Maison d´ May

Capítulo 45.

La mañana se dibujó densa y oscura en anticipación de los acontecimientos, un oscuro augurio llenaba el aire con graznidos de cuervos, agitaba a las aves desde sus nidos e inquietaba a los animales dentro de las ciudades y en el extenso bosque las criaturas buscaban refugio como si un mal estuviese al acecho. El viento, los rayos y los truenos consiguieron llegar tierra adentro azotando las ciudades vecinas; el crujir de la madera y los azotes de las ramas contra la cornisa despertaron a Devi, un abeto cayó muy cerca, asomó su cabeza para ver que sucedía y por inercia volteó hacia la casa de Konran, él ya se encontraba de pie sobre el tejado observando en dirección al sonido. “Hay que darnos prisa” le llamó “Parece que habrá lluvia de estrellas”. A pesar de no dejar caer la lluvia todavía, el nivel del mar subió el malecón hasta dos calles adentro, las chicas encendieron la radio tras la llamada de los padres de Hui Ying, se suspendieron labores ante riesgo de huracán, el nivel de agua subía de a poco por lo que ciertas líneas de transportes quedaron suspendidas, así que no podía regresar a casa pronto, no por la vía normal. May enjuagó los restos de sus lágrimas con un largo baño, despertó de repente, del mismo modo en que cayó dormida, sintiendo un gran vacío dentro de sí, uno que iba más allá de un corazón roto. Los recuerdos vinieron a ella uno tras otro con mayor lucidez que el presente. Su nombre fue Amara, nacida una primavera como un inconveniente en la vida de una mujer a la que no conoció, entregada a una familia que la crio como propia y que amó con tanta fuerza que casi un siglo después aún le dolía la pérdida de su amor. Su nombre, su sangre, su familia, sus recuerdos, la ausencia conformaban el vacío dentro de su piel. No era Mayrin, pero ya no era Amara. La vida pasó a ser un sueño indefinido, y los sueños a volverse una vida perdida. 

Devi dibujó un nuevo círculo, un último circulo de anclaje sin otro propósito y lo cubrió con la alfombra para resguardarlo, las chicas discutieron entre ellas en voz baja hasta llegar a un acuerdo apresurado cuando el tiempo del baño terminó, se vieron unos a otros con reproche, Devi se encargó de distraer a May para darle ánimos y calmar sus nervios, le cepilló el cabello tarareando la letra vaga de una canción de cuna como su madre hacía con ella para hacerla sentir mejor. “Te vez bonita, rosita” le dijo en el mismo tono, tomó sus mejillas y besó su frente, Devi era hija única, siempre deseó una hermana para hacerle compañía y consolarla de aquella manera, May tenía una hermana, pero estaba segura que Dina no la abría consolado como ella. May lloró silenciosa abrigada por aquellos brazos que la mecían. Ya no se preguntaba por qué tuvo la vida que llevaba, lo entendía hizo las paces de cierta forma con aquellos lamentos. Con docilidad les siguió hasta el nuevo circulo donde todos le rodearon, sus voces se volvieron cantos suaves, susurros que subían y bajaban en espiral y llenaba el aire de salvia, lavanda y crisantemos, cada vez más oloroso, cada vez con más fuerza y rapidez hasta sentir la electricidad correr por su cuerpo subiendo su voltaje. De pronto el olor a flores se perdió, supo que comenzaba a perder uno a uno los sentidos cuando los ojos comenzaron a fallarle, Hui Ying le regaló una rosa que le pinchó la mano “Estarás bien” Le pareció escuchar. Con lo último que le quedo de sus ojos pudo ver una mancha roja entre el gris y el negro, una mancha amarilla hizo un movimiento, pero ya no pudo distinguir o procesar su entorno; mientras estaba en la oscuridad le pareció escuchar a alguien llamarla, pero solo consiguió entender una palabra. “Duerme”. No hubo más dolor, ni cansancio, ni tristeza, solo silencio y oscuridad.

 

 




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