Maison d´ May

Capítulo 33.

Antes incluso que el sol mismo se encontraba yá tomando un baño caliente, los vestigios de la fiebre persistían en ella pero había mejorado lo suficiente para permitirle asistir a su primer día de clases, pero no tanto para tener un descanso. Llamó a Devi antes de mirar el reloj, absorta en su rutina, eran las cinco cuarenta de la mañana pero Devi alcanzó a contestar antes de entrar a buzón.

-¡Ey May! -se escuchó al otro lado de la linea- No sabía que despiertas tan temprano. Pensaba en llamarte más tarde.

-No pude dormir bien, enfermé un poco y estoy un poco nerviosa. No pensé que contestaras, ni siquiera me fijé en la hora.

-Yo tampoco suelo dormir mucho, ¿Vas a desayunar en tu casa?

-No lo creo

-Bien, podemos desayunar juntas si llegamos a tiempo.

-Oye, dices que ibas a llamarme ¿Qué sucede?

-Oh, nada que no pueda esperar, sólo quería saber como te encontrabas.

-¿Segura? No hay problemas o algo parecido ¿Cierto?

El corto silencio que hubo después de la pregunta se sintió como una eternidad densa y pesada, apenas pasaron un par de segundos, pero había un abismo de silencio entre sus palabras y la contestación.

-Claro que no -bufó- de hecho Konran y yo lo tenemos todo bajo control, sabes, creo que es mejor hablarlo cuando nos veamos ¿Te parece? después de todo es un tema un tanto… delicado.

-¿Estás segura… -comenzó a decir cuando se vio interrumpida

-¿Para qué dijiste que llamaste?

-Era un poco… tienes razón, es mejor hablar en persona, fue más un impulso que una idea premeditada.

May sopló y resopló ¿Qué diablos fue aquello? Ninguna de las dos dijo nada, en realidad no había nada en concreto que decirle que justificara la llamada,  pensó en algo como “Hola Deví, me preguntaba si todo estaba bien, no supe nada de ustedes” y quizás comentaria algo como “si, yo también estuve indispuesta,creo que estoy un poco enferma, pero estoy mejor”. E incluso eso no tenía mucho sentido aunque habría dado pie para preguntar si podría asistir ese día. Solo pensó en ella un momento y sus manos actuaron sin preguntarle. Con un par de cachetadas se despejó la mente para terminar de areglarse y salir antes de que Dina y su padre comenzaran a impacientarse por el desayuno. Despues de una tostada y una charla corta sin sustancia ni importancia los tres salieron de casa, Ilda y los abuelos se encontraban aún en cama y ninguno quiso despertarlos, una vez dentro del coche no hubo conversación amena, Dina se encontraba absorta en el celular y su padre le miraba de vez en vez como comprobando que estuviese realmente mejor.

-¿Segura de querer hacer esto?  

-Totalmente

-Aún tienes fiebre -replicó su padre- si te sientes mal puedo llevarte de vuelta...

-Solo son treinta y siete y medio, ya tomé mi medicamento y Sara no tarda en llegar.

-No te sobre esfuerces, abrígate bien, parece que hoy también estará nublado.

-Solo estará fresco hasta las ocho con algo de suerte

-Mantente abrigada hasta las ocho entonces. Te amo, hija.

-Yo también -se despidió con una sonrisa- Nos vemos allá, Dina.

-Ajá -respondió, luego despegó los ojos del celular para añadir- trata de no morir en el camino.

May se quedó sola en la esquina esperando por Sara. El sol aún no salía y las luces de los solitarios faroles de la vieja Colony iluminaban las gotas de brisa suspendidas en el aire, opacando  la vista las grandes casonas que se distribuían a lo largo de la acera, no había alma viva recorriendo los pasos de aquella polvorienta acera, salvo la sombra de algún gato que rondaba por las tapias de los jardines, solo sus maullidos de cuando en cuando acompañaban la parecencia de May que de vez en vez consultaba la hora pensando si acaso había entendido mal la ubicación o quizás la hora  para luego comprobar que, en efecto, era tal parada y tal hora. Más abajo, pasaban en silencio  los autos, algún chico en bicicleta se detenía en alguna casa para momentos después, tender un objeto que no podía distinguirse desde la distancia, a la persona que salía por la puerta con prisa y se montaba en la parrilla de la bicicleta.

-Miau -llamó un gato a sus pies dándole un fuerte susto

-Hola, me asustaste- saludó riéndose de sí misma.

-Miau -volvió a repetir

-¿Tu también esperas?

-Miau, miau -respondió

-A una chica de pero azul ¿No la has visto por causalidad?

El gato la miró unos momentos, miró en rededor y luego a ella.

-Si, yo tampoco. Supongo que se le hizo tarde.

-Miau -respondió, luego bostezó -Miau

-Oh, Me llamó May, mucho gusto -se presentó- ¿Como te llamas?

El gato respondió esta vez con un maullido corto, parecía conforme con su conversación, se lamió las patas y limpió su cabeza para ronronear apaciblemente mientras se restregaba en sus piernas, May no había tenido nunca una mascota, siempre quiso un gato pero Ilda odiaba a los animales así que nunca pudo tocar siquiera uno. May lo mimó y acarició, el minino no era lo más bonito que había visto, pero cariñoso a pesar de haber tenido una mala vida; era viejo, su cuerpo flaco estaba cubierto  de cicatrices, en especial su cara, uno de sus ojos tenía cataratas y en las almohadillas de sus patas tenía algo pegajoso que parecía sangre en proceso de secarse.




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