Maison d´ May

Capítulo 28.

Volver a casa fue un acto furtivo, la ropa de May había quedado inservible después de todo lo que había pasado, su piel se encontraba cubierta de rasguños y moretones que en definitiva no podía explicar y sus zapatos, rotos y manchados, estaba por demás decir lo inútiles que quedaron. Antes de que alguien de su familia se diera cuenta, ella estaba ya limpia preparando la cena mientras cantaba Mio Babino Caro, siendo esa la primera vez que May cantaba por voluntad propia. Sin embargo, la situación del casa no era un lecho de rosas, y ella no cantaba porque no le importase, sino para mantener un poco de equilibrio antes que la nave comenzara a hundirse con ella dentro...

Étienne la encontró entrando por una de las ventanas rotas del lado norte, la acompañó escuchando con emoción todo lo que tenía para desahogarse, la euforia con la que le habló de todo lo que había descubierto, de lo que había pasado y lo que pens...

Étienne la encontró entrando por una de las ventanas rotas del lado norte, la acompañó escuchando con emoción todo lo que tenía para desahogarse, la euforia con la que le habló de todo lo que había descubierto, de lo que había pasado y lo que pensaba en realidad. Le contó de como voló por el aire cayendo a un lago para aparecer de la nada en una pradera, de la araña, de los cerdos y las sombras; le habló de Nathaniel y del doctor Tabris, de la verdadera cara de Konran y junto a ello admitir que se habían encontrado la noche del bar, omitiendo la parte de los besos, también de Sara y lo refunfuñona que este la puso el resto del día y de todos los tesoros que vió dentro de la colina. Cruzaron juntos por el gran salón de baile que se suponía clausurado y pasando por la habitación de los instrumentos.

Se dieron su tiempo al pasar, deseando no hacer presencia en un buen rato. El gran piano de cola seguía a medio cubrir, sobre el descansaba el viejo violín que había escondido de su madre y una rosa marchita. May y Étienne pasaron un par de veces en ese lugar tocando juntos, nada de clásicos pomposos, por más melosos o románticos que fueran, sino música y alegre, como las polka de Dacla, de Strauss o la polka italiana de Rachmaninov. May cantó en soledad Meine Lippe, la Habanera y Heidenröslein solo para deleite de Étienne, cuando este le masajeaba los pies al leer, cuando besaba sus mejillas, sus manos y  su cuello entre tiernos jugueteos y risas de amantes escondidos. La música hacía feliz a Mayrin, por ello muchas veces lamentó que su madre la usara para presionarla en busca de algún talento que pudiese presumir.

Tan pronto pasar por las cercanías de la habitación que su padre usaba como oficina logró escuchar la voz quejumbrosa de su madre, o al menos a sí le pareció escuchar, hablaba en el mismo tono quisquilloso con el que se quejaba de los trabajadores que le ofrecieran cualquier servicio, tan despectiva, refiriéndose a quien quiera que sea 

-Ha estado molesta desde que llegó- Susurró Étienne como si temiese que pudieran oirlo- han tocado de nuevo el tema de la herencia. Cuando estuviste encerrada estuvo saliendo y regresando llena de furia, al parecer no puede tener acceso a todas las posesiones de los De'Ath.

-¿Por qué no? -preguntó en un susurro- Ella es la única heredera de todo.

-Al parecer lo eres tú -sonrió burlesco- ha maldecido tu nombre muchas veces, al parecer eres la que puede disponer de todo, por lo que tampoco puede vender este lugar.

-Es increíble, debe estar horriblemente furiosa -exclamó llena de preocupación - ¿Por qué no me lo habías dicho?

-No se me había ocurrido. Imaginé que estabas al tanto.

-Este lugar lo había heredado mi tía, nos llamamos igual, aunque no se escribe del mismo modo. Quizás no les dio tiempo de cambiar el testamento. Lo que me recuerda que debo hablar con Lady Dalia y averiguar que daños colaterales causó mi ausencia, lo he estado postergando mucho tiempo.

-Una tía con tu mismo nombre... -dijo pensativo

-¿Mayreen? -preguntó- Es extraño que no lo haya hecho, se supone que estuvo aquí.

-¿Mayreen?

-Ajá

Étienne contempló la nada pensativo, parecía buscar algo en el fondo de su mente, May se preguntó si se trataba de un pensamiento respecto al nombre o a su tía. Él no solía llamarla por su nombre, solía llamarla Sonne o Süße, pero en un par de ocasiones llegó a llamarla Amara, un nombre que solo su abuelo y su abuela solían usar. ¿Él había conocido a su tía? no podía asegurar nada. La charla se desvió al pasar frente a la habitación de los abuelos; Ritter y Briggitte tenían a Dina sentada en el centro escuchando su conversación mientras ella intentaba bordar sin éxito. Su abuela seguía empeñada en enseñarle, aunque en secreto le había perdido la esperanza casi desde el comienzo. May pasó de largo, verle de esa manera los alarmaría, era mejor que la viesen presentable. 

Dentro de la bañera se dejó consentir mientras pensaba en como abordaría a lady Dalia por la noche, se habían llevado bien, pero por lo que contaba Étienne era una dama de opiniones volubles, de manera que no había un forma de saber si estaría dispuesta o no a hablar o como reaccionaría al saber que ella era su familiar, pero era algo que debía hacerse. ¿Como reaccionaría al saber que eran familia? ¿Que podría decir sobre la historia familiar? Aún había huecos vacíos de los que hablar, en especial escuchando el punto de vista de los chicos, en especial de Konran y Sara quienes parecían no importarles hablar de lo que se decía de su familia. 




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