Maison d´ May

Capítulo 25. Parte 2.

Se llevó las manos al estómago tan pronto comió la granada. Un sudor frío corrió su espalda, sus manos temblabas con con nerviosismo mientras sus ojos se movían con velocidad hasta quedar en blanco. Devi intentó tomarla pero Sara le detuvo, eran consecuencias del trance y May debía soportarlo como ellas lo hicieron. Sudó un líquido que ante la luna menguada brillaba dorado; sus temblores se volvían más violentos, en algún momento gritó llamando en algún idioma feérico, sus manos se alzaron juntas como si con ellas sostuviese algo, entonces descendieron con fuerza hacia su vientre cayendo sobre la mesa de sacrificio.

-..-

...En medio del bosque descansaba el antiguo monasterio abandonado en el que alguna vez residieron los druidas. Tres mujeres, madre, hija y nieta, bajo oscuras capas de terciopelo púrpura caminaban muy juntas una de las otras siguiendo a una joven doncella unos metros más adelante, ocultando sus rostros bajo pesadas capas que se arrastraban por el suelo, consolándose una a las otras, animándose a seguir. Habían aprovechado que los hombres fueron solicitados ante la presencia del arzobispo Riga  para realizar el largo viaje hasta las tierras de Irlanda donde se encontraba quien buscaban, no habían hecho un viaje tan largo a través de los mares para echarse para atrás.

 La menor de ellas se aferró al brazo de la mayor, ninguna confiaba en aquella mujer del todo, tenía fama de bruja entre los pueblos del bálticos, pero era quien comprendía mejor su situación; aquella doncella apareció un día de la nada y los rumores se esparcieron sobre su belleza, su conocimientos pero sobre todo sus dones milagrosos. El día que llegó a su castillo trajo consigo un hado misterioso y un mal augurio que por desespero prefirieron ignorar, la más joven estaba entrando a una edad casadera y pronto la reclamarían; si no se hacía algo al respecto se las arrebatarían. Al final del pasillo, al abrirse la puerta del salón podía vislumbrarse el maravilloso esplendor de un par de mujeres de larguísimos cabellos y bellos vestidos. La una y la otra se miraron y luego a las mujeres que se descubrieron los rostros. 

-Mis señoras, han llegado las damas que han solicitado sus favores, las señoras De'Ath...

Ambas mujeres sonrieron ampliamente extendiendo los brazos en señal de bienvenida con apenas un asentimiento de cabeza a manera de saludo. La segunda de las tres señoras chistó por  lo bajo sabiendo que quienes debían inclinarse esta vez eran ellas, estando acostumbrada ya a las reverencias del pueblo. La dama de largos cabellos negros se acercó benevolente hacia la mas chica tomando sus manos, acercándola a la dama rubia, quien la examino arriba y abajo.

-Un pacto con sangre  -bufó la de pelo negro- los hombres creen que pueden hacer lo que desean y luego pedir perdón sin enfrentar las consecuencias de sus actos.

-Un contrato como ese no puede ser roto -aseveró la rubia- ni aún con nuestro poder.

-Vendrán por ella pronto, se lo suplico, su sierva ha dicho que ustedes podían...

-Han hecho un contrato irrevocable -se burló - ¿Que debemos hacer?

-No las atormentes más, Tami'el -aseveró la rubia- no podemos y no querríamos, aunque pudiésemos, romper con él, tarde o temprano tendrán que pagar, pero podemos darles tiempo.

-¿Cuanto? -suplicó la niña

-Años, quizás décadas. El tiempo suficiente para que sean entregadas todas las doncellas de su casa a sus maridos. Pero , como saben, tenemos un precio.

-El que sea -dijo con firme convicción la mayor.

-Una sierva de su familia que esté a nuestro entero servicio;  su hija y la hija de su hija, hasta que su familia decida que están listos para pagar. -Sonrió con un deje de malicia Tami'el- Los hombres han hecho un pacto con el demonio, ustedes por lo tanto, tendrán un contrato de los cielos para protegerlas.

-Si no hay otra opción así se hará.

-Sean fértiles todas las mujeres de su familia hasta finalizar ambos contratos -dijo la rubia con una radiante sonrisa de ángel- Crezcan y multiplíquense por toda la tierra, hijas de Eva.

Las tres mujeres se arrodillaron frente a las mujeres que en ese momento iluminaron el santuario entero con su luz angelical mientras extendían sus alas y se volvían luces doradas...

-.-

Bajo el sol de primavera, una chica caminaba por el camino de hierba santa contemplando las olas del mar, la altura le era grata, la brisa salada confortaba su corazón, aislándole de lo que sucedía a sus espaldas. Los cimientos de su nuevo palacio estaban listos para levantar los muros. El nuevo mundo era abundante en minerales y en vida, llenando sus pulmones de un futuro prometedor. En la nueva tierra podría disfrutar de su libertad. Su padre le había prometido que no la encontraría. "¿Disfrutas de tu nueva vista, querida?" Un hombre montado den un caballo rojo apareció atrás de ella. Su grito fue la alerta que llamó a todos los hombres del gran señor de las tierras que fueron a su rescate.

El hombre intentó tomarla cuando algo le detuvo quemando su mano. En el cuello de la chica brillaba un amuleto de alas doradas. El caballero enfureció ante la sonrisa incrédula de la dama que retrocedía. La chica corrió colina abajo, el lodo por las lluvias la hacía lenta, no alcanzaría a llegar hasta sus hombres. Los brotes de salvia en el camino alentaban a la montura, haciendo efecto incluso en su jinete. El bosque la tragó cubriéndola con sus sombras. Desenvainó su espada que al blandirse desprendió fuego, bajó de su caballo, aún con los pies en la tierra seguía siendo una figura imponente. Relamió sus labios con malicia, el horror volvía más hermosa a su mujer. Gritó una y otra vez llamando a alguien, el furioso relinchar se hacía cada vez más lejano tras cruzar el círculo de hadas.




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