Maison d´ May

Capítulo 41

Slatan De'Ath adquirió poder y riquezas más allá de lo que cualquiera soñaría. Al volver de su exilio, lo hizo con todas las glorias que reunió por su camino, con la cabeza en alto, satisfecho de ver como sus adversarios agachaban la cabeza en sumisión y bajo los cascos de sus legiones el suelo se estremeció... El mundo le dio la espalda al caer a tierra, le sometieron al olvido en una tierra lejana, extraña y aterradora donde los demonios vagaban a plena luz del día; vagó largo tiempo, por más y más tierras anchas y extensas, huérfano de madre y de patria, arrastrando los pies sometidos a cadenas incorpóreas, rechinando los dientes de rabia, dando los pasos como quien carga la marca de Caín, asechado por sombras, repudiado por quien le viera sin llegar a ser tocado cual leproso, siempre apartado. Más entre su ruina encontró lo que tanto buscaba, su odio y su rabia le dieron las fuerzas para moverse, buscar y descubrir los misterios ocultos, los conocimientos prohibidos de las artes más profanas. Fue así que buscó, estudió y sacrificó cuanto lograra caer en sus manos, para llamar así al nombre sacrílego de su benefactor. Aquel ser misterioso se mostró como una visión frente a él extendiendo la mano, ofreciéndolo todo y más. "Tendrás el doble de lo que pides". Dijo aquel ser "si pagas lo que ya fue acordado".

 Cegado por su ambición no titubeo al aceptar, quedado en su piel la marca del demonio. Derramó sangre en nombre de quién juro servirle cada alma arrancada alimento el voraz apetito de la criatura 9,999 vidas en holocausto para cumplir sus sueños excepto la última que se negó a entregar.Al volver a su tierra los cascos de 60 legiones de 60 centuriones cada una hicieron temblar los suelos y más riqueza de la que ningún señor pudo soñar. Las llamas se alzaron por los Balcanes, la oscuridad se cernió sobre sus enemigos y grandes casas fueron borradas y en sus lugares colocó hombres de su calaña, que le fueran leales tanto por interés como por temor. Vio retorcerse y suplicar a ca uno de los hijos de la reina Teuta y a los príncipes siervos de Mehmet, colocó su escudo y su rostro en las monedas para asegurarse que todos le conociesen y se sentó en un trono sin sentir satisfacción. Se coronó rey de todo por donde posará su vista; fue señor de costa a costa y de muchas otras tierras por igual, hasta que no hubo lugar donde su nombre no fuese pronunciado con temor, donde no se volviera un mito para asustar a los inocentes más no estuvo satisfecho no hubo tributo que lo complace hará hasta que los Dânesti ofrecieron su tesoro más grande uno que había de traerle el fin.

Duvradka era un ángel encarnado su belleza se sabía desde las tierras balcánicas hasta las galesas y era codiciada por príncipes y reyes. Los Dânesti, que usaban aquella hermosa criatura para obtener favores, la ofrecieron a Slatan que no dudó en aceptar la que ella dulce niña de pureza celestial le hechizo con aquellos ojos de elfina. Las bodas fueron grandes, celebradas por tres días y lloradas por la niña durante tres meses, los mismos que le otorgo como plazo para no tocarla y consagrarla como a la más santa de las rameras. Al año siguiente, con la primavera llegó el primero de sus vástagos y después uno tras otro hasta completar 11 varones fuertes y menudos que habrían de convertirse en monstruos iguales a su padre, casados todos a su tiempo con vírgenes dulces y santas. La doceava fue una niña, la más pequeña de la progenie, la única doncella, la favorita de Slatan. La pequeña Zdeslava tuvo todo cuanto deseara y fue amada por sus hermanos tanto como su padre, Duvradka se esmeró en ella para preservar la inocencia que le fue ultrajada a su edad y Slatan, lejos de contradecirla, hizo todo lo posible por convertirla en una santa a la que el mundo entero diera veneración; tal como a su madre, a Zdeslava le llegaron pretendientes de todos los rincones, con valiosos tributos, sin embargo, el último pago de Slatan seguía pendiente, el ultimó sacrificio, la última alma, entregaría al demonio la primera de sus hijas. Slatan, lleno de soberbia se negó a entregar a su única hija, a la más amada. Santos fueron llamados de cada rincón de la tierra para protegerla y uno a uno el demonio fue eliminando hasta que Slatan no vio otro remedio que entregarla. Se hizo una ceremonia donde la doncella fue bañada en flores y cubierta en sedas vírgenes y linos opulentos, ensalzada con las más finas perlas y las más bellas piedras engarzadas en oro. Aquella aterradora figura se presentó con la apariencia de un hombre que entró en los aposentos de la joven que habría de proclamar y la desojó de sus prendas para descubrir que había sido engañado. Lejos del castillo Zdeslava fue tomada en sagrado matrimonio por un príncipe de gran importancia que fue escogido por Duvradka para proteger su mayor tesoro; en su consuelo no habría más virgen que adorar, pero si una santa de figura maternal a la que alabar, figura que sin embargo terminó por ser corrompida junto a su marido. 

Había un pago que hacer y sería reclamado tarde o temprano, como castigo el demonio los maldijo, las mujeres santas que tanto deseaban serían corrompidas, convertidas en lamias y súcubos que habrían de acabar con la felicidad de todos ellos, mientras las almas de todos los varones y sus hijos serían de él. Todos los varones concibieron sus propios varones y se fueron extendiendo por las tierras, instaurando sus propias familias, enloqueciendo con el tiempo presas de la ambición y la ira, acabando unos con otros de una u otra manera derramando su propia sangre en nombre del poder, alimentando al demonio. Zdeslava creyó estar a salvo, su matrimonio con Božidar durante muchos años fue tan satisfactoria como se esperase de un matrimonio semejante, tuvo sus propios varones y se prometió que serían hombres nobles de honor y bondad. No hubo otra doncella entre la basta estirpe de Slatan hasta el sexto alumbramiento de Zdeslava que fue a bien dada una dulce niña a la que se le llamó Vedrana, pero, tal como con Slatan, Božidar deseó que su princesa fuera la más virtuosa entre virtuosas y la historia volvió a repetirse, pues la sangre de Slatan se perpetuaba en su hija y su nieta y con ellas en toda la progenie. Viendo que aquello no acaba y estando Vedrana en cinta por primera vez suplico a su madre y a su abuela la forma de proteger a su descendencia de aquel terrible mal. Fue así que las tres viajaron por tierra y mar hasta llegar las puertas de llegaron dos mujeres, santas entre santas, virtuosas entre virtuosas, bellas entre bellas, con las respuestas a sus plegarias…




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