El claro al que llegaron estaba cubierto en su totalidad de una capa gruesa de pastos bajos y flores silvestres en todo su esplendor, el rincón secreto dentro de un cuento de hadas. Konran sacó de su mochila libros y cuadernos con separadores de colores, May le entregó el diario de su familia con las páginas señaladas; pensó que aquellas páginas contenían los hechizos específicos, pero solo daba menciones vagas sobre sus funciones, después de todo su familia eran los señores de la región, no brujos. Mientras pronunciaba en algún idioma ancestral sus tatuajes se iluminaron de forma tenue, quemando un área circular frente a ellos. Era grande, tanto como los salones principales de la mansión; era mejor que practicaran con el espacio que tendrían disponible y no tener sorpresas después.
A partir de lo que habían encontrado en las traducciones la casa De'Ath contaba con tierras donde se construyó una iglesia y, tal como era costumbres en aquellas épocas, el campo santo se encontraba bajando la colina. La iglesia había sido clausurada y abandonada tras la muerte de Lady Dalia, a quien se le acusó de maldecirla, pero el campo santo seguía en uso principalmente por las antiguas grandes familias. Los De'Ath tenían un glorioso mausoleo que conducían a las catacumbas más extensas de la región, en ella yacían los restos de todos y cada uno de sus descendientes, protegidos con poderosos hechizos de protección y encantos que alejaban a los intrusos. Durante la noche habían planeado contener al demonio y llevarlo a las catacumbas del cementerio donde los restos de la familia reposaban resguardados por hechizos y piedras mágicas y encantamientos para alejar a los intrusos.
Por la noche llegaron al acuerdo de resguardar el contenedor en el mausoleo mientras encontraban a un sacerdote o sacerdotisa con el poder suficiente para expulsarlo definitivamente del mundo, ya que, en palabras de los chicos, siempre era mejor mantener lejos de esos asuntos a los "hijos de Dios", no sin cierto desdén al mencionarlos. Una vez solucionado ese problema podían limpiar la casa sin problemas. Siempre y cuando May aprendiera a llamarlos y atraerlos hacia sí, algo que había estado evitando desde el momento en que pisó la mansión. Devi sacó cosas y más cosas para los chicos antes de colocar su mochila sobre sus hombros y tomar su mano.
En las cavernas de la montaña habitan toda clase de criaturas peligrosas. Según los rumores de lugar se decía que habían sido atrapados allí para cuidar los tesoros que los guardianes ocultaban de manos humanas. En el corazón de las cavernas podrían encontrarse todo tipo de cosas, el lugar estaba bajo un hechizo de trueque que permitía tomar un objeto a cambio de otro de valor similar. Devi y May irían al centro de la montaña por una piedra de luna y algo que pudiese servir como container sobrenatural. Para ello Devi llevaba en su mochila el perfume de hadas que tanto le había costado conseguir a Sara y unos rollos de papiro de plata que llevaba guardando con recelo durante años.
May se disculpó una vez más con los chicos, entendía que eran valiosos para ellas y que Konran en realidad no tenía nada que ver en todo aquello y sin embargo se vio arrastrado, nada ganaban con ello. En cuanto al trueque, desde segundo en el que se enteró intentó negarse, en casa había tesoros abandonados, algo de eso podía servir como pago por ambas, entonces le explicó que no se trataba del valor monetario de los objetos, si ese objeto no tenía ningún valor para ella entonces era inútil. Los papiros eran una de las últimas cosas que Kay le había regalado, le había costado un viaje largo traerlos a tiempo para su cumpleaños número doce, contenían una serie de instrucciones ilustradas de movimientos del que no podía hablar con nadie. Devi la consoló confesando que había conservado un papiro así como unas fotocopias y no importaban los demás si eran para una buena causa.
Brumoso era el aire que se respiraba donde la oscuridad todo lo rodeaba, preludio de las horrendas maravillas y las terribles criaturas que pululaban inquietas de hambre, jadeantes a la espera de un bocado que probar; resguardando con severo recelo el tesoro de los codiciosos que alguna vez arrancaron de los aposentos de los señores de la sombra y que ahora, reposaban en lo profundo de las aguas oscuras del mundo inferior. Cada paso resonaba chocando un paso contra otro por las amplias paredes interiores, cada eco traía consigo crujidos de huesos al romperse y gruñidos impacientes.
May se refugió tras ella, no podía ver nada, pero podía sentirlo todo, cada movimiento, cada inhalación. La cueva no solo resguardaba criaturas oscuras, también almas atormentadas caídas por su propia avaricia en un tormento silencioso. Con unos cristales de su mochila colocados estratégicamente entre las grietas de las rocas en la entrada, la luz logró iluminar otros cristales que se adentraban en la cueva formando un camino. Devi le tranquilizó los pensamientos afirmando que mientras se mantuvieran por el camino estarían a salvo de las bestias. Lo que no dijo y que le tenía preocupada era que aquellas criaturas devoraban a humanos y a todo aquel que intentara tomar algo sin dar algo a cambio; con o sin dones, May apestaba a humana, las fieras podrían olerla tan pronto entraran a la cueva.
Al pasar, aquellos espectros que en otro tiempo fueron criminales, acercaban sus dedos retorcidos y alargados para aferrarse a los tobillos de May, suplicando acaso, acaso intentando arrastrarla por los rincones donde habían caído. Con pasos vacilantes siguió el camino marcado débilmente por las luces, que por momentos parecían desvanecerse, sus manos entrelazadas se aferraban con fuerza, sus sentidos alertas. Devi se quitó los anteojos guardándolos en una de las bolsas laterales de la mochila donde guardaron sus celulares, sacando en su lugar un dirk de plata purificada, empuñándola con su mano libre; olisqueó, era fácil para las criaturas esconderse entre las rocas y por entre las grietas, pero sus olores los delatarían si se acercaban imprudentemente.
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Editado: 05.09.2023