ninguna criatura esa noche.

Sara hacía movimientos repetitivos con su varita mientras susurraba para sí misma, algo que había apreciado ya en sus métodos de estudios, las tres sabían que no podían darse el lujo de cometer un error, estarían tratando con un ente desconocido que podía volverse hostil. Una gran piedra plana y circular estaba marcada con carbón, con círculos conectados unos con otros por palabras y garabatos que May no comprendía. Devi por su parte había entrado en un estado zen, les dijo que si algo se salía de control, lo más peligroso podría ser ella.

Al centro del círculo Sara colocó una granada, una cereza y una manzana, cada una dentro de un tazón con un zumo rojo que se negaron a nombrar. May estaba nerviosa, era la primera vez que veía algo como la magia en acción, ni siquiera sabía cuál era su papel en ello, es decir, Devi dijo que le daría a Sara energía que necesitaba para hacer funcionar la invocación sin necesidad de un sacrificio, algo con lo que no estaba del todo de acuerdo. Ya tenían un demonio. ¿Qué sentido tenía intentar buscar la solución del problema llamando a otro demonio? Aunque claro, la vía segura fue todo un fracaso, sus supuestos poderes no aparecieron por ningún lado. No pudo ver al pasado, tampoco encontró respuestas del demonio, mucho menos del maldito libro, que fue escrito mucho después del problema del demonio. Pero bueno, ya estaban en ello. Cuando la luna se vio despejada la piedra lunar se iluminó.

Sara esperó sin dejar de observar a Devi hasta que su piel se cubrió de pronto de un brillo espectral y sus ojos irradiaron luz a través de sus parpados, entonces tomaron sus manos, solo hasta entonces recitó el hechizo:

An pomum scientia

a grenade ut lighting,




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